Alberto Salto, dueño de una carnicería.

Alberto Salto, dueño de una carnicería. Montaje.

Sociedad

Alberto Salto (35 años), dueño de una carnicería: "Pasé de ganar 10 euros al día a facturar más de 1 millón de euros al año"

El empresario y carnicero desveló los secretos que esconde su empresa para poder facturar miles de euros cada año.

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Las claves

Alberto Salto, dueño de "El As de las Carnes", ha pasado de ganar 10 euros al día a facturar más de 1 millón de euros anuales.

A pesar de un comienzo difícil y una crisis económica que lo obligaron a cerrar su primer negocio, Salto reinventó su carnicería aprovechando las redes sociales para atraer clientes de otras localidades.

El éxito de su negocio se consolidó con la venta de cachopos, llegando a producir 1.200 unidades en un solo día, y reduciendo sucursales para aumentar la rentabilidad.

Ahora, Alberto Salto alcanza cerca de 2 millones de euros en facturación al año, destacando la actitud y la superación como pilares de su negocio.

Alberto Salto es el alma de El As de las Carnes, una carnicería que combina esfuerzo, pasión y una visión moderna del oficio.

A sus 35 años, este emprendedor lidera un negocio que ha logrado superar el millón de euros en facturación anual, aunque su camino hasta llegar ahí ha sido todo menos fácil.

Huérfano de padre desde que tenía un año, con un hermano que pasó por prisión y otro con problemas de adicción, la economía tambaleaba en su hogar, motivo crucial por el que decidió tomar acción en su vida.

"A los 15 años cogí por primera vez un cuchillo por necesidad en casa. Por desgracia, a mi madre le costaba darme los dos euros para el bocadillo del desayuno", explica Alberto a EL ESPAÑOL.

Su primer trabajo fue en una pollería donde invertía hasta 12 horas al día, de lunes a sábados y, durante los primeros meses, sin contrato. Su sueldo tampoco era para tirar cohetes.

Tal y como confiesa a Alfredo Montes en un vídeo de Youtube, por día "ganaba 10 euros... iba lunes, miércoles y viernes. Los sábados cobraba 20 euros", señala.

Con 18 años abrió su primer negocio en el Mercado de Usera. Sin embargo, fue la crisis de 2008 que lo obligó a cerrar y a cargar con una montaña de deudas. "Mi negocio flaqueó. Tuve que cerrar y ponerme a trabajar para otros", explica Alberto.

De no tener WhatsApp a revolucionar las redes

Curiosamente, su gran despegue llegó gracias a algo que ni siquiera usaba. "No tenía ni WhatsApp, pero acabé trabajando en las redes de la carnicería de mis jefes. Empecé a subir cositas y en dos meses comenzaron a venir personas de otros pueblos", señala el Salto a Montes.

Alberto siempre ha defendido la honestidad como seña de identidad: "Para mí, lo más importante es la transparencia; pero por desgracia, cuando te muestran el oficio de carnicero te enseñan ciertos trucos", confiesa.

Y es que, asegura que la competición entre carnicerías se centra en "quien engaña a más clientes durante el día". Una filosofía que, señala, "no va conmigo".

Con las deudas aun pesando, escuchó a su jefe decir que vendía la carnicería por 60.000 euros. El banco le negó el préstamo, pero no se rindió.

El salto definitivo

Recordando aquel momento, Alberto cuenta a EL ESPAÑOL que enfrentarse a aquella época no fue fácil. Tuvo que volver a casa de su madre para ahorrar y pagar la deuda. Tras ello, finalmente consiguió el préstamo deseado.

Inspirado y muy decidido, transformó el negocio de las carnes. El boom llegó con la revolución de los cachopos: de rulo con cebolla caramelizada o de morcilla con manzana, eran unos de los de mayor éxito.

Aunque él, junto a su equipo, comenzaron a hacer 700 a la semana, pronto esa cifra aumentaría hasta llegar a 1.200 en un solo día.

Desde entonces, no se ha detenido. Hasta hace dos años tenía hasta cuatro sucursales, lugares con los que, confiesa, "apagaba muchos fuegos". Es por ello que fue el momento perfecto para frenar y entender su negocio.

"Pasé varias semanas preguntando a la gente de dónde venía. Me di cuenta de que si cerraba todo y me quedaba solo con la de San Fernando de Henares, tendría mayor facturación y menos gastos", dice.

Y dicho y hecho. Durante los siguientes años alcanzó el millón de euros. "Ahora tengo el restaurante, la nave industrial y el punto de origen, que es la ganadería y de la que somos socios", confiesa. A día de hoy, puede presumir de rozar los dos millones de euros facturados anualmente.

En cuanto a sus productos estrella, Alberto lo tiene claro: "Vendemos actitud, superación y buen ambiente". Y es que la buena actitud se ha convertido en su filosofía de vida, tanto es así, que la tiene tatuada en su brazo derecho como una fórmula matemática: el valor es la suma de Conocimientos y Habilidades multiplicado por la Actitud.