Juanjo Artero posa para la cámara de EL ESPAÑOL en una céntrica librería de Madrid.

Juanjo Artero posa para la cámara de EL ESPAÑOL en una céntrica librería de Madrid. Sara Fernández.

Reportajes ENTREVISTA

Juanjo Artero: "Tengo un grupo de WhatsApp con mi pandilla de 'Verano Azul'; no lo podíamos imaginar con 14 o 15 años"

Cumplidos los 60 años, el actor mira atrás con gratitud, recuerda a su padre héroe en silencio y celebra un oficio que le regaló amistades, escenario y nuevas vidas en sus hijos. 

Más información: La vida actual de Juanjo Artero, Javi en 'Verano Azul': de 'comisaría' a representar un clásico de Agatha Christie

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Ahora parece un marino con los 60 mares del mundo surcados a su espalda. Lleva eso en sus ojos de agua; la picaresca superviviente, el sinfín de historias. Un día fue el novio de España, el amor de verano de todas las niñas que hoy tienen nietos.

Javi de Verano azul, el rubiales, el travieso formal. La playa y las calles y los parques se vaciaban cuando su pandilla y él salían en la pantalla. Supo qué es tener 14 años y parar un país a las cinco menos cuarto. 

Ha concedido una entrevista a EL ESPAÑOL en la que ha repasado su vida desde la certeza de que ha tenido suerte. Siente mucha gratitud, y a los 60 lo que más desea es que la profesión ampare a sus dos hijos, que cursaron otras carreras, pero son actores también porque paladearon el éxito de su padre desde pequeñitos.

Se diría que Juanjo es feliz y está tranquilo haciendo su papel de Poirot en Asesinato en el Orient Express (él siempre policía, siempre investigador: dice que sabría cómo iniciar la investigación de un crimen), triunfando con la obra Ifigenia, y cuidando de su huerto y sus abejas. Bajándole testosterona a la vida y subiendo la calidad del presente.

Artero, en una céntrica calle de Madrid, momentos antes de la entrevista con EL ESPAÑOL.

Artero, en una céntrica calle de Madrid, momentos antes de la entrevista con EL ESPAÑOL. Sara Fernández.

De telón de fondo, siempre tiene a su padre. Su padre que le falta desde hace pocos años. Su padre cardiólogo que le bajó los ojos a Franco, echando el telón a 40 años de dictadura. Su padre por quien ha llorado en esta entrevista este actor humilde, emotivo y conquistador.

Pregunta.– En esta sección entrevistamos normalmente a personas muy conocidas, pero Juan Artero se pasa el juego. No sé si hay alguien en España por encima de los 30 que no lo conozca. 

Respuesta.- Sí, bueno, a no ser que haya vivido en el campo sin televisión, y que no haya ido al teatro, ¡porque llevo tantos años haciendo teatro…! Aunque es verdad que en la tele te ven tres, cuatro millones en un día y en teatro, si te ve un millón en dos años, es un exitazo. Pero es verdad que el teatro no se olvida, si te ha gustado.

P.–¿Le siguen llamando Javi?

R.- Sí, depende de la generación, pero sí. 

P.- ¿Y qué contesta? 

R.- Nada, yo respondo ‘¿qué?’. Son muchos años, entonces lo tengo asumido. También me llaman Charlie, hubo una época en que me llamaron Víctor Reyes, y la generación de mis hijos me llama capitán (por El barco) y me gusta mucho. Que me llamen como quieran, ¡mientras no me insulten! 

P.- No creo que suceda: sus personajes despiertan cariño. ¿Le pasa que haya una cosa ahí de “id más al teatro, que me conocéis por mis personajes de la tele, pero yo hago mucho teatro”? 

R.- El público de teatro va al teatro, no se olvida de ti y es un público muy fiel al que cuidar muchísimo. Año tras año vas a una ciudad y te vas encontrando a la salida con las mismas personas, te haces una foto con ellas y vas viendo tu edad también en esas fotografías.  

P.- Está ahora con Ifigenia y con Asesinato en el Orient Express, ¿no?

