Núria López Torres
Sierra del Rosario (Cuba)
Publicada

A penas unos 155 km separan La Habana del profundo valle de Machuca. Sin embargo, su distancia parece multiplicarse por cuatro en el momento en que se abandona la autopista del este. Un viaje suspendido en el tiempo a las profundidades de la Sierra del Rosario. Google Maps le pierde la pista a la altura de San Cristóbal, en la provincia de Artemisa, y es allí donde se inicia la búsqueda del escondido valle de Machuca donde vive la comunidad de los acuáticos.

Roberto, de estatura corta y semblante afable, ajusta con el mecánico de su tractor los últimos arreglos para poder bajar al valle y llevar algunos suministros tras haber conseguido carburante suficiente para hacer el viaje de ida y vuelta. Un total de 34 kilómetros entre los dos trayectos en los que "se te parte la espalda", según afirma uno de los presentes en el taller mecánico. Es una ruta repleta de enormes piedras y fango que discurre entre barrancos respetables.

Tras dos horas de recorrido, el abrupto camino se convierte en un llano de tierra rojiza y da paso a un luminoso valle por donde se diseminan las casas de las 325 almas que viven en este espectacular entorno. De los habitantes de la zona, 170 pertenecen a la mal llamada secta de los acuáticos.

Un miembro de la comunidad de 'Los Acuáticos', durante la entrevista con EL ESPAÑOL.

Un miembro de la comunidad de 'Los Acuáticos', durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Núria López Torres E. E.

Los Acuáticos son una comunidad desconocida para la mayoría de los cubanos, ya que viven prácticamente al margen de la revolución. Ellos nunca van al médico ni al hospital, ni tampoco toman ningún tipo de medicamento. Curan sus enfermedades con agua. No van a la escuela y los más conservadores no utilizan la electricidad. No están inscritos en ningún registro civil, por lo que no tienen carné de identidad.

Se niegan a firmar ningún tipo de documento, así como a hacer el servicio militar y social obligatorio. Ni la revolución cubana ni sus programas educativos y sociales han podido sacar del aislamiento a este grupo de personas que, con su comportamiento y creencias, han desafiado al gobierno del país en dos de sus grandes logros: la educación y la sanidad.

El origen de Los Acuáticos

A Antoñica Izquierdo, una campesina medio analfabeta de los Cayos San Felipe, en 1936 se le enfermó gravemente su hijo pequeño Eugenio, el último de siete. La desesperación de una madre que no tenía dinero para llevar a su pequeño al médico, y la certeza de que este iba a morir, provocó que Antoñica tuviera una revelación, según dice, de la Virgen María en la que esta le dijo que tenía que bañarlo en agua.

Desnudó al niño de dos años y lo sumergió en un arroyo de agua fría cercano a la casa. La fiebre de la criatura remitió y este sanó. En una segunda revelación, la señora Izquierdo dijo: "La Virgen María me ha designado protectora de los infelices de la tierra, para ayudarlos y curarlos sin interés alguno, sin cobrarles ni siquiera un centavo, sin medicinas, y sólo con el poder del agua".

En el periodo entre 1936 y 1939 la fama de Antoñica, como la mujer que curaba con agua, se extendió por toda la región. La gente comenzó a acudir en masa a los Cayos San Felipe para que esta mujer obrara su milagro. Los médicos de la zona empezaron a ver cómo la lista de sus pacientes iba mermando poco a poco.

A finales de los años treinta, Antoñica fue desalojada de su hogar y enjuiciada por la muerte de un hombre que apareció en estado de putrefacción junto a un arroyo. Finalmente, quedó absuelta por falta de pruebas.

Una niña que forma parte de la comunidad de 'Los Acuáticos', durante la entrevista con EL ESPAÑOL.

Una niña que forma parte de la comunidad de 'Los Acuáticos', durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Núria López Torres E. E.

Tras el juicio Antoñica pidió a sus fieles que quemaran sus cédulas de identidad, que abandonaran cualquier filiación política o social, que echaran a la basura las medicinas y nunca más acudieran a un hospital, que los niños no fueran a las escuelas a estudiar y los adultos no acudieran a los centros laborales. Así, a partir de ese momento, ella pasaría a ser su guía y protectora espiritual, amén de velar por la salud de todos ellos con los poderes curativos del agua.

La figura de Antoñica Izquierdo se volvió motivo de encono entre políticos y representantes de la sociedad civil, debido a su influencia entre la comunidad campesina de la zona y sus constantes proclamas a la insumisión. Antoñica fue apresada y enviada a Mazorra, un centro de atención psiquiátrica en La Habana del que más nunca pudo salir y donde murió en 1945.

Siete décadas de aislamiento

No corre ni una gota de aire y la humedad es sofocante. La lluvia del día anterior no ha conseguido refrescar el ambiente y María no se encuentra bien. Tiene fiebre y lleva toda la mañana tumbada en la cama de su habitación. Ha tomado tres vasos de agua y se ha bañado en el río como único remedio para aliviar su malestar. Su nieta Salet, de diez años, le hace compañía sentada en una vieja mecedora junto a la puerta de la habitación.

Ella nunca ha ido a la escuela y no sabe leer ni escribir. "Ayudo a mi madre en la casa y con los animales" comenta Salet en un tono seco cuando se le pregunta qué es lo que hace durante el día. Dibuja una tímida sonrisa en sus labios que finalmente no consigue afianzar.

