El otro día me desmayé.
No había desayunado y eran las 14:00 del medio día. Cuando me propuse ir a la cocina de mi oficina, me tropecé con la silla y me torcí el tobillo muy fuerte.
No podía mover el tobillo, y me empecé a marear. Rápidamente me senté en la silla, empezó todo a dar vueltas, y lo siguiente que recuerdo es abrir un poco los ojos y ver a mis compañeras pidiendo un médico.
Me dieron un poco de azúcar, y volví a estar bien.
Para mí, que me gusta aprovechar cada situación para conocerme más, estuve pensando y me di cuenta, de que tal vez eso se sentía cuando morías.
De repente estás aquí, y ya no.
Pero claro, nunca me había parado a pensar que igual no se siente nada.
Que nos creemos muy importantes, pero luego igual no lo somos tanto. El mundo va a seguir como estaba, avanzando sin cada uno de nosotros.
Y entonces, una vez te das cuenta, le quitas importancia a los problemas que ahora mismo son un mundo.
Lo vi muy claro hace bastantes meses, cuando tenía una deuda en mi antigua empresa de 23.000 euros. Recuerdo estar estresado todo el día, con miedo de que desapareciera la empresa y tener que trabajar durante dos años, sin gastar nada, simplemente para estar a cero.
¿Cómo solucioné esa situación?
Por un lado, me puse de ejemplo situaciones que hace años me parecían un mundo, y que ahora no me importaban. Así que, “tal vez”, podía ser que estuviera distorsionando la situación y viéndola peor de lo que era.
Por otro lado, me di cuenta que me estaba victimizando. Pensaba que esa deuda no era responsabilidad mía, porque yo me había encargado únicamente de la parte de ventas. Ni había mirado la parte de cómo se gestionaba ese dinero.
Y aquí tenía dos opciones, seguir diciendo pobre de mí, todo está en mi contra. O coger la responsabilidad, ver las cartas que tenía encima de la mesa y jugar con ellas lo mejor posible.
Y en menos de 6 meses conseguí solucionar toda la deuda. Y no solo eso, conseguí aprender a filtrar mucho mejor a las personas con las que me junto, a cómo gestionar mejor una empresa, a aumentar mi habilidad de gestionar problemas y soportar el estrés, a abrirme más con mi gente cercana, y así podría seguir con hojas de aprendizajes.
Otra parte que me ayudó, es que como sé como funciona mi mente, le puse más ejemplos para que entendiera que estaba interpretando esa situación. Fue algo así:
Yo: ¿Qué te parece esta situación?
Mente: Una m…
Yo: Vamos a hacer una cosa, te voy a poner la misma situación que estás viviendo en otro contexto.
Imagina que has fallecido. Y ahora mismo te doy una opción: te dejo que vuelvas a la vida, pero la única condición es que vas a tener una deuda de 23.000 euros. ¿Cómo te sentirías?
Mente: ¡La verdad que muy contento!
Entonces, no depende de la situación que te está pasando, sino de lo que estás interpretando sobre ella. Porque en otro contexto, el mismo hecho, te lo tomas de una forma completamente distinta.
Y he aquí la respuesta de por qué te molesta que tu hijo te conteste de una forma, o que no soportes a alguien. Lo estás interpretando de una forma que juega en tu contra.
Obviamente, con las excepciones de que alguien traspase ciertos límites como el maltrato.
Te estás contando una historia en tu cabeza (que no has elegido y es normal que nunca hayas parado a verlo de otra forma), para justificar que el otro es la causa de tu sufrimiento y no coger esa responsabilidad que te permitiría estar tranquilo y tener una mejor relación con esa persona.
Pero claro, para mí ha sido un camino muy largo el irme dando cuenta de esto, y me sigo empujando hacia esa dirección cada día.
¿El resultado? Mejorar de manera radical la relación con todas mis personas cercanas.
¿Contras? Que tienes que ser muy honesto contigo mismo para poder ver cómo eso que te molesta de la otra persona, no depende de ella.
Y aquí meto el matiz de que esto no es para fustigarte y pensar que estás mal, o que no deberías sentir lo que estás sintiendo. Sino con el fin de entenderte mejor, comprendiendo que no lo podías haber hecho mejor, porque nadie te lo ha enseñado antes de esta forma.
Pero a su vez, con ese motor de querer entenderte.
Y cuánto más te entiendas, más vas a entender al de enfrente y menos te va a molestar lo que hace. Tal vez no estés de acuerdo con lo que dice o hace, pero ya no sentirás esa sensación de frustración. O al menos, eso es lo que he visto que me ha pasado a mí.
Una vez vas cogiendo esa responsabilidad, unida a darte cuenta que te vas a morir y no pasa nada; sueltas muchos lastres de querer tener la razón sí o sí (porque igual no la tienes), de dar lecciones a todo el mundo (céntrate en ser un ejemplo), o de pensar que esto que te ha dicho esa persona ha sido para fastidiarte (depende de cómo lo estás interpretando).
Y así, la vida es un regalo donde puedes crear lo que quieras. ¿Qué vida quieres crear con tu familia? ¿A nivel laboral? ¿Con tus relaciones cercanas?
¿Vas a querer que todo sea exactamente cómo tú quieres y sino te cabreas? ¿O vas tratar de entenderte y elegir ver la vida sin querer que sea de otra forma, estando tranquilo?