R.- Sí, Ifigenia es un proyecto que se estrenó hace dos años ya en Mérida, y fue un éxito tremendo. Juntaron cuatro tragedias griegas en las que se solucionaban todas las cosas, y te das cuenta de que la tragedia de antaño es la de ahora. No hemos cambiado absolutamente nada. Hemos estado en Ostia Antica (Roma), por toda España, vamos a Lisboa ahora…

Pero sobre todo estoy centrado en Asesinato en el Orient Express, una obra de Agatha Christie que se ha representado muy poco porque tiene la dificultad de que sucede en un tren, en vagones, y en un espacio muy pequeño. Aquí la hago con una compañía maravillosa y tenemos una escenografía que ayuda mucho, y además somos once actores. 

P.- Le escuchaba hablar de esa cosa alucinante de hacer sentir a otro, de traspasar una emoción de un cuerpo a otro cuerpo… No sé si hay algo más poderoso. ¿Qué es para Juanjo Artero el teatro?

R.- Con la edad vas cogiendo experiencia, y a mí me gustan mucho los personajes que se salen de mí. Que no tienen mi columna vertebral, que no pisan como yo. Incluso si son más inteligentes que yo, como Poirot. 

P.- Bueno, ya sabe que hay muchos tipos de inteligencia…

R.- Sí, claro. Pero esa faceta de la inteligencia matemática que tiene Poirot y que yo no tengo. Aunque como he hecho mucho de policía ya sabría cómo empezar una investigación de un robo o de un asesinato, por guion simplemente. Pero es otra columna vertebral, tienes que dejarlo fluir y eso te lo da el tiempo, esa cosa de que el personaje de pronto te atrapa y te apoyas en otro sitio.

Y tú no decides cómo es, de alguna manera está en el aire. Y otra de las cosas buenas que tiene envejecer es que te lleva a otros personajes que antes no podía hacer, como es Agamenón en Ifigenia o como es Poirot. 

P.- El físico lo permite.

R.- El físico y algo interno… La mente, la falta de testosterona también, todo parte de otro sitio y hay que disfrutarlo. Cada momento tiene su encanto. 

P.- Yéndonos al principio… Todo empieza con una tirada de cartas. ¿Cómo fue eso? 

R.- Ah, bueno, sí. Estaba escrito, según decían. Yo nunca he sido de creer o de no creer, siempre respeto todo mucho y puede que haya algo. El caso es que una vecina de arriba, como iba a ser mi cumpleaños, me dijo que me iba a echar las cartas.

Estaba mi madre. Me las echó y me dijo que llevaba las cartas cargadas de una energía… Me decía que veía la fama, el éxito, que lo que pasara en esos días iba a ser el futuro de mi vida. 

Juanjo Artero: Alguna vez le pregunté algo íntimo de Franco a mi padre, y me dijo ‘un enfermo es un enfermo: ¿has oído hablar del juramento hipocrático?’. Fue una lección.

Juanjo Artero: "Alguna vez le pregunté algo íntimo de Franco a mi padre, y me dijo ‘un enfermo es un enfermo: ¿has oído hablar del juramento hipocrático?’. Fue una lección". Sara Fernández.

P.- Muy concreto, además. Fama y éxito, que no es amor o suerte. 

R.- Muy concreto. Pues ya ves, un chico que acababa de cumplir 14 años venga a reír... Y ella me decía ‘no te rías’. Las barajó, volvió a echarlas y me dijo lo mismo. A los tres o cuatro días fui a la piscina y Antonio Mercero me ofreció hacer unas pruebas para Televisión Española.

P.- El azar, eh, a veces con fondo de piscina y día de verano. 

R.- Sí, a lo mejor es verdad que esa energía estaba en mí, ¿no? Puede ser.

P.- Puede ser. Yo tampoco soy de creer en estas cosas, pero una vez en las casas de las famosas caras de Bélmez de la Moraleda noté cómo me tiraban del abrigo muy fuerte hacia abajo, tres veces.  ¿Algo así esotérico le ha pasado?

