La precampaña electoral española está dejando abundante material para el análisis: un presidente tan incapaz de plantearse debatir con los candidatos de la "nueva política" como lo ha sido de tareas tales como limitar la corrupción -o simplemente de gobernar- y que trata de pasar por un supuesto estadista, por un hombre que no tiene tiempo para debatir "porque está muy ocupado solucionando los terribles problemas del país"... que supongo incluyen pasarse tres horas comentando partidos de fútbol.

Supuestamente es él, el heroico prócer de la patria, el que va a dirigirnos, con su gran experiencia, por la senda de peligros insondables que nos acechan en el complicado momento actual. Los otros carecen de experiencia, lo que pretende situar en el imaginario popular como "son unos locos imprudentes que irrumpirán en el panorama político como el aprendiz de brujo de Fantasía, destrozando toda posibilidad de recuperación con sus golpes desenfrenados de varita mágica". Interesante, particularmente cuando no hablamos de adolescentes, sino de personas en torno a los cuarenta años, preparadas, con más formación que él, más idiomas, más estudios, y más propósito de atacar algunos de los problemas más importantes de este país que el demostrado por el presidente a lo largo de toda su vida política.

Un interesante artículo en Slate, "The world is not falling apart", nos invita a considerar la genial frase de Bill Clinton, "follow the trend lines, not the headlines" ("sigue las tendencias, no los titulares") a la hora de valorar el momento actual. El desarrollo y popularización de una tecnología como internet, capaz de interconectar el planeta en tiempo real, nos lleva ahora a una curiosa situación: si explota una bomba en donde sea, lo sabemos inmediatamente y por diez canales diferentes. Rápidamente, nos sentimos en el foco de la noticia, lo vemos todo repetidas veces, con todo lujo de detalles... y pasamos a tener la sensación de que el mundo entero está asolado por el terrorismo.

Sin embargo, la gran realidad es que, si hacemos caso a los datos, el mundo nunca ha sido tan pacífico y tan tranquilo como lo es ahora. Todas las gráficas, sean de muertes violentas, guerras y conflictos armados, matanzas, genocidios, violencia sexual, abusos o de cualquier crimen al que podamos temer apuntan clarísimas tendencias descendentes, y nos sitúan en el mejor nivel de la historia. Nunca en la vida del hombre -como especie- hemos tenido tantas posibilidades de morirnos... de viejos.

Menos miedos. Menos lobos, Mariano. Es tiempo de cambios, no de miedos. Que pase el siguiente.