'Espías digitales' de Podemos crean un comando para 'cazar' e identificar a tuiteros pro-Vox con perfiles anónimos
'Espías digitales' de Podemos crean un comando para 'cazar' e identificar a tuiteros pro-Vox con perfiles anónimos
El grupo está liderado por Román Cuesta, que tuitea con el alias de 'Wiesenthal' en homenaje al cazador de nazis.
Los identidades de 'Capitán Bitcoin' o 'Spainballs' ya han sido desveladas por el comando, siguiendo la moda del 'doxing' o 'doxeo'.
Más información: El juez investiga como terrorismo o delito contra las altas instituciones la filtración de datos de Sánchez y ministros
En X, antes Twitter, ser anónimo ya no garantiza dormir tranquilo. Si opinas desde la derecha, y sobre todo si lo haces con un avatar de dibujo animado y un nombre como Capitán Bitcoin o Sr. Liberal, hay una posibilidad bastante real de que alguien esté guardando tus tuits, buscando pistas y preparando un hilo para sacarte los colores. Literalmente: tu nombre, tu cara, tu trabajo.
El más célebre de estos francotiradores es un ceramista de Zamora que firma como Wiesenthal, igual que el famoso arquitecto judío liberado del campo de exterminio de Mauthausen que dedicó su vida a localizar a nazis y llevarlos ante la Justicia. Se llama Isidoro Román Cuesta, pero en la red es otra cosa: detective, inquisidor, activista.
Rastreando huellas en la web ha logrado desvelar la identidad de más de veinte cuentas anónimas con estética de meme y retórica de seminario ultraderechista, que difunden discursos de odio desde el anonimato.
Pero no hace como ellos. Ni teléfonos ni direcciones. Su método es tan sencillo como eficiente: observa, conecta, busca, publica. Y si al final del hilo aparece un nombre, una foto y un puesto de trabajo, tanto mejor. "Uno de los límites que me había marcado es no exponer nunca a un inocente", explicó esta semana en X.
Román, que paralelamente colabora con Diario Red, el medio de Pablo Iglesias, ha convertido su vida en una cacería constante contra cuentas de la llamada fachosfera.
Algunas con mensajes abiertamente ultras. Otras, simplemente molestas. El proceso ya está muy rodado: alguien avisa, él rastrea, encuentra un perfil de Myspace olvidado o una foto mal recortada, monta el hilo y lo publica. En cuestión de minutos empiezan los retuits. A veces intervienen periodistas afines, otras, cargos públicos.
Cuando desenmascararon a Capitana España, por ejemplo, el ministro Óscar Puente se unió al escarnio con una burla desde su cuenta. La usuaria cerró el perfil poco después.
El límite legal
Quienes apoyan estas prácticas lo ven como una forma de higiene digital: si insultas bajo una careta, tienes que aceptar que te la quiten. Pero el límite de qué se considera "odio" o "acoso" es cada vez más borroso.
En España, el doxeo -del ingles dox, exponer con fines de escarnio- como tal no está tipificado si se limita a información que ya es pública (por ejemplo, datos que alguien compartió en redes o que aparecen en registros abiertos). Pero si se difunden datos sensibles —como la dirección de una persona, su número de teléfono o documentos privados—, se puede incurrir en delitos contra la intimidad, la protección de datos o el derecho al honor.
Además, si el objetivo del doxeo es amedrentar, ridiculizar o causar daño, la cosa se complica.
No es sólo una cuestión de lo que se publica, sino del contexto y la intención.
En algunos casos, incluso sin vulnerar leyes explícitas, el efecto puede ser el mismo: silenciamiento por miedo. Las plataformas, como X, suelen actuar si hay denuncias, pero su reacción es lenta y poco uniforme. Sobre todo desde que cambió de manos.
El terreno legal, como casi todo en internet, es difuso. Mientras no se publique información sensible o claramente privada, no hay delito. Por ejemplo, en el caso de la reciente filtración masiva de datos contra Pedro Sánchez y algunos ministros sí incurre en varios delitos. Wiesenthal, por cierto, también ha sido uno de los objetivos de esta filtración.
📢Si querían provocarme... lo han conseguido. 😇 pic.twitter.com/PYXTCnx74p
— Romàn🔻 (@wiesenthal1632) June 26, 2025
Tras los 'destapes'
Uno de los señalados más conocidos es Álvaro Pau, ex Capitán Bitcoin. Tras ser desvelado, abrió un canal de YouTube con su nombre y ganó miles de seguidores. En su primer vídeo dijo: "Cuando dices muchas verdades incómodas... llegas a molestar y eres odiado". En su caso, el doxeo le ha salido rentable. No todos tienen la misma suerte.
Un caso parecido ocurrió con Pau Ruiz, Españabola (Spainball), cuya identidad fue desvelada por este periódico y desde entonces también utiliza su imagen real.
Desde Vox han denunciado esta práctica varias veces. El diputado Manuel Mariscal la llevó al Congreso y habló de "campañas coordinadas para amedrentar a los críticos con el Gobierno". Lo curioso es que desde el otro lado también acusan a la derecha de lo mismo.
Wiesenthal asegura que hay cuentas ultra que le han intentado hacer lo mismo a él: "Se lanzan a la misma hora, retuitean lo mismo. Está claro que se organizan", aseveró esta semana en una entrevista.
El anonimato en redes siempre ha sido un campo minado. Para muchos, es una forma de protegerse. Para otros, una coartada para insultar sin consecuencias. El doxeo pone ese debate en el centro.
¿Es justo que se sepa quién eres si usas una cuenta para acosar? ¿Estamos normalizando una forma de linchamiento sin juez ni defensa?
Y luego está la paradoja. Porque muchos de los que hoy aplauden estas cacerías digitales son los mismos que, hace diez años, defendían el anonimato frente a los medios o la Policía. Ahora la lógica ha cambiado porque el objetivo es el otro bando. Y los métodos, aunque parecidos, ya no parecen tan problemáticos.
Nadie obliga a nadie a tener cuenta en X. Pero si la tienes, y además te metes en todos los charcos, hay posibilidades de que alguien te esté mirando. Que guarde tus tuits. Que conecte tus perfiles. Y que un día te levantes con tu nombre completo y tu cara flotando en la red.
El mensaje es claro: si quieres decir según qué cosas, mejor da la cara. Y si no la das, si te arriesgas mucho, ya te la encontrarán.