Rubén Pozo posando para la entrevista con EL ESPAÑOL. EL ESPAÑOL
Rubén Pozo: "Me alegra ver los éxitos de Leiva... Las diferencias artísticas podían arriesgar la amistad, así que Pereza terminó"
El cantante de rock clásico sacará en octubre su quinto álbum en solitario, 50town, tras separarse de Pereza en 2011.
Más información: Manuel Carrasco: "Tengo muchas cosas de mi madre, nos crio casi sola a los cinco hermanos porque mi padre estaba en la mar".
Rubén Pozo (Barcelona, 1975) configura la esencia perfecta del rockero clásico, ahora en riesgo de extinción. Y observa con orgullo sus días de gloria en Pereza, que lo llevaron a alcanzar el estatus de estrella, aunque tampoco se aferra a ellos. “Los grupos duran diez años. Nada es para siempre, tampoco Pereza”, admite sin nostalgia amarga en una entrevista con EL ESPAÑOL.
Ahora, cada vez que escribe una nueva canción, asegura, siente que “ha metido un gol en el minuto 93 de una final de Mundial”, un triunfo íntimo que lo mantiene vivo sobre los escenarios, sean grandes o pequeños. Porque, como repite con convicción, “el rock suena mejor en garitos, con cerveza caliente y humo, no en estadios”.
Desde la cincuentena recién estrenada, lamenta que la sociedad haya dejado de escuchar al viejo de la tribu, el que sabe por donde finta el búfalo, porque tiene más años que nadie cazando. Ni siquiera aquello de sexo, drogas y rock and roll sigue vigente: “Hay más sexo, drogas y rock and roll en una cena de empresa que en un concierto de los Rolling”, dice.
Rubén recibe a este periódico en la víspera del lanzamiento de su single ‘Dispárame’, adelanto de su nuevo disco 50town (el quinto en solitario), y confiesa que ya no teme a los juicios ajenos ni a los propios demonios: “Prefiero que mis demonios interiores me disparen, porque las balas me rebotan”.
Esa ironía vital es su manera de blindarse ante la adversidad, de sobrevivir a una vida que, como él mismo dice, “uno no es el mejor ni el peor. Uno hace siempre lo que puede. Y ese es el mejor blindaje”.
De Leiva habla con afecto, con la complicidad intacta. Aquella separación fue un punto final artístico, no personal. “Las diferencias artísticas podían poner en riesgo la amistad. Así que lo más coherente fue dejarlo”.
Hoy celebra que puedan reencontrarse, sacar dos guitarras y volver a reírse como entonces. Se alegra de los triunfos de su excompañero de escenarios, y asegura que él vive más tranquilo sin tanto foco delante: “Yo quizá no estaba preparado psicológicamente para llegar a algo tan grande en solitario”.
Rubén Pozo. EL ESPAÑOL
Así, mientras la vida avanza, Rubén la afronta con la misma filosofía que lo ha acompañado desde que con 13 años acariciara su primera guitarra: aceptar lo efímero sin grandes pretensiones, celebrar el presente y seguir buscando que alguien, al escuchar sus canciones, pueda decir con una sonrisa: “el cabrón de Rubén, con cincuenta años, lo ha vuelto a hacer”. Ese es el mayor de los éxitos para él.
PREGUNTA.– Saca nuevo single, ‘Dispárame’, que formará parte del disco 50town. ¿Quién quiere que le dispare?
RESPUESTA.– Cuando uno saca un nuevo trabajo, hay gente que te echa muchas flores y hay otra que te tira tomates. Y, en esta ocasión, pensé en los tomates que me podían caer. Así que dispárame, me da igual, que me rebota.
También es algo que me digo a mí mismo. Yo soy mi peor enemigo y tengo pensamientos intrusivos que me recuerdan lo mal que lo hice en algún momento de mi vida. Y ahora, a mis 50 años, prefiero que mis demonios interiores me disparen y se queden a gusto. Me rebotan las balas.
