La neurobióloga María Llorens.

La neurobióloga María Llorens. Cedida

Ciencia ENTREVISTA

La neurobióloga española que revoluciona el estudio del cerebro: "Quise investigar por mi abuelo"

"La sociedad no entiende que las investigaciones no son inmediatas" / "En el cerebro, cuando unas neuronas hablan, otras callan" / "Decidí estudiar el cerebro porque mi abuelo tuvo Párkinson" / "Tener 200 cerebros en mi laboratorio es un sueño".

23 enero, 2023 03:00

Si María Llorens Martín (Badajoz, 1981) hubiera sido futbolista o artista, seguramente habría copado las portadas de periódicos o —por ser un poco más actuales— los trending topics de Twitter en estos últimos 12 meses. Y es que 2022 fue el año en que esta neurobióloga, científico titular del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), e investigadora del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBMSO, UAM-CSIC), recibió una larga lista de galardones procedentes de instituciones como la Real Academia Nacional de Medicina, el Ministerio de Ciencia e Innovación o la farmacéutica Pfizer.

El motivo no es otro que haber descubierto la capacidad regenerativa del cerebro humano. A diferencia de lo que se creía, Llorens y su grupo de investigación han demostrado que el ser humano genera neuronas durante toda su vida adulta en el hipocampo. Y aunque ella prefiere mostrarse cautelosa, este descubrimiento podría mejorar la vida de pacientes con enfermedades neurodegenerativas.

Antes de decidir a qué se dedicaría, Llorens vivió una situación familiar que condicionó dicha decisión: su abuelo tenía Párkinson. Así, esta admiradora de Félix Rodríguez de la Fuente dejó aparcada su pasión por los animales y las plantas para seguir el camino de su entonces nuevo referente, Rita Levi-Montalcini, la neuróloga que descubrió el factor de crecimiento nervioso. En el caso de Llorens se conforma con 'menos': "Me sentiría realizada con mi investigación en el momento en que lo que consiguiéramos sirviera para mejorar la vida de una sola persona".

De tocar el piano a dedicarse a la investigación. Como se suele decir, ¿pasó de Guatemala a Guatepeor?

En realidad empecé a estudiar piano en el conservatorio desde muy pequeña, compaginándolo con los estudios en el colegio. Cuando comencé la carrera sabía que si quería hacer bien alguna de las dos debía elegir entre una de ellas. Abandoné los estudios de piano, terminé la carrera y ya entonces me inicié en la investigación.

¿Por qué estudió Ciencias Biológicas?

Desde pequeña me encantaban los animales. Recuerdo tener cinco años y decir que quería ser bióloga, sin saber siquiera qué significaba aquello. Tenía cromos, recortes, me sabía todos los nombres. Aunque cuando estaba terminando de estudiar COU tuve una experiencia familiar cercana que me marcó: mi abuelo tuvo Párkinson. Esto me hizo tomar la decisión de querer contribuir en lo que pudiese a evitar este tipo de enfermedades neurodegenerativas. Y la verdad es que nunca me he arrepentido de aquella decisión.

Sin embargo, ha terminado estudiando el cerebro humano. ¿No le convencía el de los animales?

Al principio me gustaban —y me gustan— los animales, también las plantas. Pero encontré que dedicar todo tu tiempo a investigar el cerebro humano podía tener una utilidad para mejorar la vida de las personas. Sin duda, esto era un valor añadido importante.

También era un riesgo, ya que suele decirse que el cerebro es uno de los órganos más complejos de investigar.

Absolutamente. Es duro decirlo así, pero toda una vida de estudio puede servir para algo en el mejor de los casos. Hay otras ocasiones en las que tu investigación no te conduce a nada. Aunque también es útil, ya que te sirve para descartar caminos. Comprender el cerebro humano es un reto enorme. Y a día de hoy no creo que tengamos un conocimiento profundo de este órgano.

La neurobióloga María Llorens.

La neurobióloga María Llorens. Cedida

¿Tanto se parece el cerebro de una rata al de un humano?

Sabemos que en algunos aspectos sí que se parecen. Hay otros que son distintivos de cada especie. Lo que sucede, en este sentido, es que en los ensayos realizados in vivo —con organismos vivos— se obtiene más información que cuando se trabaja en cultivo. Por ejemplo, una neurona en cultivo nunca va a tener la misma forma que tiene dentro del cerebro. Como estudiamos los procesos de maduración y diferenciación neuronal, resulta muy importante para nosotros la morfología de la neurona, que solo se adquiere si está embebida de un ambiente. Aunque también trabajamos con muestras humanas que nos acercan aún más al cerebro de una persona viva.

Tiene alrededor de 200 cerebros humanos en su laboratorio. ¿Se imaginaba de pequeña trabajando en un sitio así?

