
Toni Acosta: “Ojalá ser autónomo no fuera una heroicidad; no soy una subvencionada. Yo lo que gano, lo reinvierto”
Toni Acosta: "Ser autónomo es una heroicidad; yo no soy una subvencionada. Lo que gano, lo reinvierto"
“No me pareció bien que se metieran con Melody por no hablar de Gaza. Hay gente que ha sido muy irrespetuosa con ella” // “Es más fácil ser actriz que criar hijos” // “Tuve un momento laboral muy complicado que se me fue de las manos. Pedí ayuda y pude ordenar mi estrés”.
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Toni Acosta (San Cristóbal de La Laguna, Tenerife, 1972) acumula obras de teatro, series y películas —quién no ha visto alguna de ellas—; y ahora, también, un libro: Un caracol en mi armario (Harper Collins). Le ha ido —y le va— bien. No lo niega. Pero tampoco esconde los fantasmas que la vida de actriz le coloca por el camino de vez en cuando. Ha ido —y va— a terapia. Y lo recomienda a todo el mundo. “Mis hijos han estado y se les nota (para bien)”, cuenta en la entrevista con EL ESPAÑOL.
Lo suyo, como actriz y como escritora, son los sentimientos. No huye de ellos. Aconseja enfadarse, y estar triste, y estar rabiosa... y lo que sea. Lo único importante, para ella, son las personas. Las buenas personas. Las que son empáticas, las que se ponen en lugar del otro y las que disfrutan de las pequeñas cosas de la vida —aunque con discreción, como le enseñó su padre—. Sin alardear. Ese es su secreto para ser feliz. Ah —y añade durante esta charla— y también hay que ser respetuosos con los que no piensan igual que nosotros. Eso que no falte.
Todo eso es parte de la columna vertebral que mueve su vida. Intensa, sí, pero gustosa. Durante un tiempo, Toni quiso ser periodista, pero finalmente buscó refugio en las tablas. Sobre todo, las del teatro. Y estas no le han abandonado. Son “sus lentejas”. Pero, eso sí, aliñadas con muchas otras cosas, como la de llevar su propia productora junto a una agenda tan intensa como gratificante llena de presentaciones, actuaciones... y todo lo que usted se pueda imaginar.
P.—En el teatro está con ‘Una madre de película’, el próximo 26 de junio estrena ‘Padre no hay más que uno 5’ y mientras sigue haciendo promoción de su primer libro ‘Una escalera de caracol’. ¿No se podrá quejar?
R.—Yo queja, cero. No me va la queja. Este año hasta voy a tener vacaciones, así que a disfrutar. Es verdad que el tener mucho trabajo a veces te imposibilita disfrutar. Pero soy bastante partidaria del aquí y ahora. Este finde me he ido a actuar a Fuerteventura y a Lanzarote y, a pesar de que mañana comienzo otro rodaje, he disfrutado muchísimo de las actuaciones en las dos islas.
P.—¿Dónde se irá de vacaciones?
R.—No pienso contárselo a nadie (risas), porque a lo mejor me quedo en casa. Pero voy a tratar de hacer una especie de cura de tecnología y de exposición. Una de las cosas que tenemos los que trabajamos a este nivel es la exposición pública. A veces eso cansa más que el trabajo en sí: estar pendiente de las entrevistas, de las fotografías, de las ruedas de prensa... Esta vez voy a intentar disfrazarme un poco.
P.—Históricamente se ha penalizado a las actrices cuando han llegado a una determinada edad. ¿Esto está cambiando o usted es una excepción?
R.—Yo creo que la cosa ha mejorado. Es una percepción que tengo. Pero no sólo es conmigo, sino también viendo cómo les va a Carmen Machi, a Maribel Verdú, a Leonor Watling... Todas han tenido trabajos muy interesantes en el último año y todas estamos en esa edad en la que antes te retiraban muy rápido. Yo soy muy de abogar o defender que esto no sea una moda, sino que sigan escribiendo papeles para mujeres maduras, mujeres que pasan los 50 años... Porque tenemos muchas historias que contar.
P.—Hay a una edad en la que ya sólo se puede mostrar a la mujer sin filtros. ¿Estamos demasiado acostumbrados a mostrar a la mujer con filtros?
R.—Yo creo que es una pose. Nadie muestra a la mujer sin filtros. La propia cámara de mi móvil nuevo ya tiene el filtro incluido. Yo intento que me vean sin maquillaje, mostrar mis ojeras... y recibo muchos comentarios bonitos de un montón de mujeres, pero no es lo habitual ni es la moda. Al final todo el mundo pone filtros y hace retoques, empezando por nosotras mismas. Por eso tenemos que convencernos a nosotras mismas que, oye, hay que mostrarnos sin filtros.