Y también pensé en gente que había muerto disparada como John Lennon o Federico García Lorca, y los he metido ahí. Me da mucha pena no poder disfrutar ya de más canciones de Lennon ni poder disfrutar de más poemas de Lorca.
P.– Una declaración de intenciones y una forma de blindarse ante la adversidad.
R.– Sí, creo que es un ejercicio de honestidad. Pero también es una forma de no tomarse a uno mismo demasiado en serio. Y para ello utilizo también el sentido del humor. La vida es una tragicomedia.
Tú quieres ser el más guay del mundo pero en algún momento te tropiezas con algo o una paloma te caga en la camisa impoluta que llevas puesta. Y el cumplir años me ha servido para tomarme menos en serio. Tanto para lo bueno como para lo malo.
Tienes un éxito y te crees el mejor, y ahí dices, "cuidado, tío". Y cuando viene un fracaso, lo mismo. Uno no es el mejor ni el peor. Uno hace siempre lo que puede. Y ese es el mejor blindaje para la vida.
P.– Hablaba de lo mal que lo hizo en algún momento de su vida. ¿Qué vienen a recordarle esos fantasmas del pasado ante los que intenta blindarse?
R.– Pues ni más ni menos que lo que a todo el mundo le pasa en la vida. Qué mal lo hice con aquella novia, o qué mal lo hicieron conmigo. Pero vamos, nada en concreto ni excepcional. Por eso digo, lo importante es no atascarse ahí.
Otra cosa es que hayamos tirado una bomba H en una ciudad y hayas matado a gente, entonces sí que te mereces lo peor. Pero mientras, uno tiene que aprender a perdonarse. Somos humanos y hacemos lo que podemos.
Rubén Pozo. EL ESPAÑOL
P.– ¿Es a eso a lo que llamamos madurar?
R.– Sí, aprender que la vida es convivir con todo lo que has hecho y asumir las consecuencias. Y lo mal que lo hiciste no hay que cargárselo en la espalda.
P.– ¿Le fastidia cumplir años? O, como buen rockero, eso de la edad no existe.
R.– Yo he llamado a mis disco 50town porque a mis 48 años me empezó a dar la crisis de los cincuenta, y no me podía creer que iba a llegar a la ciudad de los cincuentones. E hice esa canción y se me fue un poco la tontería.
Y luego hay maneras de llegar a los cincuenta. Es mucho más fácil llegar teniendo de novia a una rubia recauchutada treinta años menor que tú y con un Lamborghini descapotable en la puerta (ríe).
P.– Como dice Loquillo, sólo queda recordar a "la última rubia que vino a probar el asiento de atrás". Porque usted las habrá tenido y tendrá.
R.– Yo no tengo dinero para un Lamborghini, además, tampoco me gustan, y tampoco me han atraído mucho nunca las rubias recauchutadas (risas).
P.– Entonces, aún sin rubias ni descapotables, habrá algo positivo en cumplir años, ¿no?
R.– Pues vivimos en una sociedad que nos dice que cuando te haces viejo te caducas, que estás obsoleto, y yo, la verdad, ahora puedo decir mi edad con orgullo.
Y veo cómo la sociedad ha dejado de escuchar al viejo de la tribu, el que sabe por donde finta el búfalo, porque tiene más años que nadie cazando. Y ahora los búfalos nos embisten con mucha más facilidad, porque lo que dice el viejo de la tribu no nos importa. Ni siquiera lo escuchamos.
P.– Y también se ha dejado de escuchar al viejo rockero. ¿Aquello de sexo, drogas y rock and roll ha pasado de moda?
R.– No creo que haya pasado de moda, porque el sexo, drogas y rock and roll no es exclusivo de los rockeros. En una cena de empresa hay más sexo, drogas y rock and roll que en un concierto de los Rolling.
P.– Y usted, ¿ha tenido que renunciar al sexo y a las drogas? Al rock and roll doy por hecho que no.
