El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez Borja Puig de la Bellacasa / Europa Press

Pedro, las siete plagas y los problemas de un dios menor

Fernando Domínguez
Publicada

Pedro Sánchez quiso y quiere jugar a ser Dios, pero se le quedó en eso: un dios menor, con mucho ego desbordado y control escaso.  Alguien que prometió templar el caos con la palabra, pero terminó generando un desorden más complejo, más denso, y sobre todo, más oscuro. Tanto, que esta semana literalmente nos dejó sin luz: un apagón en pleno siglo XXI como símbolo perfecto de su forma de gobernar.

No hace falta completar el catálogo bíblico: con cinco plagas bien contadas, el país ya tambalea. Y lo peor es que aún hay espacio para más.

Primera plaga: el poder como fin en sí mismo

Desde el primer día, Pedro dejó claro que todo se podía negociar menos su permanencia en el trono. Pactó con quien juró no pactar, indultó lo que negó indultar, y dijo lo contrario de lo que había dicho… sin el más mínimo rubor. Para un dios menor, la palabra no es sagrada: es utilitaria, oportunista, desechable.

Segunda plaga: la polarización como estrategia

Lejos de buscar acuerdos, Pedro alimentó un ecosistema donde el adversario no se debate: se destruye. Promovió un relato binario y tóxico donde él es el salvador o el mártir, y todos los demás, reaccionarios o fascistas. El país se partió en dos, no por accidente, sino por diseño calculado.

Tercera plaga: la pandemia como escudo

El Covid-19 fue real, brutal y global. Pero en manos de Pedro se convirtió también en coartada. Bajo la excusa de lo excepcional, se gobernó por decreto, se suspendieron derechos y se concentró el poder. Mientras la población vivía encerrada, Pedro escribía su propio evangelio político, sin preguntas ni oposición efectiva.

Cuarta plaga: la verdad domesticada

En la era Sánchez, la verdad no importa: lo que vale es el relato. Cada escándalo tiene un contraargumento preempaquetado, cada dato un matiz, cada mentira una reinterpretación. La posverdad ya no es síntoma ni fenómeno: es doctrina, es sistema.

Quinta plaga: el apagón, literal y simbólico

El reciente colapso eléctrico no es un accidente más. Es una metáfora brillante —o mejor dicho, oscura— de su gestión. Un país sin rumbo, sin inversión suficiente, sin previsión. Una nación que se apaga mientras su presidente se enciende en ruedas de prensa que son más niebla que luz.

Y las otras dos plagas… están en camino. Porque si algo ha demostrado este Ejecutivo es que siempre puede ir a peor. El colapso territorial, la guerra fría dentro de su propio gabinete, la desafección de Europa o el simple agotamiento social pueden completar el inventario.

Con la Sede de Roma vacante, este nuestro Pedro no es Moisés, no abre mares ni guía pueblos. Es más bien un aprendiz de brujo que no sabe detener los demonios que ha liberado. Cree estar protagonizando una epopeya redentora, pero la realidad es menos gloriosa: una nación que se fragmenta, se enfría y se apaga lentamente.

Y cuando el dios menor caiga —porque caerá— no será por la traición de sus aliados, sino por el hartazgo de quienes, alguna vez, confundió con súbditos y no ciudadanos.

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