Diego Ventura clava sin 'bocao' un par a dos manos

Diego Ventura clava sin 'bocao' un par a dos manos Plaza 1

Toros

El rejoneo ya tiene su 'Viti': Diego Ventura abre su decimocuarta Puerta Grande

El rejoneador de La Puebla del Río se convierte en el primer caballero en alcanzar esa cifra tras cortar tres orejas y salir a hombros junto a Leonardo Hernández.

28 mayo, 2017 22:19

Diego Ventura ha vuelto a salir a hombros en Madrid. Catorce veces acumula ya, igualando a El Viti, pero sin ser igual. Es el primer rejoneador que alcanza esa cifra récord. Para igualar a Su Majestad tendría que hacerlo, al menos, otra vez. Una segunda vuelta: Ventura ya es el Viti del rejoneo. La tarde fue un festival. La Latina trasladada a Las Ventas pero con camisas y chaquetas, gafas de sol de espejo y pantalones de colores. La esencia es la misma. Pasar la tarde bebiendo y aplaudiendo. En la primera plaza del mundo el rejoneo se ha convertido en un recreo. Nunca diré que está mal -he sido siempre de recreos- pero a lo mejor habría que plantearlo de otra manera. En todo caso la propuesta de un mano a mano entre los dos rejoneadores del 2016 en esta plaza convocó a un público alegre, voraz y simpático que, al menos, lo pasó genial. No había esa tensión de espuelas en alto.

Diego Ventura desorejó al tercero. Mantuvo el ritmo a la salida del segundo, agostado el galope. Los pitones marcaban el aire acapachado. Qué tragedia de puntas. Pierde el toro la personalidad. Quiso irse. Ventura lo sujetó en una vuelta templada, metido el toro en la cincha, saliendo un poco, abriendo, para luego apretar otra vez. Roneo se fue largo. Acudió al encuentro bajo un coro de palmas. Todo era alegría. Clavó y se quedó en la cara. El toro se echó encima. Un poco aburrido estos alardes sin consecuencias. Clavó sólo una. El toro esperaba. Más doma con Fino, entusiasmado el público. Frente a frente, piruetas salteadas. Lo cambió de terrenos. Otro adorno como un molinete para volver a colocarse. Qué listo. El siguiente fue un gran par. Dejó la acción al toro. El caballo aguantó con un redoble de patas. Clavó arriba. Se tiraba de los pelos Ventura. Hizo lo mismo con el bocao, desnudando a Dólar, que se volcó sobre el toro, liberado. Ventura lo manejaba con los pies. Sin obligación, el caballo echó la cara hacia delante. Consumada la acción comenzó una carrera de espaldas muy graciosa: el rejoneador levantaba los brazos y todo iba como si rebobinara. Así, marcha atrás, aparcando, metió al caballo en la cuadra. El rejonazo fulminó al toro despacio, aguantando el peso del destino sobre las manos en tensión. La muerte volcó la plaza. Ventura había desorejado otro toro en Madrid: catorce Puertas Grandes, vaya vitrina.

Ventura, con el récord en el bolsillo, salió más apaciguado. A punta de gas. Sueño volaba bajo, electrizado, de un lado a otro. Qué caballo. El toro había salido centrifugado. Alcanzaba la grupa y se volvía, como si lo lanzara una cuerda elástica enorme. Ya se apagó. Hundido vio a esa montura y a Verdi hacer cosas alrededor. El contraste es curioso. Bailar con una columna. Chalana se dejó llegar al toro. La quemazón del quiebro, lo mejor de la tarde. En el siguiente la notó, inexistentes los espacios. No quiso poner cortas, y en esa tensión baja de tenerlo en la mano, pinchó. Muleta en mano, Ventura cerró al toro con dos doblones. La intención la tenía cuando cogió la muleta. Se veía venir. Los andares, esa forma de llegarle al toro con el toque de bambas sueltas, a la vez que pisa, muy de la Puebla. Se escucharon dos bienes. Mira, ya ha toreado en Madrí. Lo único: el toro tenía un rejonazo, moribundo. So no vale.

