Hemos empezado el año con restricciones sociales, mascarilla, con frío y con nieve en gran parte del territorio. Muchos de los afectados por el paso de la borrasca Filomena han tenido que quedarse el fin de semana en su casa, algunos han podido disfrutar de la nieve pero también ha habido otros que han pasado una odisea para poder desempeñar su trabajo porque ejercen una labor esencial, ya que de ese trabajo, depende la salud y el bienestar de otras personas. 

Con la pandemia no solo se reafirmó la importancia de la labor del personal sanitario, sino que también, por primera vez, se reconocieron imprescindibles otros servicios como limpieza, seguridad, asistencia a personas dependientes, etc.

A este grupo de trabajadores imprescindibles pertenecen los profesionales que trabajan en las residencias de personas dependientes: gerocultores, auxiliares, personal sanitario, de limpieza, de cocina… Un temporal como el que ha pasado y que aún está dando sus últimos coletazos, ha vuelto a sacar a la luz la vocación de servicio que tienen quienes trabajan con los más vulnerables, en este caso, las personas dependientes, y la determinación de su labor como servicio esencial. Durante la pandemia, se han enfrentado a un virus invisible dando lo mejor de sí mismos y ahora, con el temporal sufrido, se han enfrentado a barreras físicas, en ocasiones, muy difíciles de salvar. 

El azote del temporal ha incidido con diferente intensidad en diversas zonas. En la Residencia Nuestra Señora de las Mercedes de El Royo, en Soria, ya el viernes algunas trabajadoras decidieron dormir en el centro. Ente ellas se encontraba Blanca Gil, gerocultora en esta residencia gestionada por Clece. Lo primero que oímos de Blanca es “¡me encanta lo que hago!”. Cuando terminaba su turno de tarde ese viernes, Blanca decidió llamar a su casa para decir que se quedaba a dormir en El Royo porque no sabía cómo sería la situación al siguiente día y “por no dejar desatendido el trabajo que es nuestra responsabilidad”. Como vive a 25 km de su trabajo, así se aseguraba de cubrir su turno el sábado.

Blanca está orgullosa de haber cumplido con su deber y de sus compañeras, entre otras cosas porque “de las que se quedaron a dormir, había gente con familia y con niños pequeños”.  Finalmente, el sábado, el resto de compañeras pudieron acudir a trabajar. “Como unas valientes numantinas a las 7 de la mañana estaban trabajando” afirma la gerocultora, que también cuenta la anécdota de una de ellas a quien su padre llevaba a trabajar, cuando de repente el coche en el que viajaban se deslizó hasta la cuneta a causa de la nieve. Dio la casualidad de que pasaba por allí un vecino con el tractor y gracias a él la auxiliar llegó a tiempo a su trabajo. Blanca pasó en total tres noches en la residencia voluntariamente, para asegurarse cumplir con su deber y concluye convencida: “cada una ha arrimado el hombro como ha podido”

En Laguna de Duero (Valladolid), la noche del viernes, la directora y la supervisora de la Residencia Gerohotel Clece Vitam, dedicada al cuidado de personas mayores, reajustaban turnos y hacían planes de previsión, anticipándose a que algunos trabajadores no pudieran desplazarse al día siguiente. En la mañana del sábado 9 de enero, en vista de la situación, la directora del centro, Silvia Ramón, llamó a un grupo de trabajadoras a las que correspondía realizar el segundo turno de trabajo del día, para que no acudieran al centro dada la creciente intensidad de la nevada y se quedaran en casa por seguridad.

Afortunadamente, el cocinero que también desempeña un trabajo esencial, pudo llegar a pie facilitando las cosas y dejando resuelto el tema de las comidas. Como lo más importante era atender a los usuarios hubo que organizarse y como afirma Silvia, “el personal que había, hacía todo lo de todos”: las camas, la limpieza… Así salvaron casi todo el sábado, en que “ya se pudo contar para el turno de noche con más trabajadores que acudieron desde Laguna y Pedrajas”, declara la directora, porque el acceso desde estos pueblos, aunque difícil, era posible. Algunos empleados del turno anterior se quedaron el tiempo que fue necesario para que los usuarios no quedaran desatendidos en ningún momento. Y lo consiguieron. Los residentes tuvieron todas sus necesidades cubiertas. Recibieron las comidas y la medicación a la hora de siempre y además se mostraban encantados con el paisaje tan bello que mostraba la nieve.