R.– Yo es que tampoco tengo muy claro que sea un rockero. Yo hago canciones. Y las hago para que la gente las haga suyas. A veces con más acierto que otras. Y si alguien escucha 50town y se quita un peso de encima al sentirse orgulloso de cumplir años, yo estoy satisfecho.
Rubén Pozo. EL ESPAÑOL
P.– Entonces, no hay que renunciar a nada, ¿no? Ni siquiera a las drogas.
R.– Las drogas están en nuestra vida siempre. Hoy llevo dos cafés, y es una droga. Como decía Antonio Escohotado, más jodido que meterse heroína es comerse un cocido todos los días, porque en nueve meses te revienta el hígado. Lo importante con las drogas es la mesura. Y drogas es todo. Droga es el fútbol. El móvil es otra droga a la que todos estamos enganchados.
P.– Habla de la importancia de la mesura con todo. ¿No ha sido de excederse demasiado con nada?
R.– Bueno, yo he salido de noche y a veces me he pasado. Pero como todo el mundo. Pero también es que soy muy casero, me gusta mucho estar en mi casa leyendo, o pasar horas perdiendo el tiempo, que está genial. A mí me gusta perder el tiempo, no pasa nada por no ser productivo las 24 horas del día.
Yo, como decía Fernando Fernán Gómez, estoy muy capacitado para no hacer nada. Y no hacer nada es estar tumbado leyendo un libro que me encanta, por ejemplo. ¿Para qué sirve la vida? Para nada. Y no lo digo de forma pesimista, es que es la verdad.
Todo algún día desaparecerá y no quedará nada, así que lo mejor que podemos hacer es estar aquí y amarnos. Y tratar de tener una vida bonita en la que se te recuerde porque la gente se lo pasaba bien contigo. Eso es lo único importante. Lo demás acaba reducido a la nada.
P.– Y las canciones, ¿nos salvan la vida?
R.– Es posible. Me gusta cuando me dicen que, a través de alguna canción, alguien se ha sentido mejor. Las canciones pueden ser oasis en el desierto árido de la vida.
Y también me gusta cuando me dicen que hay canciones mías que la gente utiliza para motivarse y salir de marcha. Creo que las canciones deben hacer compañía. Entrar en la vida de los demás a través de la música es lo más bonito que hay.
P.– ¿Convive bien con la nostalgia cuando echa la vista atrás?
R.– Me encanta mi pasado. Y las partes que no me gustan trato de encajarlas. No podemos darnos con el látigo todo el rato. Yo he llegado a la conclusión de que esto de lamentarse va muy de la mano con las vitaminas que tengamos en ese momento.
A veces, cuando nos pega el bajón, lo único que necesitamos, en vez de comernos la cabeza, es escuchar una canción o salir a la calle a que nos dé el sol.
P.– ¿Es el presente la mejor medicina para curar los malos recuerdos?
R.– Sí, los malos y los buenos. Cuando amanece un nuevo día, lo que has hecho ya poco importa. Los éxitos de ayer ya no existen, y tampoco los grandes fracasos. Cada día tienes una nueva oportunidad de hacerlo mejor.
Rubén Pozo. EL ESPAÑOL
P.– Rubén Pozo tocó el cielo con Pereza, una de las bandas españolas más exitosas de las últimas décadas. ¿No le duele recordar los éxitos del pasado?
R.– No, porque cada vez que hago una canción siento que he metido un gol en el minuto 93 en la final de un Mundial. Y mi equipo gana. Y en el aeropuerto me espera todo mi país mientras me tiran besos y flores.
P.– Entonces, ¿no necesita volver al gran éxito que vivió con Pereza?
R.– Con Pereza lo pasé muy bien, y disfruté de los mayores éxitos. Pero en mi carrera en solitario también he vivido el éxito. Porque no hay mayor éxito para mí que seguir ganándome la vida haciendo canciones. Y mientras haya alguien dispuesto a seguir pagando una entrada para verme, yo seré un tipo exitoso.
