Opinión

Sabina

Sabina en un concierto en Gran Canaria en 2015.

Sabina en un concierto en Gran Canaria en 2015. CC

  1. Opinión

Por Víctor Llano

A Dylan no parece importarle que le hayan premiado con el Nobel de Literatura. Para lo que sí ha servido es para recordarnos que en España vive el más grande después de Rafael de León. ¿A qué esperan para darle el Cervantes a Joaquín Sabina? Según declaró, Dylan le cambió la vida, él sabrá, lo cierto es que como a otros muchos, la mía la cantó él.

Princesa, tú lo sabes, sigue con tus movidas reina, pero no me pidas que me pase la vida pagándote fianzas. También lo sabes tú, María, que para no asediarte con mi antología de sábanas frías y alcobas vacías, para no comprarte con bisutería, ni ser el fantoche que va en romería con la cofradía del Santo Reproche, tanto te quería, que tardé en aprender a olvidarte diecinueve días y quinientas noches.

Cantó mi vida porque he llorado en Venecia, me he perdido en Manhattan, he crecido en La Habana, ha sido un paria en París, México me atormenta y Buenos Aires me mata. Porque no quiero que me esperes a las doce en el juzgado, ni me digas volvamos a empezar, no quiero ni libre ni ocupado, ni carne ni pescado, ni orgullo ni piedad.

Porque este pez ya no muere por tu boca, este loco se va con otra loca, estos ojos no lloran más por ti. Porque no quiero que me compren por menos de nada, que me vendan amor sin espinas, que me duerman con cuentos de hadas, que me cierren el bar de la esquina.

Porque vivo sin patria ni dueño, y como el aire lo regalan y el alma nunca la empeño, con las sobras de mis sueños me sobra para comer. Porque para entender lo que pasa, hay que haber llorado dentro del Calderón que es mi casa.

Porque mira si soy colchonero que paso por Concha Espina como pasa un forastero. Porque, superviviente, sí, ¡maldita sea!, nunca me cansaré de celebrarlo, antes de que destruya la marea las huellas de mis lágrimas de mármol, si me tocó bailar con la más fea, viví para cantarlo. Porque yo también fui más lejos, le adiviné las cartas al adivino, aposté contra mí por no hacerme viejo, en la ruleta rusa de los casinos.