Se ha escrito mucho en la última semana contra la decisión del PSOE de incluir la “plurinacionalidad” en su ideario oficial. El problema es que las declaraciones de Adriana Lastra y demás portavoces del nuevo PSOE durante el mismo espacio de tiempo no han hecho sino reafirmar el nuevo artículo de fe socialista. Y ya ha declarado Pablo Iglesias que uno de los temas que tratará con Pedro Sánchez en su inminente reunión es el ahondamiento de la “plurinacionalidad”.

Es decir, que esto va para largo y no se detendrá ante la primera oleada de críticas. Recordemos, además, que la unión de Podemos y el PSOE tiene serias posibilidades de gobernar España en un futuro próximo, sobre todo si estalla algún nuevo escándalo vinculado al PP. Lo único que queda, por tanto, es seguir dejando constancia de todas las razones por las cuales la plurinacionalidad es una idea tan mala como inoperante, hasta que la izquierda la descarte o hasta que un número suficiente de votantes descarte a esta versión de la izquierda.

Señalemos, por ejemplo, que el nuevo PSOE plurinacional ha proclamado de forma implícita la existencia de dos Españas. Pero no se trata de la España de izquierdas y la España de derechas que se habrían enfrentado en sucesivas guerras civiles, sino de algo distinto.

El caso se verá si miramos a una nación cercana: el Reino Unido. Este es un país casi ejemplarmente plurinacional. Existen cuatro naciones -Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda- y entre todas componen el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Todo ciudadano nacido en las islas tiene su nacionalidad English, Scottish, Welsh o Irish y, además, la supranacionalidad British.

Para mayor satisfacción de los nacionalistas, las naciones británicas están firmemente atadas al territorio. Si uno nace en Inglaterra es inglés y jamás puede ser galés, irlandés o escocés. Como mucho, puede ser un inmigrante bien asimilado en Edimburgo o en Belfast, pero si quiere encontrarse con los escoceses o irlandeses solo podrá hacerlo desplazándose hacia arriba y colocándose en la identidad British. Los desplazamientos laterales son, al menos en principio, imposibles.

El problema es que este modelo de “nación de naciones” funciona porque la distinción entre las partes y el todo es nítida: Inglaterra + Escocia + Gales + Irlanda = Reino Unido. Lo que PSOE y Podemos parecen estar proponiendo aquí sería algo distinto: Cataluña + País Vasco + Galicia + España = España.

Es un sinsentido, pero no se puede entender de otra manera. No creo que nuestros plurinacionalistas estén proponiendo que los no-catalanes, no-vascos o no-gallegos pertenezcan a una nación distinta de la española (¿o van a decir a los andaluces, asturianos y baleares que su nación es la castellana? ¿O van a reivindicar que Murcia, Cantabria y Madrid también son naciones propias?). Al mismo tiempo, la expresión “España es una nación de naciones” indica que el resultado de sumar todas las naciones que contiene tan abigarrado país sería, también, España.

O sea, que para el nuevo PSOE existen dos Españas: la España-Parte y la España-Todo. Pero convendremos en que España no puede, lógicamente, ser a la vez parte y todo. Habría que delimitar cuál de los dos entes es España, y a cuál llamamos de otra forma.

Intentemos descifrar el enigma. Como decía, el España-nación-de-naciones da a entender que España es el todo. Pero, en caso de ser así, la nación de los independentistas catalanes, vascos o gallegos seguiría siendo la española, que en este esquema sería superior a sus naciones particulares. Dado que la izquierda habría montado todo el tinglado plurinacional para contentar, precisamente, a los nacionalistas, suponemos que habría que descartar esta opción.

España sería, entonces, la parte. Esto tendría varios inconvenientes, empezando por suponer la imposición de una nacionalidad que no quieren a aquellos vascos, catalanes o gallegos (empezando por el presidente del Gobierno) que sienten que su nación es España. Como decía la semana pasada, incluso si aceptamos que es injusto imponer a los independentistas una nacionalidad que no sienten, la solución nunca sería hacer la misma injusticia solo que al revés.

Pero el problema más inmediato sería el de cómo nombrar a esa España-Todo que ya no se podría llamar sencillamente España; aunque solo sea por que no les estalle la cabeza a los futuros estudiantes de Educación para la Plurinacionalidad. Se podría optar por algo ortopédico, como España Bis, España+ o España 2, o por algo pop como España Turbo o Iberia Awesome. O quizá, ya que para Adriana Lastra nuestro modelo sería Bolivia, nación nombrada tras su libertador, el nuevo ente plurinacional se debería llamar Sanchia. O, siendo justos, Pablivia.