Soy un afortunado. He peleado por esto desde que con 13 años cogí mi primera guitarra. Y sigo con la guitarra a cuestas. Por suerte, no me tengo que levantar a doblar el lomo para ir a trabajar al campo. Eso es un trabajo duro de verdad.
P.– ¿Siente incertidumbre de pensar en hasta cuándo durará esto? ¿Hasta cuándo me podré dedicar a lo que más amo?
R.– Cada vez pienso menos en lo que va a ser de mí. Lo que tenga que ser será. Espero seguir teniendo los suficientes golpes de suerte. Llevo una predisposición positiva en todo. Y cuanto más viejo me hago, más aún. Y cada vez me gusta más la vida.
De momento, aquí estoy con mi quinto disco en solitario. Y he tenido dos bandas maravillosas, he conocido a gente increíble con la que he trabajado y me he reído cantidad.
P.– Aunque las parejas en la música son como los matrimonios, nos empeñamos en que funcionen, y no siempre es así. Hablo de su relación con Leiva y la ruptura del grupo.
R.– Sí, a mí me da pena también que se separaran los Beatles. Y se separaron con Abbey Road, el mejor disco de la historia. Y con Pereza, nos separamos sin que hubiese un bajón artístico. Los grupos duran diez años.
No pasa nada, tío. Nada es para siempre. Todos hemos tenido varias parejas sentimentales. Hay algunos con suerte y están juntos toda la vida, y eso lo aplaudo, pero no es lo habitual. Y los grupos, como las parejas, son efímeros.
P.– Si todo fuera eterno, ¿perdería su esencia?
R.– Sí, esa serie que te encanta un día se acaba cuando matan al protagonista. Y el libro que estás leyendo llega a un punto final. Así es la vida. Y un día te mueres y no pasa nada. Hay que aceptarlo. La vida y la muerte suceden a cada rato. Y los grupos nacen, se divierten, triunfan y mueren.
Rubén Pozo. EL ESPAÑOL
P.– ¿Qué pasó entre Leiva y usted?
R.– Lo dejamos por una cuestión artística. Uno quería hacerlo de una manera, otro de otra. Y qué bien lo hicimos. Las diferencias artísticas podían arriesgar la amistas, así que Pereza terminó.
P.– Salvaron la amistad que los unía.
R.– Sí, y eso es lo más bonito. Y me ha pasado también con relaciones de pareja, que luego nos hemos seguido viendo y brindando por lo que fuimos.
Y Leiva es mi amigo. Simplemente lo dejamos por una cuestión artística y no por nada personal. Y ahora nos juntamos y nos partimos el culo. Y sacamos dos guitarras y nos ponemos a tocar.
No nos vemos ya todos los días, como antes, pero qué bonito poder seguir brindando y recordando los viejos tiempos, y celebrando los nuevos. Y nos mandamos canciones. Y nos decimos las cosas.
P.– En una entrevista reciente, Leiva dijo que el motivo de la ruptura vino porque muchas canciones tuyas se quedaban fuera de los discos. ¿Por qué?
R.– Yo me quedo con las canciones que sí entraron en esos discos y que tanta gente disfrutó. Viniendo para acá, me ha parado una pareja y me ha dado las gracias por una canción de esa época. Así que, qué más quiero. Y lo bueno es que supimos entender que las diferencias artísticas podían poner en riesgo la amistad. Así que lo más coherente fue dejarlo. Y no pasa nada.
P.– ¿Qué supone para usted volver a tocar junto a él en un gran escenario, en un concierto, como ocurrió hace dos años en el Wizink Center de Madrid?
R.– Fue una gran alegría. Leiva me llamó diciendo que si me apuntaba a hacerlo y me alegré mucho de que contara conmigo. Creo que fue algo que nos sentó bien a los dos y, sobre todo, a la gente que quería vernos juntos de nuevo.
