El catedrático de la Universidad de Sevilla, Ramón Espejo.

El catedrático de la Universidad de Sevilla, Ramón Espejo. Cedida

Sociedad

Ramón Espejo, catedrático universitario: "Se paga mal y hay persecución a los profesores"

Ramón Espejo alerta de la crisis educativa en España con plazas vacantes, presión sobre los docentes y pérdida de prestigio de la profesión.

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La situación del sistema educativo español atraviesa una de sus mayores crisis en décadas.

Las últimas oposiciones a docentes de Secundaria y Formación Profesional dejaron vacantes en torno al 23% de las plazas ofertadas en todo el país, llegando en comunidades como Madrid a un 36%.

Ante la falta de candidatos, las administraciones se ven obligadas a recurrir a listas extraordinarias para cubrir aulas, agravándose el problema en especialidades como Matemáticas.

Una situación crítica

En este contexto, la voz del catedrático de la Universidad de Sevilla, Ramón Espejo, resuena con especial fuerza.

Autor del libro 'El laberinto educativo y el aprendizaje fake', Espejo lanza un diagnóstico claro sobre la situación.

"Hay 'profefobia', se paga mal y hay persecución a los profesores", sentencia.

A su juicio, el atractivo de la profesión ha caído en picado, y lo que antes era una aspiración sólida para los graduados universitarios, hoy apenas despierta interés.

El problema, señala, no se limita únicamente a los salarios. Aunque las retribuciones no son especialmente competitivas, Espejo advierte que una simple mejora económica no resolvería la crisis.

Esto se debe a que el verdadero mal radica en el deterioro del respeto hacia el profesorado y en el trato que reciben desde las instituciones y la sociedad.

Según explica, los docentes viven bajo una presión constante que combina burocracia, exigencias crecientes y un clima de desconfianza.

Reprender a un alumno o suspenderlo se ha convertido en un terreno minado: padres empoderados, directivos complacientes e inspectores que suelen ponerse del lado del reclamante bajo la premisa de suspensos "injustos" o supuestas "manías" del profesor.

Para él, este escenario refleja una demonización del papel del profesor que la pedagogía actual ha contribuido a normalizar, complicando aún más su labor.

En ese sentido, el catedrático denuncia lo que denomina "profefobia": una animadversión hacia quienes intentan ejercer con rigor, que se ve reforzada por un modelo pedagógico que prioriza lo emocional y lo lúdico.

"No se tiene en cuenta a los expertos educativos. Se escucha solo a los pedagogos, reduciendo las clases a gestionar los sentimientos de los alumnos y a hablar de temas profundamente ideologizados pero de manera superficial y dogmática", afirma con contundencia.

La crítica va más allá. Espejo sostiene que se está imponiendo un modelo de enseñanza que convierte al profesor en mero ejecutor de guiones preestablecidos, donde el objetivo principal es entretener y mantener la calma en las aulas.

En su opinión, este planteamiento trivializa la enseñanza y expulsa de la profesión a los docentes vocacionales, cansados de ser vigilados y desautorizados.

"Hay una clara persecución hacia los profesores, que cada vez más tenemos que dar clase repitiendo un guion que ha sido aprobado previamente por un sistema que opina que la mejor manera de enseñar anatomía a un médico es mediante la gamificación", lamenta.

El panorama que dibuja Espejo es pesimista: de no revertirse esta situación, el sistema educativo seguirá enfrentándose a un déficit de docentes.

La falta de condiciones dignas, la presión institucional y el desprestigio social podrían hacer que las nuevas generaciones eviten una profesión que debería ser de las más respetadas.