Pedro Sánchez este martes en Moncloa durante su comparecencia.

Pedro Sánchez este martes en Moncloa durante su comparecencia. Diego Radamés Europa Press

Oscuridad, silencio y parálisis del 28-A

Javier Belmonte
Publicada

El apagón del 28-A no fue un simple incidente, sino un fracaso sistémico. Según los primeros análisis, un evento de menos de 5 segundos causó una pérdida de energía de más de 15 GWh. Apagón, silencio en comunicaciones (móvil/internet) y parálisis en transportes, con una recuperación inaceptablemente lenta, evidenciando una negligencia acumulada y vulnerabilidad extrema.

El colapso fue total: transportes (AVE, cercanías, aéreo) detenidos, ciudades sin semáforos, millones de afectados y riesgo para la seguridad. En contraste, los hospitales funcionaron con generadores, prueba de que la planificación funciona donde existe. Pero la ciudadanía recurrió a radios a pilas y velas, una precariedad impensable en el siglo XXI, reflejo de la vulnerabilidad real.

Este desastre exige acción gubernamental diligente e inmediata. No bastan excusas. Se requieren auditorías independientes (para identificar causas del fallo eléctrico, comunicaciones, transporte y, sobre todo, la lenta recuperación), transparencia total y depuración de responsabilidades a todos los niveles.

¿Fallaron protocolos, previsiones o inversiones?. Esperamos respuestas.

Paradójicamente, mientras la Agenda 2030 impulsa la electrificación y digitalización total, este evento (con redes eléctrica, de comunicaciones y de transporte colapsadas) demuestra que la base en la que se sustenta es peligrosamente frágil. Aumentar la dependencia sin robustez probada es temerario e irresponsable. Urge cuestionar esta estrategia y explorar la reducción de dependencia o asegurar alternativas robustas no exclusivamente eléctricas/digitales. La seguridad debe primar.

La gestión comunicativa fue otro fracaso, agravado por la caída de redes digitales. La falta de información oficial clara, durante más de seis horas, y la percepción de mensajes disonantes erosionan la confianza pública, máxime dada la desconfianza previa de muchos ciudadanos hacia la palabra del Ejecutivo y su presidente, dificultando la gestión de la crisis y alimentando la incertidumbre.

El apagón, silencio y caos del 28 de abril exigen más que reparaciones, lamentos y excusas. Requieren una acción gubernamental inmediata, una investigación transparente que señale fallos y responsables en todas las redes afectadas, y, crucialmente, un replanteamiento estratégico valiente sobre nuestra múltiple dependencia (eléctrica, digital, de transporte electrificado).

Es hora de cuestionar si la ruta marcada por agendas como la 2030 es compatible con la seguridad y resiliencia que España necesita urgentemente. La realidad ha hablado con oscuridad, silencio y parálisis; ignorarla sería de una irresponsabilidad extrema.

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