Yo soy el bufón y la partida ha terminado, aposté al color equivocado… escribió y cantó Manolo Tena que este lunes se fue. Era la voz rota, rasposa y cazallera de los 70 que todavía hoy suena como entonces, que todavía hoy despierta en muchos esa dosis ya dormida de rebeldía que el paso del tiempo ha descompuesto. Nos hemos vuelto sosos, previsibles, cobardes y acomodaticios. Y ahora las letras de Tena ya nos incomodan porque nos abren en canal y acampan en ese punto donde se ahogan los sueños perdidos y los ideales desechados y afloran la añoranza por lo que nunca alcanzamos.

Tena pronto supo que había apostado al color equivocado y lo plasmó en Desnudo bajo las lluvias, una de sus grandes creaciones en la que dibujó su desencanto, esa sensación de derrota que le acompañó y que desde sus primeras canciones le señaló el camino a recorrer hasta el final. Siempre reconoció que le dio a su cuerpo todo lo que este le pidió, y muy pronto se embarcó en una huida hacía adelante sin llegar a detenerse jamás. Pero el talento estuvo de su parte y sus letras son un monumento a esa estética derrotista que cultivó y a los efectos colaterales con los que la vida nos va poniendo a prueba. (Desnudo bajo las lluvias, un simple corazón / tan loco como el deseo, absurdo como el dolor / y tan inútil como una oración entre los restos del naufragio / la esperanza puede aún renacer, la vida empieza en cada amanecer / más triste que la tristeza, más amargo que la hiel).

Fue un superviviente de sus éxitos y de sus fracasos –tuvo mucho de ambos– y tanto unos como otros le acabaron pasando factura. Ahora ha huido de todo esto –incluido de sí mismo– y volvemos a darnos cuenta de que, como el coyote, siempre parece que llegamos tarde, y que en este país a veces imaginario y a veces excesivamente real, los correcaminos, como en los dibujos animados, también se salen con la suya. Hay que tocar madera, como decía él, hay que tocar mucha madera para respirar aquí.

Suspendemos a nuestra siempre sospechosa clase política, y no aprobamos a nuestra también sospechosa Monarquía a la que el 23,7 por ciento de los españoles califica con un 0, según la encuesta publicada este mismo lunes por EL ESPAÑOL. Lo que no dice ninguna encuesta es que nosotros, como ciudadanos, tampoco damos la talla, tampoco estamos a la altura del momento, quizá porque no hemos sabido aguantar el paso o porque el trascurrir del calendario nos ha pasado excesivas facturas o porque, como dejó escrito José Antonio Labordeta, “avanzamos dejando en las veredas y en los caminos, en los recuerdos y en la vivencias paisajes y paisanajes que el tiempo destruye, desvirtúa, y con ellos se nos van muchas esperanzas e ilusiones”.

Sangre española por doquier. Cuando no estás todo va mal / cuando no estás no hay nada / cuando no estás quiero llorar… reza su letra más famosa, esa que todos guardamos y que nos recuerda de vez en vez la marca de tamaña traición. Los restos de tantos naufragios, propios y ajenos, que nos acompañan y se convierten en un lastre, en testigos mudos de nuestro mísero deambular. Pasa un siglo, un minuto y tanta desilusión... ¿Cuál ha sido el error?