Carmen Fenoll, catedrática de Fisiología Vegetal de la Universidad de Castilla La Mancha.

Carmen Fenoll, catedrática de Fisiología Vegetal de la Universidad de Castilla La Mancha. Ismael Herrero EFE

Ciencia Dia de la Mujer en la Ciencia

Carmen Fenoll: "A los científicos se les califica de brillantes; a las científicas, de trabajadoras"

"Las decisiones clave en la ciencia no las estamos tomando nosotras" / "He visto acoso sexual en mi ámbito al que las instituciones no han dado importancia" / "Estamos relegando a las niñas al ostracismo laboral en el futuro".

11 febrero, 2022 10:20

Las científicas son ya el 41% del personal investigador, por encima de la media europea (34%) y la mitad de los organismos públicos de investigación (OPI) tienen al frente a una científica, según datos del informe Científicas en Cifras 2021, del Ministerio de Ciencia. Además, firman el 48% de la producción científica española.

Frente a estos datos positivos, la brecha de género tiene un impacto profundo en las investigadoras. Solo el 23% de los puestos de rector están ocupados por mujeres, el abandono de la carrera investigadora es mucho mayor en ellas que en ellos y solo uno de cada cinco artículos científicos españoles tiene una mujer al frente. En este sexto Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, que busca visibilizar la presencia femenina en entornos investigadores, las reivindicaciones son muchas.

Como afirma Carmen Fenoll, catedrática de Fisiología Vegetal en la Universidad de Castilla La Mancha y presidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT), a medida que se asciende en el escalafón académico se va reduciendo la presencia de mujeres, un techo de cristal que se va resquebrajando muy poco a poco.

Pero esta no es la única dificultad que las mujeres afrontan en la ciencia. La invisibilización en muchas investigaciones y áreas clave del conocimiento como la inteligencia artificial o la biomedicina es otro frente en el que queda mucho por mejorar.

Quedaba otro más. El los últimos años, el impulso del movimiento #metoo ha animado a muchas a revelar el acoso sexual al que han sido sometidas durante años en entornos académicos. Aunque su impresión es que los micromachismos, los comentarios incómodos y las agresiones han disminuido en los últimos años, se trata de un camino apenas comenzado a recorrer. 

- ¿Qué referentes tenía usted cuando comenzó a investigar? ¿Cuáles tendría ahora?

- En biología ya había profesoras, cuando yo estaba haciendo la carrera, en las que mirarse, aunque no eran la mayoría. En cuanto a figuras relevantes en el mundo de la biología, había poquísimas, por no decir cero. A lo largo de mi carrera he tenido la suerte de contar con científicas establecidas que han actuado como mentoras, creo que he sido afortunada.

Hay dos referencias muy recientes. Una es el penúltimo Premio Nobel de Química, que se concedió por vez primera en la historia a dos mujeres conjuntamente, sin ningún varón: Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier. La imagen de estas dos mujeres recogiendo el Premio Nobel es muy poderosa y animo a todo el mundo a que la utilicen en sus clases, en todas las charlas del 11 de febrero, porque además rompen los estereotipos del científico: ni son feas, ni son locas, ni tienen los pelos blancos y de punta… Son dos científicas encantadoras y súper orgullosas.

Otra referencia es la científica alemano-húngara Katalin Karikó, que a lo largo de años y años ha estado realizando una investigación básica sobre vacunas de ARN mensajero, que han contribuido a que fuese posible desarrollar las vacunas que nos estamos poniendo todos.

Son dos imágenes recientes y muy poderosas de mujeres que demuestran que, pese a todas las adversidades, las cosas son posibles.

- Parece mentira que hayamos tenido que esperar a 2020 para ver a mujeres recibir un Premio Nobel sin estar acompañadas de un hombre.

- Yo creo que el único otro Premio Nobel en ámbitos científicos concedido a una mujer fue el de Medicina y Fisiología, otorgado a Barbara McClintock, genetista que descubrió la base de la recomendación genética, que es uno de los hallazgos más importantes de la biología moderna. Es un buen ejemplo de cómo pudieron sus colegas tenerla apartada durante 40 años y, pese a ello, no cejó en su empeño y siguió investigando. Esta historia acaba bien y al final se reconocieron sus méritos.

- En el informe Científicas en Cifras, del Ministerio de Ciencia, España está por encima de la media europea en número de investigadoras. ¿Es una buena noticia para nuestro país o una mala noticia para Europa?

