Sánchez, en un acto reciente con feministas en la sede del PSOE.
El feminismo gubernamental
Yo creo que soy feminista. Yo creo en la igualdad de derechos de hombres y mujeres ante la ley, la sociedad y todo lo demás.
Mi feminismo se basa, fundamentalmente en la defensa de los derechos humanos de todas las personas, respetando sus diferencias genéticas, sexuales, raciales o religiosas.
Es más, creo que falta mucho por hacer y el que se crea limpio de pecado, que tire la primera piedra.
Creo en la lucha por la igualdad no solo en las posibilidades y opciones sino también en los resultados.
Pero...
Pues no. Yo no tengo ningún pero. Por eso creo que soy feminista.
¿Y para qué éste artículo? Nadie está interesado en lo que yo crea o piense.
Es, simplemente, que viendo la reacción de este gobierno que se proclama ultrafeminista y que no para de decir que sólo sí es sí y que a feministas no hay quien les gane, siento que algo no es normal. Algo me huele a chamusquina.
Veamos.
Un gobierno tiene la posibilidad de presentar propuestas de leyes para que la igualdad se cumpla en todos los ámbitos de la sociedad. Las leyes se aprueban en el Congreso y se aplican por los jueces o las instancias administrativas. Asi se hace en muchos países.
Pero cuando un gobierno comienza a mostrar signos de obsesión por un tema, es normal que nos preocupemos.
¿Por qué tal obsesión?
¿No hay leyes para controlar y penalizar a los infractores? Parece que sí. Por lo tanto, no es esa la respuesta.
¿El problema es la primera preocupación del país y las leyes no son suficientes?
Pues parece que tampoco es esa la respuesta.
Estando elucubrando este punto, me ha venido a la cabeza una frase latina que siempre me ha gustado mucho
"Ex abundancia cordis, os loquitur" ("lo que te pesa en el corazón, lo escupes por la boca", en traducción libre).
Quizá ahí está la respuesta.
Este gobierno está obsesionado porque el problema lo tiene en casa y ya no puede más. Los socios ultrafeministas tienen que chillar fuerte para tapar a los suyos, hasta que se descubren y entonces los echan, rasgándose las vestiduras.
El gobierno pone la mano en el fuego hasta que se quema por las grabaciones de sus líderes.
Desesperados, quieren cambiar a los responsables y cuando lo hacen, no tienen muchas opciones y eligen a uno que tiene que dimitir antes de ser nombrado por estar acusado de lo mismo.
Como probablemente dirá el señor presidente, que habla inglés:
Please, give me a break!
Ahora comprendo la obsesión del gobierno y siento mucha pena que el adonis de turno haya perdido algunos kilos.
Eso sí que es grave. Lo demas, son puras anécdotas.