R.- Alguna vez me ha pasado algo, y no pude saber si era un sueño… Aunque yo estaba despierto. Estábamos en el pueblo, con mis hermanos y amigos, y de pronto sopló el viento, se abrieron las ventanas y empecé a gritar. Fue una sensación muy rara.

Luego se calmó todo, ya les desperté y nadie había visto nada. Yo no sabía lo que había pasado, pero algo raro… Sentí por un momento como que la cama estaba en el aire. Fue una cosa muy rara. 

P.- ¿Era joven?

R.- Sí, adolescente. 16, 17 años. 

P.- Y sólo lo percibió usted. Estas cosas. Los que vaticinaron también su éxito, más allá de las cartas, fueron algunos profesores, ¿no?

R.- Sí, y con varios he mantenido la relación. Con Bernardo, que es un profesor de mi infancia mantengo conexión constante todas las semanas. Y con Chema. 

P.- ¿Qué le decían ellos?

R.- Yo me acuerdo de un año en que, Chema y otro que se llamaba Antonio Basanta, vieron este potencial en mí. El profesor de Historia decidió que ese año íbamos a dar nosotros los temas. Nos dividió en grupos y a nosotros nos tocó a final de curso, con la Revolución Francesa. Habían hecho de todo: diapositivas, murales pintados… Y a mí no sé por qué se me ocurrió hacer una obra de teatro.

Éramos los más gamberros, y la gente se rió mucho con los personajes, con Guillotine, que iba a vender su invento y era un sádico, y otro que iba con una caja de televisión diciendo que eso no tenía futuro. Hicimos algo absurdo, pero dimos toda la temática que teníamos que dar. Y fue un exitazo, nos hicieron representarlo al final para todo el colegio.

Y mis profesores me dijeron que en el escenario yo era libre, y que tenía que ser actor. Me compré un libro que se llamaba Mi primer libro de teatro, y ya pasó lo de las cartas, lo de Mercero… Fue todo rapidísimo.

P.- Me hace gracia porque las liadas que hacía su personaje, Javi, se parecen a las que me cuenta que hacía en la vida real.

R.- Sí, yo tenía un profesor de música que si teníamos obra de teatro, o las chicas hacían un baile (que estaba de moda en el recreo porque era la época de Raffaella Carrà), me dejaba montar una obra de teatro muy elemental en la que repartía los papeles: tú la tetona, tú el paleto… Y entonces la liábamos siempre.

P.- ¿De qué forma influyeron sus padres en ese chico que empezaba a actuar, y al que cada día veían 14 millones de españoles congregados frente a la tele?

R.- Pues mira, yo empecé con 14 años. Y es cierto que fue un fenómeno. Sobre todo la segunda vez que se emitió, que fue un verano y a diario: en Tráfico tenían en cuenta que a las cinco menos cuarto la playa se vaciaba, las calles se vaciaban, como cuando hay un partido de fútbol importante, porque la gente se iba a los hoteles o a casa a verlo. Así que en mi caso, con 14 años, la labor como no viniera de antes, malo…

Ya tienes que tener unos valores. Y también yo era bastante crítico. Era un chico monín que le podía gustar a una chica en clase, a dos… Pero de pronto sales en la tele y llegas a un sitio y todo el mundo te quiere conocer, así que me decía a mí mismo que era por salir en la tele. Y la vida te enseña: la fama pasa, y la chica que tenía tu póster luego te quita y pone al rockero de moda, y te insulta si puede. La vida te va poniendo en tu sitio, y no es justo ni cuando todo el mundo te alaba ni cuando te desprecian. 

P.- Yo siempre digo que hay que sacar la media aritmética, y quedarnos con eso mentalmente. Pero es complicado. 

R.- Ahí está. Porque es verdad que hay mucha gente que está deseando que fracases, sobre todo cuando has empezado de niño. 

Juanjo Artero, durante su entrevista con EL ESPAÑOL.

Juanjo Artero, durante su entrevista con EL ESPAÑOL. Sara Fernández.

