
El Centro Penitenciario de Asturias, junto a una imagen de Christian, el padre de los menores rescatados por la Policía Local de la 'casa de los horrores' de Oviedo.
El matrimonio de la 'casa de los horrores' de Oviedo "duerme con las mascarillas" en la cárcel: "Tienen un trauma con el Covid"
Christian y Melissa solo hablan entre ellos en el patio, en la sala de televisión y el comedor. En la prisión de Asturias les han derivado a programas distintos para que desconecten el uno del otro e interactúen con otros presos.
Más información: El reino de terror de Christian en el chalé de Oviedo: sus hijos sufrían "estreñimiento severo" porque no les dejaba ir al baño
Christian y su esposa vivieron durante cuatro años sin salir ni un sólo día de la 'casa de los horrores' de Oviedo, protagonizando un cautiverio autoinducido, junto a sus tres pobres niños. Ahora sus compañeros de viaje no son sus hijos sino los reclusos condenados por robos, narcotráfico o delitos contra la seguridad vial que han pedido voluntariamente su ingreso en la Unidad Terapéutica y Educativa (UTE) del Centro Penitenciario de Asturias. En este módulo mixto, a sus funcionarios les llama la atención un detalle del matrimonio: "No se quitan la mascarilla ni para dormir".
Lo único que ha cambiado en su miedo paranoico hacia el Covid es que al menos, se han cambiado las mascarillas por otras nuevas —y limpias—. "Cuando los padres de los niños ingresaron en prisión, sus mascarillas estaban muy sucias y superusadas", según destaca una fuente de prisiones. "Tenían más gérmenes en las mascarillas que traían puestas que los que podían pillar dentro de la prisión".
La fijación que tienen con seguir cumpliendo con las medidas sanitarias que la población debía acatar durante la pandemia contrasta con la falta de higiene que presentaban sus respectivos cubrebocas. "El día que ingresaron en prisión llevaban las mismas mascarillas que el día que les arrestaron". Durante 72 horas seguidas no se las despegaron de su boca ni de su nariz tanto el alemán Christian Steffen, de 53 años, como su esposa norteamericana, Melissa Ann Steffen, de 48 años. "Están obsesionados".

Un policía local de Oviedo junto a dos de los hijos del matrimonio cuando los rescataron de la 'casa de los horrores' el lunes 28 de abril.
Su forma de pensar no ha cambiado al salir al exterior y comprobar que la amenaza del Covid se ha diluido. Este matrimonio se mantiene con la misma mentalidad que en 2021, cuando se aislaron del mundo junto a sus tres hijos, unos gemelos de 4 años y el primogénito, de 6 años, trasladándose desde Alemania a una casa de Toleo: una parroquia del concejo de Oviedo, con 155 habitantes.
Allí les limitaron las horas de luz solar a las que tenían acceso en sus habitaciones; les tuvieron durmiendo en cunas durante 1.200 días; les impusieron un horario para ir al cuarto de baño a hacer sus necesidades; se aprovecharon de su inocencia para hacerles creer que padecían patologías cardíacas; les administraron fármacos del mercado negro con el principio psicoactivo del cannabis, para tratar sus supuestos trastornos del déficit de atención...
Ahora es el matrimonio el que está bajo el tratamiento de terapeutas y psicológos de esta UTE, pero siguen demostrando estar inmersos en su paranoia Covid, rechazando cualquier contacto humano, para evitar contagios y enfermedades. "Tienen un trauma con el coronavirus". Tal conclusión de esta fuente de prisiones se debe a que cada día se reproduce una escena similar en esta cárcel del concejo de Llanera: "En el recuento están en la cama con la mascarilla puesta para dormir".
Cuando están en las zonas comunes del penal tratan en vano de mantener la distancia social: el famoso metro y veinte centímetros que debíamos aplicar en nuestro trabajo o con nuestro círculo social tras salir del confinamiento. "Son muy raros". Tanto que solo se relacionan entre ellos. Algo que solo pueden hacer en el tiempo que pasan en el patio, en la sala de televisión y el comedor. "No hablan con nadie".
Nada de delitos sexuales
Desde el penal se está intentando que se abran y se relacionen con el resto de la población reclusa de 210 hombres y 12 mujeres de la UTE donde está prohibida la presencia de delincuentes sexuales, al tratarse de un módulo mixto. "Están en programas diferentes para que desconecten el uno del otro e interactúen con otros presos". Pero por ahora nada, a pesar de que el clima de convivencia es más tranquilo que en un módulo convencional por el perfil de los reos y por el hecho de que hay un mayor número de psicólogos, educadores y trabajadores sociales.

Una imagen de archivo de la Fundación Adsis con presos que están en la UTE de la prisión de Asturias.
El matrimonio 'disfruta' de una celda separada en la Unidad Terapéutica y Educativa (UTE): "En su momento, este módulo de Asturias fue pionero en el modelo penitenciario español". El objetivo es buscar la reinserción social haciendo que los reclusos se impliquen en la rutina diaria, que se inscriban voluntariamente en programas para tratar sus adicciones; que participen en talleres en grupo, que cumplan con la obligación de asearse cada día; que verbalicen sus sentimientos y sus emociones en sesiones de terapia; que reconozcan sus delitos y la gravedad de los hechos que cometieron...
El Gobierno del Principado de Asturias se personará en la causa penal que se sigue contra estos padres por tener secuestrados durante cuatro años a sus tres hijos en un chalé de Oviedo. Así lo ha confirmado el portavoz del Ejecutivo asturiano, Guillermo Peláez, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Gobierno, al tiempo que ha avanzado que están buscando a parientes de los menores, para generar un entorno en el que puedan "desarrollar su infancia" y una "vida digna".
Entretanto, los Servicios Sociales se ocupan de su cuidado y evaluación psicológica para conocer los efectos que ha tenido ese cautiverio impuesto en su salud mental. "Los niños comen y duermen bien", según ha detallado el portavoz Guillermo Peláez. "Ellos se encuentran bien, interactúan con los educadores en el centro en el que se encuentran".
Pero Christian y su esposa, Melissa, continúan sin romper con la ley del silencio carcelaria. Ellos siguen sin abrir la boca, manteniendo su armadura contra el coronavirus que les puede pegar el resto de la población reclusa, sin darse cuenta de que le quitaron cientos de días de libertad a sus tres hijos, ahora con 8 y 10 años, los cuales, por fin, se han desposeído de sus mascarillas sanitarias contra una pandemia inexistente.