El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. Europa Press
Feijóo tampoco podría vivir en Downing Street
A veces nos parece ridículo que el rey inglés sea el jefe de la Iglesia anglicana, pero, si nos fijamos bien, nos daremos cuenta de que, estando la jefatura de la Iglesia en el Rey, es decir, subordinada a una institución que, como la monarquía, carece de poder, también se neutraliza el poder de la Iglesia sobre la sociedad civil, lo cual resulta interesante. La revolución incruenta de 1.688, muy al contrario de lo que sucedía en el continente, zanjó la guerra de religiones instaurando la tolerancia religiosa a cambio de que el rey fuera siempre anglicano. Por lo demás, algo que ya había sucedido en la Roma Antigua, los templos fueron compartidos por distintas religiones alternándose el uso. En resumidas cuentas, que el Rey Carlos sea el jefe de la Iglesia Anglicana, la vacía de poder, que es de lo que se trata en una nación democrática europea.
Sin embargo, esta es una de las razones por las que Feijoo no podría ser primer ministro en Reino Unido. El Partido Popular no se ha desprendido de la influencia de las sotanas en su función política y esto deviene una intromisión del Poder Espiritual en el Poder Temporal –nos podríamos plantear incluso si una institución como la Iglesia Católica podría imponerse a los feligreses en el seno de una sociedad liberal donde el individuo, liberalmente dotado de autonomía y consciencia, no tendría que supeditar estas al poder omnímodo de un Papa–. Es que, quiérase o no, incluso las naciones más católicas de Europa son protestantes hace mucho tiempo, si pensamos que, cada cual, aquí, hace en religión de su capa un sayo.
La influencia de la Iglesia en el Partido Popular, principalmente del Opus Dei, es tan grande que podríamos denominar al partido como un Opus Pepei. Sabido es que el Opus fue determinante, por interés económico principalmente, en el tutelaje de la España franquista hacia la democracia, pero, durante estas décadas en democracia, la intromisión del Opus Dei en la política del partido ha instaurado un nuevo nacional catolicismo desde el que se influye en la vida nacional, no solo en la política, por cuanto es constatable que, probablemente un tercio de los jueces de este país, pertenecen a la Obra. Y esto es contrario a una nación ilustrada.
¿El derecho constitucional a un juez predeterminado por la ley, no incluye el derecho a que un juez no pertenezca a una asociación religiosa que, como es sabido, influye directamente en la política y en la vida social y económica de los españoles? Porque el juez predeterminado implica cierta imparcialidad ¿Podría informar el líder de la oposición cómo influye esta secta religiosa en la política a su través?
Hablando de liderazgo, podemos preguntarnos qué tipo de liderazgo ejerce Feijóo en el partido popular español, porque esto también sería determinante de sus posibilidades de residir en White Hall y, concretamente, en Downing Street. El suyo, el de Feijóo, no es un liderazgo real de partido, sino una imposición a dedo realizada por los que controlan el partido a través de compromisarios que no rechistan. Todo el mundo sabe que Isabel Díaz Ayuso es la líder real del partido. El problema es que Feijoo, al contrario que cualquier líder británico, no tendrá que refrendar su liderazgo en un distrito electoral donde, como sucede en UK, sea él, en lugar del partido, quien obtenga representatividad.
Todo el mundo sabe que Churchill tenía que ganarse la vida escribiendo cuando no ganaba las elecciones de distrito, donde solo alcanza escaño el político que gana. Los demás se van a casa. Salir en Madrid de primero de lista no es un filtro que someta al líder a una verdadera prueba, ni demuestra valentía alguna (elegido por compromisarios, corderos de partido, y por ciudadanos que no le pueden tachar en las listas). Y, aun así, siendo elegido primer ministro británico en el Parlamento, el liderazgo del premier tampoco tiene garantía si el partido conservador no se la sigue sustentando. Feijóo quiere ser un líder por encima de Isabel Díaz Ayuso a través de elecciones indirectas de partido, sin pulsar qué opinión tendría la gente de él en su distrito electoral y con garantía silente y sumisa de su mayoría parlamentaria. El otro día se jactaba frente a Pedro Sánchez de que los suyos, los de Sánchez, le aplaudían como focas ¿Le aplaudirán de forma distinta a él? No.
Finalmente, ¿podría residir en el 10 de Downing Street quien a pesar de no estar manchado por delitos económicos no ha realizado ningún tipo de crítica y se ha sometido al aparato del partido cuando la administración Rajoy estaba sumida en un grandísimo escándalo de corrupción, porque, en UK, el líder que sucede al líder no ha sido nunca el blando sostenedor de los errores del caído, sino aquel que lo ha criticado. ¿O es tan flaca nuestra memoria que no recordamos cómo Churchill se alzó con el liderazgo Tory precisamente por oponerse a la política de pactos de Lord Chamberlain con Hitler?