
Magdalena Pérez se despide del Teléfono de la Esperanza tras 30 años como voluntaria
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La época de pandemia fue el mayor reto durante su presidencia por el aumento de carga de trabajo, que incrementó en más de un 50%.
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Magdalena Pérez (55 años), psicóloga clínica, especialista en el duelo y conducta suicida, tuvo siempre muy claro que su carrera profesional iba a girar en torno a la psicología por su necesidad imperiosa de comprender la vida, el por qué de los comportamientos de las personas y cómo alguien puede manejar las heridas emocionales que padece.
A la hora de elegir qué carrera estudiar, no tuvo duda y, aunque vivía en Bilbao en ese momento de su vida, decidió estudiar en la Facultad de San Sebastián y hacerse, de lunes a viernes, algo más de cien kilómetros. "En mi familia ya había alguien que era psicóloga y me gustaba lo que hacía y cómo lo hacía, por lo que no tuve muchas dudas".
Poco después de terminar su formación universitaria, se instaló en Valladolid para trabajar junto a un familiar psicólogo y conocer de cerca qué significaba ser psicóloga. Fue allí donde comenzó su camino profesional y donde tuvo su primer contacto con el Teléfono de la Esperanza.

Magdalena Pérez, expresidenta del Teléfono de la Esperanza
Su familiar la invitó a conocer el proyecto, y se enamoró de inmediato. Trabajó en la ciudad vallisoletana durante siete años, pero por amor se trasladó a La Rioja, que se convertiría en su hogar y en el lugar donde destacaría como profesional.
"Llevo más de 27 años en La Rioja y cuando llegué no había Teléfono de la Esperanza, por lo que me puse a buscar a personas dispuestas a ayudar para arrancar lo más pronto posible. A mí me parecía un proyecto muy necesario aquí porque había mucho sufrimiento y dolor emocional, como en cualquier ciudad", comenta Magdalena Pérez a EL ESPAÑOL.
De voluntaria a presidenta
Tras más de 30 años como voluntaria en el Teléfono de la Esperanza, y veinte como presidenta de la organización, hace dos meses decidió cerrar esa etapa y dedicarse exclusivamente a su labor como psicóloga clínica. Gracias a una mayor sensibilización a nivel político, el Gobierno de La Rioja ha desarrollado una unidad integral de atención a la conducta suicida en esta comunidad y Magdalena se ha sumado al proyecto. Dentro del Sistema Nacional de Salud se convocó una plaza a la que se presentó y obtuvo, motivo por el que abandonó su puesto como presidenta del Teléfono de la Esperanza.
"Mi labor ahora es estructurar y montar este servicio, que además queremos que sea no sólo algo sanitario, sino comunitario. Cierro una etapa de un proyecto social voluntario en el Teléfono de la Esperanza para abrir una etapa de un proyecto social mucho más amplio y específico de conducta suicida dentro del sistema público. Me he ido del Teléfono de la Esperanza aquí en La Rioja y en la Vicepresidencia Nacional, en la que también estaba, pero siento que sigo vinculada porque el teléfono es parte de mi vida".
Para ella, uno de los recuerdos que guarda con más cariño como presidenta fue el recibimiento de un correo electrónico solicitando ayuda, ayuda@telefonodelaesperanza.org, -el Teléfono de la Esperanza no sólo atiende llamadas-. Esa persona tenía fecha para acabar con su vida, pero necesitaba organizar cómo cerraba su historia. En cuanto fueron conscientes del problema, la Organización puso a su disposición a voluntarios, psicólogo, trabajador social y un asesor jurídico.
Esta persona estaba relacionada con el ámbito de la cinematografía y tenía varios proyectos artísticos, por lo que, para ayudarle a abandonar la idea de quitarse la vida, activaron un Festival de Cortometraje donde él fuera el director técnico.
"Se lo planteamos... Nos dijo que sí en ese momento, y ahora vamos por la sexta edición. El primer año recibimos más de 300 cortos y, a partir de ahí, creamos un proyecto que se llama 'Agarra la vida', cuyo nombre lo decidió él, donde desarrollamos actividades artísticas, solicitamos a Rozalén que compusiera una canción y hasta conseguimos celebrar un concierto solidario en el WiZink en 2023", sentencia Magdalena en conversación con EL ESPAÑOL.
Sin embargo, no todos los casos de la organización terminan de forma satisfactoria. Si bien algunos logran resolverse con éxito, la etapa de la pandemia representó un gran desafío durante su mandato por la excesiva carga laboral. Una semana antes del confinamiento activaron un sistema que permitía atender a los pacientes no sólo en las sedes, sino desde cualquier sitio donde se encontraran físicamente. Al cerrar los servicios sanitarios, todas las demandas iban dirigidas a ellos, por lo que no pudieron desconectar del trabajo en ningún momento.

Magdalena Pérez en la organización
"Durante la pandemia, el volumen de atención aumentó un 50% y se mantuvo durante meses gracias al esfuerzo de voluntarios que también atravesaban la crisis. Fue una experiencia intensa pero gratificante, marcada por el trabajo en equipo, la responsabilidad y el compromiso para apoyar a una población en crisis", asegura.
PREGUNTA.- ¿Cuántas llamadas recibís al día normalmente?
RESPUESTA.- Pues ahora mismo no lo sé, porque depende mucho de días y de temporadas, pero hazte
la idea, por ejemplo, aquí en La Rioja, el año pasado hicimos alrededor de unas 8.800 intervenciones. Y a nivel nacional, el año pasado hicimos unas 183.000 intervenciones.
Tras más de 30 años dedicados al Teléfono de la Esperanza, Magdalena es incapaz de contabilizar cuántas llamadas ha atendido, pero "he cogido llamadas de todo tipo". Su trabajo, al ser psicóloga, no sólo consistía en recibir llamadas, también se reunía presencialmente con los pacientes, colaboraba con otros profesionales para desarrollar proyectos grupales, talleres y cursos, y brindaba apoyo emocional a los voluntarios.
Las redes sociales
Lo poco rescatable que ha traído la pandemia ha sido la concienciación de las personas sobre los problemas que pueden surgir si no se cuida la salud mental. Sin embargo, aún persiste la incomprensión. Para Magdalena, el verdadero problema es la trivialización del asunto, la psicopatologización y la autodiagnosticación del paciente a través de las redes sociales. "Tengo miedo de que todo se desvirtúe y al final no entendamos lo que es realmente importante o que se psicopatologicen mucho situaciones que forman parte de crisis, dice.
A través de vídeos en TikTok e Instagram, han surgido 'influencers' que se dedican a diagnosticar enfermedades sin ser especialistas. Magdalena Pérez ha atendido en consulta a pacientes que llegan con un diagnóstico previamente asumido, basado en lo que han visto en redes sociales, sin comprender realmente en qué consiste la enfermedad que supuestamente padecen.
"Cuando llegan a consulta, me explican el trastorno que tienen y yo, aunque sepa qué es, les pregunto de qué trata. Me cuentan cosas que no tienen absolutamente nada que ver con lo que probablemente le pasa a esa persona. Es peligroso y, aunque hayamos puesto la salud mental encima de la mesa, se nos puede escapar el cómo trabajar de una manera adecuada esa sensibilización, esa difusión y ese cuidado de esa promoción de la salud mental que realmente nos ayude a comprendernos y a no despistarnos", concluye.