P.—Su éxito tiene que ver también con que tiene su propia productora
R.—Mi éxito tiene que ver con el teatro, sin duda. Porque siempre me he refugiado en el teatro. Yo a mis compañeros les digo que el teatro son las lentejas. Y todo lo demás va llegando: una peli, una serie... Pero yo no voy a renunciar al teatro y a las giras, porque es donde de verdad encuentro una continuidad. Ahora, además, con mi pequeña productora puedo estar en la toma de decisiones y eso es una maravilla porque puedo elegir equipo, los textos...
P.—¿Su productora sólo es para teatro?
R.—Sólo teatro. Tenemos unos presupuestos muy pequeñitos. Y luego me asocio siempre con Jesús Cimarro y con Juan Carlos Rubio, que es mi director. Yo lo que hago es aportar mi trabajo y una parte de la producción. Esa es la manera de tomar decisiones. Se lo recomiendo a todo el mundo: ponerse creativo y meter los ahorros ahí porque al final inviertes en ti.
P.—¿Es una heroicidad ser autónoma en este país?
R.—Lleva mucho trabajo. Yo me he lanzado porque me fijo en las americanas y veo que en todas las películas, al final, aparece: ‘Productora ejecutiva: Nicole Kidman, Jennifer Aniston...’. Pero hay que hacerlo todo muy bien: pagar todos los impuestos, guardar las facturas.... Pero es la manera de formar parte del proceso creativo, y para eso yo me di cuenta que necesitaba invertir mis ahorros.

Toni Acosta.
P.—Pero hacer eso es una heroicidad, ¿o no?
R.—Venga, vale, acepto, es una heroicidad. Yo siempre a los que critican les digo: ‘Si tan fácil te parece, hazlo tú: te subes al escenario, te enfrentas a la gente...’. Y a veces sale mal, pero a veces sale muy bien. Entonces, ¿es una heroicidad? No debería serlo. Ojalá pudiéramos sacar de forma sencilla nuestros proyectos los actores.
P.—Desde luego, usted no es una ‘subvencionada’ —y lo digo porque alguna vez la han atacado con esto—.
R.—No, no lo soy. No soy una subvencionada. Yo lo que gano lo reinvierto. Y por supuesto que pedimos subvenciones, yo no voy a huir de eso para proyectos grandes. He trabajado en el teatro público, en el Teatro Español y eso se subvenciona. Pero bueno, como muchos otros sectores. Lo que pasa es que parece que nosotros llevásemos un cartel de la subvención. Y no debería ser insulto —como sí que lo es—.
Lo que no sabe la gente es que luego esa subvención se devuelve con todo el dinero ganado. Yo lo que digo es que reinvierto mis ahorros y mi sueño sería dar trabajo a más gente. De momento sólo hacemos las producciones donde estoy yo, pero me gustaría que esto se convirtiera en algo más grande y poder contratar.
P.—¿Falta desligar en España la ideología de los actores con su valía como profesionales? Lo digo por esa conciencia que se tiene (para bien o para mal) de que en el cine todos sois de izquierdas.
R.—Yo me quiero quedar siempre con lo positivo: yo recibo muchísimo amor por la calle. Acabo de leer un libro de Joël Dicker, que explica la democracia para niños, en el que se ve muy bien cómo gana la minoría ruidosa y no la mayoría silenciosa. Y es así. Siempre hacen más ruidos los que te tachan de tener una ideología o de cobrar subvenciones. Pero yo me voy a quedar con lo bueno: toda la gente que valora nuestro trabajo.
P.—Cambiando de tercio. Me estoy leyendo su libro. Resumo sin desvelar nada: hay una madre separada, dos hijos, una abuela, un perro... ¿Se parece bastante Candela a usted, no? O al menos a lo que fue una parte de su vida.
R.—Sí. No es un libro autobiográfico. Pero si tengo la sensación de haber desenredado algunos traumas que tenía, de haber indagado en la relación con mi madre, de haber expuesto lo que supone el duelo tras la ruptura... No es autobiográfico, pero he descubierto que todos los escritores tiran de experiencias reales para poder afrontar los conflictos. Los que escriben sobre crímenes espero que no, pero los que escriben sobre sentimientos seguro que sí.
P.—Usted también tuvo dos hijos y se separó. ¿Le sirvió aquella experiencia para escribir esta novela?
R.—Hombre, sí. No ahondo en los motivos, pero sí me parece sano y generoso contar un duelo: cómo es una separación, cómo va encontrándose la protagonista. Y eso sí tiene que ver con mi duelo personal.
P.—¿Pasó usted tras su separación también por terapia?