P.– Leiva ha tenido un éxito muy multitudinario. Usted ha estado más en la trinchera. ¿Cómo gestiona ver ese contraste entre un camino y otro?
R.– A mí me sienta muy bien ver todos sus éxitos. Y a mí me encanta tocar en directo, me encantan los escenarios. No hay escenario pequeño. Y me da igual la cantidad de gente que tenga delante.
Para mí esto tendría que haber acabado hace años. Y lo puedo seguir haciendo, aunque a menor nivel que con Pereza. Pero lo importante es poder continuar.
P.– ¿Nunca ha pensado en por qué han tenido carreras en solitario tan diferentes el uno del otro?
R.– Pues porque quizá él está más preparado psicológicamente para llegar en solitario a algo tan grande. Igual yo no tengo esa cabeza y necesito algo más manejable. Y creo que mi psique agradece que así sea.
P.– ¿Le abrumaría ser tan mediático?
R.– Sí, porque eso también conlleva mucha carga mental. Y ahora tengo menos presión. Mi mundo lo abarco con mis brazos. Y duermo a pierna suelta, que es el gran objetivo de mi vida.
Rubén Pozo. EL ESPAÑOL
P.– ¿En la cercanía de la sala pequeña se conecta mejor con el público?
R.– A mí me encanta el gariteo. Y el estilo que hago es más para sonar en garitos. A mí me encantan los Rolling, y hacen estadios, pero siempre he sentido que son un grupo de garitos. Y no me gusta ir a ver un concierto a un estadio. No lo escucho bien. Y tampoco tocan lo que me gusta escuchar.
Sólo tocan los grandes éxitos para el gran público. Así que ya no voy a ver a los Rolling. Me da pena ver cómo los grupos de rock and roll, cuando alcanzan el éxito, sólo van a los grandes estadios, que es lo lógico, aunque yo pienso que esta música está hecha para sonar en garitos, con cerveza caliente y entre una cortina de humo.
¿Donde sonaban mejor los Beatles? en The Cavern, delante de 90 personas. Los estadios son para la foto de Instagram.
P.– Además, el devenir de la música actual está aparcando más las guitarras y los instrumentos clásicos. ¿Le entristece?
R.– Bueno, a los mayores nos entristece. Pero la chavalada no tiene por qué saber tocar un instrumento. Se pone una base en su casa que lo hace una máquina y el chaval confecciona una canción. Pero no pasa nada.
No hace falta que todo el mundo toque algo. El hombre primitivo golpeaba piedras en una roca para hacer música, y luego fuimos desarrollando otras técnicas. Es normal.
Yo no me cago en el trap, ni en el reguetón. Que yo no entienda una música no quiere decir que no mole. Cuando salió Elvis, la gente mayor no lo entendía. Es ley de vida que la gente mayor se cague en lo que le gusta a la juventud.
P.– En las discotecas, tras 23 canciones de reguetón, de repente suena ‘Princesas’ de Pereza y todos la cantan desgañitándose. ¿Siente eso como un acto de resistencia?
R.– Pues me gustaría decirte que sí, pero creo que en la noche, cuando eso ocurre, la gente solo piensa en canciones que conoce. No piensa en estilos. En cualquier caso, yo no voy a ningún sitio donde pongan reguetón. Voy a otros lados, pero porque soy un viejo cincuentón.
P.– ¿Podría ser feliz sin hacer canciones?
R.– Es mi gasolina. Siempre pienso que ojalá la gente que escuche mis canciones sienta lo mismo que siento yo cuando escucho una canción de otro. Me regocijo en las letras y en las melodías de otros que me hacen vibrar y me hacen feliz.
Y quiero que la gente pueda decir: "el cabrón de Rubén, con cincuenta años, lo ha vuelto a hacer". (Rubén sitúa la mirada hacia la nada, como si dialogara, en silencio, consigo mismo). Me encantan las canciones que me encantan. Y me encanta hacer canciones para que a alguien le encante.