La verdad es que no. Me fascinaba más entender lo de fuera, el comportamiento de los animales. Mi interés por comprender cómo funciona el organismo por dentro surgió un poco más tarde. Contar con esta colección de muestras de cerebro humano es un sueño que ha costado muchísimos años conseguir. Empezamos en 2010 y no ha sido nada fácil. Es un privilegio tener este material para investigar acerca de este tipo de enfermedades.

¿En qué se diferencia el cerebro de un paciente con una enfermedad neurodegenerativa?

Dentro del concepto neurodegenerativo se agrupan enfermedades muy distintas, como la ELA, el alzhéimer o la enfermedad de Huntington. Todas ellas provocan una degeneración progresiva del tejido cerebral, aunque tienen características tanto clínicas como a nivel neuropatológico muy diferentes. En nuestro caso, estudiamos la regeneración cerebral y también se presenta de forma distinta. De hecho, los estudios más recientes que hemos realizado demuestran que cada enfermedad neurodegenerativa genera lo que llamamos una firma celular específica.

Usted ha definido el cerebro de la siguiente manera: "Una neurona tiene centenares de miles de conexiones, la neurona de al lado también y la siguiente también; pero todas se coordinan entre ellas". ¿Debemos aprender como sociedad del cerebro?

En el cerebro, cuando unas neuronas hablan, otras callan. Esa actividad coordinada es esencial para, por ejemplo, mirar por la ventana y entender lo que estamos viendo; o para mantener una conversación. Y cuando ese equilibrio se pierde, hay células que empiezan a proliferar y puede generar la aparición de un tumor cerebral. O de una enfermedad neurodegenerativa, cuando las neuronas degeneran. Así que sí, podría ser una buena analogía de algunas situaciones que estamos viviendo en nuestra sociedad actual.

¿En qué consiste una vida neuroprotectora?

En seres humanos no lo sabemos todavía. Pero, en el caso de los roedores, llevar una vida neuroprotectora supone la diferencia entre envejecer a nivel cerebral de una manera beneficiosa o envejecer en un contexto neurodegenerativo. En humanos se puede intuir que hablamos de una buena alimentación, hábitos de vida saludable, interacciones sociales y un grado de estrés controlado. Aunque un ejemplo de que no le estamos prestando mucha atención lo tenemos en el tan llamativo aumento de casos de enfermedades neurodegenerativas.

También han descubierto que el ser humano genera neuronas durante toda su vida adulta en el hipocampo.

La neurogénesis es un fenómeno que se produce en algunas regiones del cerebro. Nosotros concretamente estudiamos la neurogénesis adulta, que tiene lugar en el cerebro. Sabemos que a lo largo de toda la vida nacen nuevas neuronas en esta región del cerebro. Aunque todavía no sabemos qué funciones tienen en los humanos, sí que se conoce en roedores: se relaciona con el aprendizaje y la regulación del estado de ánimo. También parece que las alteraciones en el proceso de neurogénesis adulta están implicadas en la aparición y el progreso de enfermedades neurodegenerativas.

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Con sus investigaciones ha asegurado que tal vez consigan eliminar la sintomatología depresiva en los pacientes de ELA. ¿Llegaremos a verlo en otras enfermedades?

En realidad, con los datos que tenemos hasta ahora no me aventuraría a decir para qué nos va a servir el proceso de neurogénesis adulta. Antes de que esto ocurra, tenemos que saber cómo funciona este proceso cuando estamos sanos. El segundo paso entonces sería plantearnos si es posible restaurar las neuronas perdidas en beneficio de los pacientes. Todavía estamos lejos. Pero sí sabemos que la existencia de este fenómeno es una puerta abierta. Si no existiera la neurogénesis adulta, muchas investigaciones habrían terminado ya.

¿No se considera optimista?

Al contrario, me considero optimista. Pero siempre trato de ser cauta. Creo que es muy importante transmitir a la sociedad que los resultados de la investigación no son inmediatos. Hay ocasiones que sí, como se ha demostrado con la vacuna de la Covid-19. Pero, en general, las investigaciones tardan décadas en resolverse. Por eso cuando me preguntan si nuestra investigación sirve para algo, creo que hay que ser honesto y decir que todavía no. Aunque espero que en un futuro sí sea así.

2022 ha sido un año repleto de premios en su caso. Pero, ¿siente este mismo apoyo en cuanto a financiación de sus investigaciones se refiere?

Me gusta ser agradecida siempre, y obtener cada uno de estos premios me llena de alegría. Pero, sin duda, creo que sería necesario invertir más en investigación. No sólo del cerebro. Desde que Ramón y Cajal ganara el Premio Nobel, hay una tradición robusta de neurocientíficos en España. Y es que el principal activo con el que contamos en este país es el talento. Tenemos una capacidad de aprovechar los pocos recursos que tenemos como se hace en pocos países del mundo.