Algo parecido ocurrió en la Residencia Villa de La Seca también en Valladolid, gestionada asimismo por Clece, que se encontró, tal como afirma Ruth Sanz, su directora, “en una situación que nunca habíamos vivido”. En este caso, unas trabajadoras del turno de tarde que iban de camino a la residencia quedaron atrapadas en la carretera que va de Medida del Campo a La Seca, a causa de la nieve y de un autobús que quedó atravesado en la carretera bloqueando el paso.

Dos trabajadoras de la Residencia Villa de La Seca (Valladolid) en la excavadora que las llevó hasta su centro de trabajo.

Dos trabajadoras de la Residencia Villa de La Seca (Valladolid) en la excavadora que las llevó hasta su centro de trabajo. Clece

Al final y como si de una película de superhéroes se tratara, acudió el marido de una de ellas con una excavadora y consiguió llevarlas a su trabajo y abrir camino a otros vehículos que también habían quedado atrapados. Entretanto, en la residencia, el turno de mañana se alargó hasta que ellas pudieron llegar y posteriormente el turno de noche quedó cubierto por cuatro personas que se ofrecieron para ello. Una vez más los usuarios, que son lo más importante para el personal de Clece, no notaron nada diferente en la atención recibida pero sí mostraban su preocupación por los trabajadores y no dejaban de repetir que “no hay manera de agradecerlo lo suficiente”.

En la Comunidad de Madrid los efectos de Filomena fueron de mayor envergadura. En la Residencia con Centro Ocupacional (Resco) de Colmenar de Oreja, se quedaron sin calefacción, agua caliente y luz eléctrica porque la nevada derribó un tendido de electricidad. La directora de la residencia, Arancha Sobrino, se puso en contacto con el 112, “me recomendaron evacuar el centro pero no era factible por la pandemia y además no podíamos salir. Estábamos aislados por la nieve”, relata. Entonces contactó con el alcalde del pueblo, David Moya, que le ayudó a localizar a un vecino que tenía un generador eléctrico y con su ayuda se pudo restablecer la electricidad en el centro

En la Residencia El Berrueco las auxiliares y una enfermera no pudieron volver a su casa el viernes por la tarde debido al colapso provocado por la nieve. Los trabajadores de esta residencia se volcaron desde el primer momento con los usuarios del centro porque sabían que les necesitaban y a pesar del temporal debían seguir trabajando, dejando a un lado el cansancio provocado por el esfuerzo de hacer más labores de las habituales. Raluca Dunca, auxiliar de enfermería en esta residencia lo cuenta así: “Entré a trabajar el viernes, y por la nevada no pude volver a mi casa ese día. Me pidieron que me quedara a trabajar por la noche, y me fui a descansar a casa de una compañera La experiencia fue dura, estábamos deseando ir a nuestras casas pero a la vez no podíamos dejar solos a nuestros residentes. Hemos priorizado su bienestar por encima de todo”. 

En la residencia Pablo Neruda de Ciempozuelos, residen 70 mayores que quedaron aislados por el temporal Filomena. En situaciones extremas, hay personas que estimulan su ingenio y eso fue lo que hizo Verónica Sanz, una de las cocineras de este centro donde trabaja desde hace 3 años: “Como vivo en Ciempozuelos, me fui andando durante 2 km con una pala desde mi casa para quitar la nieve de la residencia”.

Su capacidad de respuesta ante los retos es increíble, pues fue capaz de parar un todoterreno en la vía pública para que “me llevara al supermercado a comprar leche. ¡No iba a dejar a mis abuelos sin leche! Hay que hacer de todo y más por ellos”, dice con alegría.

Gracias al compromiso y a la vocación de servicio de todos estos trabajadores los usuarios de residencias han podido recibir los cuidados y atención que necesitaban, con gran profesionalidad sin notar nada extraño salvo el paisaje blanco a través de las ventanas. Así lo demuestra el testimonio de Nieves Tebar, auxiliar sociosanitaria en la Residencia El Berrueco: “Ha sido una experiencia muy dura, pero los que hemos estado lo hemos dado todo. Nos hemos organizado y hemos sacado el trabajo. Estas cosas fortalecen. Ha sido divertido tener tanta gente en mi casa. Ha sido una experiencia bonita pero agotadora”