- La diferencia es pequeña. Cuando se hace un análisis detallado de los datos del informe, se observa que se han incluido, en unos países sí y en otros no, todo el personal que se dedica a la medicina. Con lo cual, no me atrevería a decir que el dato es cierto, válido o potente. El nivel al que estamos es parecido.

- ¿Y este nivel es suficiente?

- No lo es en proporción de mujeres dedicadas a la ciencia, pero es que además, si hacemos un análisis veremos que la mayor parte de ellas están en puestos inferiores, como técnicas de laboratorio o en las primeras etapas de la carrera, o en contratos de menor relevancia.

La proporción de mujeres en la cima de la profesión (catedráticas de universidades, profesoras de investigación, etc.) no llega al 25%. Eso quiere decir que las decisiones clave en ciencia, el qué se investiga y el cómo se investiga, no las estamos tomando nosotras.

- Este año se celebra el sexto Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Es poco tiempo para notar algún avance, pero ¿ha percibido algún cambio a su alrededor?

- Yo creo que sí. Iniciativas de este tipo y luego la influencia, más global en el feminismo, del movimiento #metoo ha hecho que toda la ciudadanía conozca este tema y empiece a entender cómo nos sentimos las mujeres en muchísimos ámbitos.

El 11 de febrero es una celebración de mujeres que nos dedicamos a la ciencia. Pero sobre todo es un proceso por el que rompemos una lanza a favor de las niñas, para que tengan más oportunidades de las que nosotras tuvimos, menos dificultades, y que puedan incorporarse en pie de igualdad al quehacer de la ciencia, por su bien y por el bien de la sociedad.

- El acoso sexual en la ciencia es un tema que ha empezado a visibilizarse recientemente. ¿Lo ha vivido usted personalmente o a su alrededor?

- Sí, esto es algo que la comunidad científica y académica española no ha querido abordar, incluso desde el propio feminismo dentro de la ciencia, pero afortunadamente esto está cambiando. Hay casos y sentencias recientes en este plano.

Yo no he vivido acoso sexual como tal, pero cuando era doctoranda tenías que ponerte muy dura para parar los pies a tus compañeros, no solo los jefes, con micromachismos, bromitas sexuales, etc. que no podían entender lo que nos incomodaba a las chicas. Eso creo que lo hemos vivido todas las mujeres, y en ciencia también.

Desgraciadamente, en mi ámbito profesional, sí he asistido a acosos sexuales que la propia institución no supo resolver adecuadamente porque no le pareció que era suficientemente relevante como para hacerlo. Se mira a otro lado, sigue habiendo bastante micromachismo y microacoso, no suficiente para llegar a la ley pero que contribuye a minar la confianza en sí misma de las mujeres y sobre todo de las chicas jóvenes.

He de decir que afortunadamente hay cada vez menos, cada vez se denuncia más y toda la comunidad científica y académica entendemos que eso es inaceptable y no puede hacerse.

- ¿Tiene características diferenciadoras de otros sectores? ¿Hay áreas de la ciencia donde esté más invisibilizado?

- El acoso sexual surge de las profundidades de mentes enfermas y no sé si tiene peculiaridades en el mundo de la ciencia. El sexismo sí tiene características especiales y son particularmente dolorosas porque en el mundo académico nos gusta creer que somos objetivos, que valoramos los méritos sin fijarnos en otra particularidad de la persona, pero esto no es cierto. Hay sesgos o estereotipos, a veces inconscientes, que todos y todas tenemos y que nos hacen percibir a las mujeres como menos capaces, menos brillantes y menos motivadas para la ciencia que los hombres.

No es raro que en los grupos de investigación, en las cartas de recomendación, en las que se escriben para ellos los apelativos sean "excelente", "brillante"; y, para ellas, los apelativos suelen ser "muy trabajadora", "estupenda influencia en el grupo", etc.

Esto sigue siendo así y quiero pensar que la mayor parte de las veces se realiza inconscientemente, sin intencionalidad sexista, pero tenemos ya bastantes experimentos de psicólogos y sociólogos en que se hacen evaluaciones a ciegas, presentando el mismo currículum pero con un nombre de chica o de chico, y sistemáticamente los jefes de laboratorios ofrecen menos salario a ella, consideran que el currículum es menos brillante, etc.