R.—Yo voy a terapia. Y en determinados momentos de mi vida (cuando me separé, o cuando tuve una época de mucho estrés en el trabajo, o para abordar la relación con mis hijos) he ido. Pero yo hago terapia y la cierro. Y luego he tratado todo esto de ir al psicólogo con humor —también en el monólogo—. A veces, dices: ‘Sé el camino que tengo que seguir, pero necesito que alguien me lo cuente’.
En el libro aparecen dos terapeutas, uno es el de Candela y otro es el de Eva, y los dos son muy diferentes. Pero bueno, yo estoy muy a favor de que si tienes un problema y no sabes cómo resolverlo, acudas a terapia. Lo recomiendo a todo el mundo. Igual que nos hacemos chequeos de salud, por qué no nos podemos hacer chequeos mentales.
P.—¿Cuál ha sido su peor momento a nivel psicológico?
R.—Tuve un momento laboral muy complicado que se me iba de las manos. A veces, uno tiene ataques de ansiedad que no le permiten ni ir al trabajo y eso se frivoliza. Y eso me dio mucho miedo. Pedí ayuda hace tres años y el psicólogo me ayudó a ordenar mi estrés. Por eso digo que me he vuelto especialista en disfrutar del aquí y el ahora.
Cuando tengo que ir al teatro, voy al teatro; cuando firmo libros en la feria del libro, estoy para eso; y cuando estoy con mis hijos, dejo el móvil a un lado y estoy con ellos. Creo que he encontrado el equilibrio.
P.—La hija de Candela en la novela, Eva, también va al psicólogo. ¿También ha tenido que llevar a sus hijos a terapia?
R.—Mis hijos van al psicólogo los dos. Y además no les he llevado yo, sino que lo han pedido ellos. Como la terapia en nuestra casa está muy normalizada, ellos han pedido ir en dos ocasiones y los he llevado.
P.—En ese momento no pensó: ‘¿Habré hecho algo mal?’.
R.—Lo cuento en un capítulo. Te haces la moderna y los llevas a terapia, pero piensas: por qué no me lo cuentan a mí. Pero bueno, considero que les hace bien y que cuando charlas con ellos —tengo un hijo de 20 y mi hija con 17— notas que van a terapia. Y ahora mismo son chavales estupendos, que han aprendido a hablar de sus emociones, que ponen límites y que tienen las bases. Problemas van a tener, porque en la vida te surgen problemas, pero también tienen las herramientas para solucionarlos porque han ido a terapia.
En cualquier caso, no hay que tenerle miedo a ir a terapia. Hablábamos antes de la heroicidad de ser autónomo. También es un héroe el que va a terapia.
P.—El otro día, a raíz de esto, tuvo un rifirrafe con Broncano por la salud mental de Melody. ¿Se sigue teniendo poco tacto con la salud mental?
R.—Creo que en general se tiene poco tacto. Pero a mí me pareció totalmente lícito que Melody quisiera poner sobre la mesa su salud mental. Tenemos que respetar a las personas que no nos caen bien. Porque respetar sólo al que te cae bien... Y es que hay que ponerse en su piel. Vete tú a Basilea, canta después de toda la promo delante de todo ese público... Es normal que estuviera agotada. Y me salió defenderla. Últimamente me meto en pocos embolados por redes sociales, pero de vez en cuando está bien. No me pareció bien que en un programa se metieran con ella. O que se metieran con ella por no opinar sobre Gaza. ¡Pues que no opine! No entiendo por qué se nos exige que opinemos. No lo entiendo. Ella que cante.

Toni Acosta.
P.—¿Se pasó de frenada Brocano?
R.—No él. Considero que se creó una atmósfera irrespetuosa respecto a Melody. Luego a mí me atacaron, que si no entendía su humor, que si ellos son así... Y tampoco sé si fueron los guionistas. Pero me pareció irrespetuoso que una mujer que se ha dejado la piel... No me gustó el tono, en general.
P.—Por seguir. En el libro se ve a una madre “sobrepasada”, que podría ser cualquier madre “sobrepasada” fuera de la ficción. ¿Está la sociedad configurada para tener hijos?
R.—No. Qué va. Si además la conciliación no existe. La conciliación son los abuelos, o una persona que te ayuda en casa, o que deje de trabajar uno de los dos de la pareja —que, sorpresa, suele ser la mujer—. Aquí sí que hacen falta ayudas, subvenciones o lo que sea para que se mejore el horario de los trabajadores —y no hablo de ampliar el horario de guarderías para que mi hijo esté más tiempo sin mí—. No, yo hablo de mejoras en el horario para que los padres puedan pasar más tiempo con su hijo.