Con muchísimos pies salió el primer toro de la tarde. Estirado el cuerpo tras la cola de Lambrusco. Ventura recorrió el ruedo de arriba a abajo, de izquierda a derecha. Tanteando todos los terrenos. Arriesgó con Sueño con la tranquilidad de las puntas redondas. Cerca de toriles primero, debajo del '7' después: salió trastabillado del lance, sin consecuencias. La actuación se elevó con Nazarí. El toro tenía carbón. Arqueaba el cuerpo el caballo, en un galope a dos pistas bellísimo. Saltaban las herraduras. La barriga era la panza de una muleta viva. Falló en los medios con las cortas a lomos de Bombón, una pintura con el color exacto de la arena, un cuello como una cama de matrimonio. El rejonazo fue fulminante. La oreja giró la llave para convertir la fecha en efeméride.

A hombros lo acompañó Leonardo. Cuando llegó Ventura a la furgoneta, se dividieron los dos. Para un rejoneador salir a hombros debe ser más cómodo que andar: a Leonardo lo llevaron así buscando su vehículo por la explanada de Las Ventas. El capitalista andaba perdido y alguien le indicó. Leonardo descabalgó y entró como copiloto a un utilitario. Poco torero. En estos casos es preferible un taxi. Comenzó a responder a Ventura yendo al encuentro del segundo, que bajó el ritmo trepidante de la primera actuación de la tarde. El toro se calentó bajo Sol -son muchos días- y fue capaz de entrar hasta el estribo. Por un momento pareció que la cabalgadura se desmoronaba. Aguantó Hernández y de largo lo llamó. La banderilla no fue muy buena. En la media distancia quebró con Despacio. Casi saltó al toro al primer intento. Templadísimo el par a dos manos pero trasero como el resto. Xarope dejó una rosa de tallo largo. Nada que ver con las jerezanas de Bohórquez, tímidas, concretas, pequeñas. Un rejonazo atravesó el toro, que se tragaba la muerte entre estertores. Leonardo saltó de alegría en un gesto juvenil, ausente de boato, sin formalidad, ¡puro!, infantil, feliz.

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Amarró el triunfo con el último. Se encontraron Leonardo, Estoque y el sexto, prendido como una exhalación, cuando empezó a llover. El toro seguía corriendo después de desaparecer la montura. Esquivando subalternos. Un capotazo lo paró en los medios. Qué caballo Calimocho, y qué nombre. Negro, algo, mucha personalidad, perfecto para Ed Harris. Otra vez Despacio para amarrar el par a dos manos. Estaba pesadita la tarde. Un poco sin emoción. Xarope volvió a la carga. El talismán de Leonardo le dejó desparramarse sobre la testuz. Pegaban saltos. La gente lo agradeció. Leonardo encendió los fuegos de artificio. Tenía un problema de colocación de las banderillas. De nuevo caían traseras. La corta cayó en el sitio, tres dedos por delante del resto. Tête de la course. Tras el rejón, también trasero, descabalgó el rejoneador buscando con ese último tirón la oreja. No hacía efecto el acero: él entretenía a la gente con sus gestos. Falló el primer descabello. Las ganas de sacarlo a hombros no perecieron. Y venga, por qué no.

Fue peor su segunda actuación. No acompañó el toro. Abrió con Verdi en un embroque expulsado. Las dos banderillas cayeron a la misma altura, la segunda más delantera. Charro cantor lo puso todo. El toro vio indolente todas las piruetas. Las banderillas cayeron como abrigos en una percha. Dio unas cuantas vueltas con Xarope. No era suficiente. Se le iba Ventura. El descabello disolvió los ánimos hasta el saludo, el silencio de los rejones.










Ficha del festejo




Monumental de las Ventas. Domingo, 28 de mayo de 2017. Decimoctava de feria. Casi lleno. Toros de Carmen Lorenzo, bueno el explosivo 1º, se paró el buen 2º, 4º soso, de El Capea, el 3º que se dejó, y San Pelayo, sirvieron 5º y 6º.

Diego Ventura, rejonazo casi entero (oreja). En el tercero, rejonazo trasero (dos orejas). En el quinto, pinchazo y rejonazo trasero. Un descabello (saludos). Salió a hombros junto a Leonardo Hernández.

Leonardo Hernández, rejonazo entero (oreja). En el cuarto, rejón algo caído. Descabello (saludos). En el sexto, rejonazo traserísimo. Dos descabellos (oreja).