P.- Cuenta siempre que su padre era muy humilde, a pesar de las cosas alucinantes que hacía en su profesión de cardiólogo. Supongo que eso ayudó también a que a usted no se le fuera la pinza…

R.- He tenido la suerte de tener un padre como él. Yo valoro mucho mi trabajo, que es un entretenimiento y también sana y es bonito, pero mi padre cuando volvía por la noche y me daba dos besos, había salvado vidas. Con todo lo humano que eso conlleva, porque detrás de cada enfermo hay una familia. Me enseñaba cosas muy básicas, cuando salía de un quirófano sabía que la mirada que echaba a la familia lo decía todo.

Si había ido mal, con un sólo giro de cabecita todo el mundo se derrumbaba. Y todo lo contrario: qué puede haber más grande que que alguien te salve la vida. A mí me piden fotos, autógrafos… Pero yo he visto en un restaurante a alguien ponerse de rodillas a besarle las manos, llorando, y contando cómo el doctor Artero le había puesto cinco bypass y le debía la vida. A mi padre le daba mucha vergüenza porque era un ser muy campechano. Y yo me pongo a hablar de él y me puedo tirar horas, era un ejemplo. 

Me acuerdo siendo niños de que llamara el vecino de arriba: “¡Mi padre, mi padre!”. Intentó reanimarlo, éramos amigos suyos y estábamos oyendo todo desde abajo… Mi padre intentó el masaje cardíaco y no fue posible… Cuando bajó nos encontró a todos llorando. Y dice que le entró algo, volvió a subir y dijo ‘si hace falta le rompo las costillas’. Empezó de nuevo, le rompió dos costillas, pero de pronto escuchó un latido. 

P.- ¿Lo salvó?

R.- Lo salvó. 

P.- Ay, ay. Se me han puesto los pelos de punta. 

(Juanjo se emociona. Y le cuesta seguir).

P.- Sé que lo echa mucho de menos. Una curiosidad: ¿lo de los bypasses no sería a Torrebruno? Porque sé que también lo salvó así.

R.- Sí, le puso muchísimos… Era una operación tremenda. A Torrebruno lo conocí bastante, estuve en su programa. Y salió adelante, muy feliz. Adoraba a mi padre. 

P.- Pero su padre ¡dónde trabajaba? ¿O era ubicuo? Porque atendió a Torrebruno, pero fue el que cerró los ojos de Franco, que esto es impresionante, y también trató a la Pasionaria. Y todos esos personajes no podían coincidir en un mismo espacio…  

R.- (Risas). No, no. Pero él trabajaba para sociedades. Mi padre decía que no, pero yo creo que era un genio de la Medicina. Su madre murió cuando él era un niño, y toda su obsesión hubiera sido salvar a su madre. Era un médico vocacional… Y sacó un número muy alto de su promoción, así que consiguió una beca y se fue al mejor hospital del mundo de corazón, que estaba en Baltimore.

Y allí aprendió, imagínate… Así que el marqués de Villaverde se enteró de esto y le ofreció venirse aquí a dar clase en la escuela Complutense. Con lo cual preparó a muchos cirujanos que le adoran. Empezó en La Paz, se trajo toda la maquinaria última y bajó un 80% la mortalidad de corazón que entraba al hospital. Estaba todo empezando… 

P.- Qué bárbaro. Me imagino que recurrirían a él con el tema de Franco por su trayectoria, ¿no?

R.- Y porque él era el jefe de sección de planta, tenía que estar él y todo el equipo.

P.- Me gusta la metáfora de que bajó el telón de cuarenta años de dictadura cerrándole los ojos.

R.- Sí, y cuando mi abuelo había sido republicano. La razón de mi familia de venir a Madrid, que eran de Murcia, era porque mi abuelo estaba aquí. Vino mi abuela Julia, con mi padre, y más familia que estaban todos aquí en la cárcel. 

P.- Eso es lo del juramento hipocrático de los médicos, ¿no? Que tienen que estar por encima de cualquier ideología.