Luego nos damos cabezazos cuando aparece un problema real con nuestros hijos. Y entonces ya es tarde. Las bases hay que ponerlas en la infancia.
P.—Tanto Eva como Candela, en algunos pasajes del libro, no encajan. ¿Ha sentido usted alguna vez que no encajaba?
R.—Yo soy una outsider. Siempre trato de tener empatía con el otro, no me gusta que haya tanta polarización... Y eso que tengo un núcleo muy fuerte de mi familia que no pertenece al mundo del espectáculo, una pareja muy sólida que me da un puesto de vista diferente con respecto a la exposición pública y un grupo de amigos muy fuerte. Pero, aún así, siento que siempre voy a la contra.
P.—¿Encajaba en aquel momento en el que era un personaje de la prensa rosa por su relación con Jacobo Martos, hijo de Raphael?
R.—Intento no hablar de este tema y aquí sí que apelo a la salud mental. Fue hace 10 años y, cuando alguien tiene una ruptura, el hablar de nuevo de eso... Me gusta hablar del ahora. De lo otro no y, a veces, digo: ojo con preguntar con determinados momentos de las personas porque te devuelven al pasado.
Pero sí que siento profundamente que no pertenezco al mundo de la prensa del corazón. Cuando hago promos y me sacan en las revistas, pues lo hago como parte del trabajo. Pero a su favor tengo que decir una cosa: ellos también saben que no pertenezco a ese mundo y me respetan. No han sacado nunca a mis hijos y a mí me sacan muy de vez en cuando. Así que creo que es mutuo.
P.—Candela es periodista. ¿Qué relación (más allá del papel cuché) tiene con la prensa?
R.—Hubo un tiempo de mi vida en el que quise ser periodista. Siempre dudé entre lanzarme al mundo del espectáculo o quedarme con esa cosa que tengo de escritora y curiosa. Me hubiera gustado.
P.—Por otro lado, me gusta mucho Juana, la madre de Candela. ¿Qué tiene usted de su madre y qué de su padre?
R.—De mi madre cada vez tengo más, aunque me cueste reconocerlo. Y hay que hacer un gran ejercicio de distanciamiento para romper patrones. Yo tenía claro cómo quería educar a mis hijos —y es diferente a como me educaron a mí—. Pero hay que hacer ese ejercicio de romper con eso. Porque yo creo que nos parecemos a nuestros padres siempre.
Y de mi padre tengo una cosa que me gusta mucho. Mi padre es un hombre muy discreto, muy para dentro. Y yo, a pesar de ser actriz y tener una exposición pública, a veces adopto un perfil bajo: viajo en Metro y en clase turista... Y mi padre siempre decía: discretitos mejor. No alardeo. No soy una persona presumida. Eso es de mi padre.
P.—Ese intento de ser discreta tiene que ver con que se quitara Twitter.
R.—No quise convertirme en una generadora de opinión. Considero que los que tenemos muchos seguidores también tenemos una responsabilidad y por eso me cuido mucho con lo que digo. Pero sí, me lo quité en 2017 y soy muy feliz. Fui pionera, me fui antes de que se llamara X, de que entrara Elon Musk. Y, además, creo que puedo ser más yo en Instagram. En Twitter tienden a manipularse las opiniones.
P.—¿Qué miedos ha tenido con sus hijos? ¿Es más difícil ser actriz o criar hijos?
R.—Es más fácil ser actriz que criar hijos. Me he esforzado mucho por proteger su intimidad y creo que además ha sido una decisión muy acertada, tanto de su padre como mía. Y también me he esforzado en tener un divorcio amable y que tuvieran una sana relación tanto con su padre como conmigo. Y me he esforzado también en que sean personas buenas y empáticas. Lo de ser felices... Está sobrevalorado. A veces uno es feliz, otras está triste, o rabioso, o enfadado... Todas las emociones son válidas. Pero yo lo que quiero es que sean buenos.
P.—Aunque esté sobrevalorada. ¿Cuál ha sido su receta para ser feliz?
R.—Disfrutar de las cosas pequeñas. De la tortilla que te haces en casa, o de comer con tu hija, como es mi caso. Hay que disfrutar de las cosas y del tiempo que pasamos con nuestra gente.
P.—Ha hecho casi todo en su carrera. Incluido esto, escribir un libro. ¿Qué le queda?
R.—Me queda seguir avanzando. Seguir contando historias. Y que no me malinterpreten los grandes directores. Me encantaría rodar con ellos, pero no quiero ponerme ninguna expectativa porque a veces las cosas no se dan. Entonces, a disfrutar. Este año he tenido una suerte tremenda con los directores con los que he rodado.