Diseñador de videojuegos admite que su progreso se debe a una importante ventaja.

Diseñador de videojuegos admite que su progreso se debe a una importante ventaja. Generada con IA

Sociedad

Joven europeo que gana 4.300 euros en Copenhague revela la clave de su éxito: "Es como salir antes en una carrera de 100 metros"

El diseñador de videojuegos admite que su éxito no solo se debe a su esfuerzo personal o su talento.

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Léon, un joven diseñador de videojuegos de 31 años que vive en Copenhague, representa un caso que genera debate en España y en toda Europa: gana 4.300 euros netos al mes, pero reconoce que su estabilidad económica no viene solo de su talento, sino del respaldo familiar que recibió desde pequeño. Su historia, recogida por Le Monde en la serie “La bonne paye”, pone sobre la mesa cómo el patrimonio heredado marca la diferencia en la vida de muchos jóvenes.

Un inicio marcado por el respaldo familiar

Desde su infancia, Léon contó con un apoyo que muy pocos disfrutan. Sus padres, con ingresos superiores a 11.000 euros mensuales, pagaron los 7.000 euros anuales de su prestigiosa escuela de diseño de videojuegos y financiaron toda su vida universitaria. Esto le permitió concentrarse en sus estudios sin preocuparse por pagar la renta ni buscar empleos para cubrir gastos básicos. “Trabajaba solo para mis vacaciones”, aseguró.

Su trayectoria profesional estuvo siempre acompañada por este soporte económico. Con 27 años, logró comprar un estudio en París valorado en 290.000 euros, algo inalcanzable para muchos jóvenes que ganan 2.200 euros mensuales. La operación fue posible gracias a una sociedad familiar y un aporte directo de sus padres, que ya tenían en mente la herencia futura.

Patrimonio que cambia el rumbo de una vida

El colchón patrimonial continuó siendo decisivo. A los 20 años ya tenía 25.000 euros en una cuenta de ahorro abierta por su padre antes de su nacimiento. Hoy, suma más de 100.000 euros en capital acumulado gracias a las donaciones posteriores a la venta de la empresa familiar. Esto le permitió mudarse a Copenhague con su pareja, asumir un alquiler de 2.000 euros y finalmente adquirir un piso de tres habitaciones con la entrada cubierta por su propio capital.

Aunque su salario como diseñador de videojuegos le ofrece una vida cómoda, él mismo admite que su ventaja competitiva no depende solo de su trabajo, sino del contexto familiar en el que nació. Su caso reabre en España y en el resto de Europa el debate sobre las desigualdades patrimoniales: mientras miles de jóvenes apenas logran pagar el alquiler, otros comienzan la vida adulta con un impulso que les garantiza seguridad y libertad de elección.