R.- Claro, claro. Yo alguna vez le pregunté algo de Franco a mi padre, algo íntimo, y me dijo muy serio “tú te crees que yo te voy a decir algo, un enfermo es un enfermo: ¿has oído hablar del juramento hipocrático?”. Fue una lección.

Primer plano de Juanjo Artero durante su entrevista con EL ESPAÑOL

Primer plano de Juanjo Artero durante su entrevista con EL ESPAÑOL Sara Fernández.

P.- ¿Su madre sí vive?

R.- Sí.

P.- ¿Y ella qué fue y es para vosotros?

R.- Mi madre era el orden, el matriarcado. Para mi padre era la madre que perdió con 9 años el pobre, ese niño del Madrid de posguerra que se queda huérfano. Mi madre es una mujer muy fuerte, pero también es muy sensible. Sus convicciones son férreas y ha llevado la casa como un reloj. Era la que manejaba todo, ¿no? Mi padre también, pero mi padre estaba trabajando todo el día.

Era un equilibrio perfecto. Mi padre la dejaba… Cuando éramos niños él estaba de guardia tres o cuatro noches, no le veíamos casi. Luego sí tenía la posibilidad de pasar un mes de vacaciones con él. 

Luego aparte de estas dos obras yo hago El milagro de la tierra, que es una obra que me acompaña, que me escribieron a mí, y en la que hablo mucho de mis padres. El otro día la hice en el Pirineo, me gustó mucho. No la había hecho desde que murió mi padre. Está escrita por Juan Asperilla. Soy yo sobre el escenario, con mis pasiones. “Engendrado por todo un hombre y criado por una madre perfecta”, eso digo.

Y están ahí todas mis preguntas, mi búsqueda de Dios de siempre. Me entró una crisis con la teoría de la evolución, porque a mí me interesaba mucho la religión, y si no existe Dios pensaba ‘cuando me muera, se acabó todo’. Me entraba hasta dolor de cabeza de la tristeza que me entraba. Y me pilló mi padre en una de estas llorando…

P.- ¿Y qué le dijo?

R.- Pues me dijo que, pasara lo que pasara, no me iba a enterar. Y que yo era un niño y me faltaban muchos años, que no pensara en eso, que a lo mejor cuando llegara el momento, me apetecía... Me sirvió, pero me mintió, porque yo tengo 60 años y quiero seguir viviendo. Pero bueno, lo voy aceptando. 

P.- ¿Lo piensa a menudo?

R.- Desde que he perdido a mi padre, lo pienso más. La cinta transportadora que dicen. Pero no me preocupa tanto por mí. A mí la muerte… Sí que me lo planteo, que por la edad tienes que cuidarte más, hacer deporte… Pero está ahí. No hay que pasar por encima, pero es inevitable. La otra opción siempre es peor. 

P.- ¿Le da más miedo por sus hijos? 

R.- Sí, sí. Además es que veo el futuro tan difícil para los jóvenes… Siempre lo ha sido, ¿no? Para nosotros también lo fue, pero no sé. Espero que luego todo cambie, pero veo el futuro, a nivel internacional... Creo que estamos en un momento además de mucha crispación, de insultarse en vez de hacer política.

Y cuando gobiernes tú, o el que venga, aparte de insultar, ¿qué sabes hacer? Porque se puede discutir, hablar de agua, de leyes, de todo… Que se enteren todos de que están a nuestro servicio, porque se creen los reyes del Mambo. Pero mejor no hablar de política. 

P.- Me han chivado que sus hijos son actores, aunque tienen sus carreras. ¿Está preocupado por ellos?

R.- Sí, es normal, lo han visto, lo han mamado y lo han saboreado. Y qué le vas a hacer. Ellos ya saben por mí que puede ser una profesión muy bonita, o no, y que yo he tenido mucha suerte. Que hay que trabajar mucho, hay que estar muy preparado y tienes que tener veinte noes para tener un sí. Y eso te puede afectar. Los noes hay que trabajarlos y superarlos para que cuando llegue ese sí lo valores.