Es inconsciente, por eso es muy importante, y una de nuestras exigencias para la reforma de la ley de la ciencia, que todos los tribunales y comités de evaluación tengan entrenamiento, aunque sea muy básico, en sesgos de género y puedan hacer una evaluación realmente objetiva.

- En algunos países se utilizan los currículos ciegos, sin nombre ni foto.

- Así es. En algunos niveles es fácil de hacer, como en los primeros niveles de la carrera, pero en los superiores todo el mundo conoce a todo el mundo en su ámbito. Puedes no poner el nombre pero todo el mundo sabe que están hablando de ti. Algunas instituciones en todo el mundo lo están aplicando y, cuando se puede hacer, es sorprendente que los resultados cambien tanto.

- En el informe Científicas en cifras se indica que el 96% de las universidades públicas tiene protocolos para la prevención del acoso sexual, pero solo el 63% de los organismos públicos de investigación los tiene. ¿Las científicas se sienten más seguras en las universidades?

- No sabría decirte. Tendríamos que ver a qué OPI se están refiriendo, porque a lo mejor se trata de instituciones pequeñas que no han abordado todavía el tema... No creo que estemos más seguras en las universidades que en los OPI, pero hay que animar que aquellos que no han desarrollado estos protocolos los establezcan.

- ¿Cuál es el mayor reto de la mujer en la ciencia española para esta década?

Tenemos dos retos fundamentales. Uno es cerrar la brecha vertical, el hecho de que las mujeres entramos en el nivel de doctorado en igual proporción que los hombres parece que luego nos vamos cayendo por una tubería y al final van quedando muy pocas. Evitar que se trunquen tantas carreras de mujeres valiosas es una de nuestras tareas pendientes. Dotar a las mujeres de mayor visibilidad y mayor capacidad de decisión. Que sea igual de fácil para un hombre y una mujer llegar a ser catedrática es otra asignatura pendiente.

El otro problema de relevancia, equivalente a lo que ocurre en Europa y otros países, es la segregación horizontal, por campos del saber. Hay campos en que prácticamente no estamos: ingeniería, campos tecnológicos, áreas clave como inteligencia artificial… prácticamente no tienen mujeres.

Eso es un problema gravísimo, primero, porque hay muchas mujeres que podrían contribuir a esas áreas fundamentales, y segundo, porque el hecho de que hubiera mujeres liderando los grupos permite hacer preguntas científicas que en otros casos no se hacen. Es lo que se llama perspectiva de género en investigación.

Un ejemplo de la inteligencia artificial. Si alimentas los algoritmos con imágenes sexistas, que son la mayoría, lo que aprenden las máquinas es sexista. Si en los desarrollos médicos no se hacen ensayos clínicos en mujeres y solo en hombres, ni las dosis ni los medicamentos serán los adecuados para nosotras. Al revés también ocurre, la osteoporosis en hombres está mal tratada porque los ensayos no se han hecho en hombres. En ingenierías igual: si diseñas un cinturón de seguridad para un cuerpo masculino, las mujeres se partirán el cuello cuando tienen un accidente.

- La presencia de mujeres liderando es imprescindible para abordar estas cuestiones.

La perspectiva de género no es exclusiva de las mujeres tomarla, en absoluto, pero desde que hay más mujeres liderando grupos de investigación se están teniendo en cuenta estos hechos y es absolutamente fundamental para que la ciencia estudie los fenómenos naturales o proponga los inventos adecuados para afrontar los retos del futuro.

Si solo se utilizan hombres para investigación biomédica, estamos haciendo desarrollos médicos solo para los hombres. Los corazones artificiales que se están diseñando hoy en día son adecuados para el 80% de los cuerpos masculinos, pero solo para el 20% de los femeninos. Suma y sigue. Nada de esto es deliberado, pero es lo que tenemos y hay que revertir la situación.

Como celebramos también el Día de la Niña en la Ciencia, hay que saber que en la OCDE que, aproximadamente, el 65% de los empleos que van a tener niños y niñas que hoy están en primaria están relacionados con la ciencia y la tecnología. Si seguimos admitiendo que hay pocas mujeres en estos campos, estamos relegando al ostracismo laboral en el futuro.

Leí hace poco un estudio de la Unión Europea que decía que si cerrásemos la brecha de género en investigación de aquí al 2050, el PIB subiría en torno al 3%. Es decir, que hay consecuencias tanto en la calidad de la ciencia que se hace como consecuencias económicas directas como, por supuesto, cuestiones de justicia que se hacen y que deben importarnos.