P.- ¿Eso les dice, ¿no? Les hace coaching

R.- Sí, ellos lo ven en casa. No es una profesión justa ni cuando te va muy bien ni cuando te va muy mal. Hay gente muy buena que no consigue nada, y sin embargo hay gente muy mala que no para de trabajar. 

P.- No siempre responde a algo objetivo. 

R.- Sí, y el pastel es muy pequeño y se lo tienen repartido entre ellos.  

P.- Más allá de la familia canónica, me gusta preguntar siempre por los amigos. En Verano azul Chanquete tiene una escena colosal, me la recordó alguien hace poco, en la que reprende a un tipo diciéndole “Amigo es palabra santa y, si tú la dices con desprecio, la manchas”. 

R.- Oh, dios mío. 

P.- ¿Qué es para Juanjo Artero la amistad, y de qué modo ha evolucionado desde aquel niño que fue integrante de la pandilla de adolescentes más famosa del país?

R.- La amistad es el sentido de la vida, es lo que te llevas. Son los buenos momentos. A los amigos los eliges, los miembros de la familia te han venido impuestos. Pero creo que la amistad lo es todo, los buenos momentos, los malos momentos, es lo que te llena. 

Juanjo Artero: No es una profesión justa ni cuando te va muy bien ni cuando te va muy mal. Hay gente muy buena que no consigue nada, y  gente muy mala que no para de trabajar.

Juanjo Artero: "No es una profesión justa ni cuando te va muy bien ni cuando te va muy mal. Hay gente muy buena que no consigue nada, y gente muy mala que no para de trabajar". Sara Fernández.

P.- ¿Mantiene amistad la pandilla de Verano azul?

R.- Sí, sí. Nos mantiene mucho el teatro, vienen a verme al teatro. Y hay un grupo de WhatsApp. Es una amistad que no podíamos imaginar con 14 o 15 años, que esa persona que teníamos delante iba a estar toda la vida. Aunque no nos veamos siempre, o con unos más y con otros menos, el cariño es por todos. Es cierto.

P.- ¿Y el amor romántico qué es para Juanjo Artero, a sus 60 años? Perdón por repetir lo de 60, que estoy un poco machacona e igual no quiere decirlo…

R.- No, no pasa nada, ¡si lo he dicho yo! Yo creo que el romanticismo es bonito, y si eres romántico lo eres a los 60, a los 14, y toda la vida. Pero es verdad que el romanticismo ya no sólo lo encuentras en la pareja, sino en la amistad, en esos buenos momentos… Valoras todo mucho más porque sabes que nada es para siempre, quizá.

P.- Sí, a mí hay cosas ahora a los 40 que me empiezan a parecer igual de brillantes que el amor romántico. Antes eso de refulgir solo era la pareja. Ahora otros momentos también pueden tener ese brillo.

R.- Sí, están menos cargados de testosterona, también. 

P.- ¿Qué le pides a los años venideros?

R.- Profesionalmente, buenos proyectos. Y en lo personal que mi cabeza siga cuidándose, como lo hace últimamente, y que la salud me acompañe a mí, a la gente que quiero y a todo el mundo en general. Y que la profesión se porte bien con mis hijos, que están ilusionados, están enamorados, cada cosa que hacen la disfrutan y padecen, y nada me gusta más que verles felices. Quiero que disfruten todo esto que he vivido yo.

Ahora mi hijo a veces también hace el señor McQueen en las funciones, e ir con él a los teatros que he pisado durante tantos años me encanta. Me apetece compartirlo también con mi hija. Y seguir disfrutando con mi huerto, con las colmenas de abejas que tengo.

P.- Ah, ¿y no le pican?

R.- No, porque me pongo traje. Aunque alguno te llevas siempre. 

P.- Bueno, dan picotazos y miel. Como la vida.

R.- ¡Y cera! ¡Te dan cera también! 

(Terminamos riendo. Pasa un coche de policía y bromeamos con la posibilidad de que venga a detenerlo, al policía que tantas veces ha sido. Ficción y realidad entretejidas, siempre).