Su abuelo Miguel entra en el porche de la casa sofocado por el calor y se sienta junto a una mesa para recobrar el aliento. Miguel es uno de los tres patriarcas de la comunidad de los acuáticos: "Lo que nos cura a nosotros es la fe y el agua como única medicina. Cuando nos enfermamos, nos bañamos en el río, bebemos agua o nos ponemos paños de agua fría en alguna parte del cuerpo. Eso es todo lo que hacemos, y no necesitamos más", afirma con rotundidad.

Juana intenta dominar su larga melena castaña que le llega más abajo de la cintura con un cepillo de púas grandes mientras su hijo Lorenzo, de diez años, se pone su camisa nueva para ir al cumpleaños de un familiar que vive a 4 kilómetros de su casa. Juana tiene tres hijos. A los dos mayores los tuvo en casa, y a otro que nació muerto también, pero a Lorenzo lo tuvo en una clínica: "Me llevaron obligada al hospital. Como yo no quería ir por mi propio pie me llevaron con la silla y todo".

Miembros de la comunidad de 'Los Acuáticos', durante la entrevista con EL ESPAÑOL.

Miembros de la comunidad de 'Los Acuáticos', durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Núria López Torres E. E.

La doctora Nilaydi Ríos que está apunto de terminar su año de servicio social en Machuca, reconoce lo difícil que es convencer a las mujeres que siguen esta creencia para que vayan a un hospital a dar a luz: "En Cuba, la natalidad es casi una cuestión de estado. Nacen muy pocos niños y la población está muy envejecida, por eso se hace un monitoreo a todas las mujeres embarazadas, para que hagan sus controles, pero con ellas es casi imposible", afirma Nilaydi con un gesto de impotencia.

Se escucha tronar y, al fondo, entre dos colinas desfila un sinfín de rayos que iluminan el cielo azul plomizo. Unas montañas plagadas de palmas reales que figuran como agujas punzantes son el decorado que Juana contempla todos los días. Es época de lluvias y casi todas las tardes se repite el mismo ritual. El poder de la naturaleza deja claro el orden de las cosas, y una fragancia a tierra mojada lo invade todo.

Un sendero zigzagueante de tierra prensada y piedras atraviesa la frondosa vegetación como columna vertebral del valle, única arteria de transito y comunicación que tras 6 kilómetros llega al poblado de Machuca donde se encuentra la escuela, la casa del maestro, el consultorio médico, la casa de la doctora y de la enfermera, una bodega que se supone que vende alguna cosa y la vivienda de tres familias más. Ese es el epicentro de todo el poblado. Uno de los pocos espacios con cierta amplitud en el angosto valle.

Alexis llegó a Machuca como maestro para hacer su servicio social en una misión de alfabetización que debía de durar un año, y se acabó convirtiendo en una de veinte: "Este valle me atrapó y aquí me quedé. Es un privilegio vivir rodado de esta naturaleza aunque las condiciones de vida no sean fáciles".

Un miembro de la comunidad de 'Los Acuáticos', durante la entrevista con EL ESPAÑOL.

Un miembro de la comunidad de 'Los Acuáticos', durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Núria López Torres E. E.

La vocación de Alexis como docente es infinita. Su insistencia y perseverancia han conseguido que algunos niños de las familias de los acuáticos asistan a la escuela aunque sea por poco tiempo: "Algunos niños han estado aquí unos pocos meses, pero otros he conseguido que vinieran varios cursos". Alexis no se da por vencido y sigue insistiendo siempre que puede. Lo hace de forma muy sutil para que no se sientan acosados. Conoce a todos los habitantes del valle y, además de ser maestro, es el secretario del núcleo municipal del Partido Comunista en San Cristobal, el municipio de cabecera.

Alexis visita a Aracelio Miranda, uno de los tres patriarcas de los acuáticos de 80 años de edad, que vive relativamente cerca de casa de Alexis, a unos cuatrocientos metros loma arriba. Aracelio tiene siete hijos, treinta nietos y veinte bisnietos: "Nosotros no presionamos a nadie para que practique nuestras creencias y tampoco expulsamos a nadie de la creencia".

Vicenta, la mujer de Aracelio, entra en la casa y al instante sale con unos platos de mermelada de guayaba que ella misma prepara. Saca del bolsillo de su delantal un pequeño libro desgastado: "Este libro habla de la vida de Antoñica Izquierdo, que era mi tía-abuela", comenta orgullosa. Vicenta no sabe leer ni escribir. No sabe lo que el libro dice, pero tampoco le importa, le sirve que hable de su pariente.

Los acuáticos viven conectados con la tierra y con los ciclos naturales. Alejados del mundo globalizado, su vida se rige por la sencillez y el depender lo menos posible del mundo exterior. "Nosotros llevamos una vida humilde y natural" comenta Jesús Rodríguez, de 78 años de edad, y uno de los tres patriarcas de los acuáticos en el valle, "Lo nuestro no concuerda con lo que le interesa al gobierno" afirma rotundo. Estuvo preso en dos ocasiones. Una primera durante un año por negarse a hacer el servicio militar y una segunda durante seis meses por no querer llevar a sus hijos a la escuela.

Miembros de la comunidad de Los Acuáticos retratados por EL ESPAÑOL.

Miembros de la comunidad de Los Acuáticos retratados por EL ESPAÑOL. Núria López Torres

Este hombre de voz suave y grandes convicciones no utiliza la electricidad, y dice que no se ha enfermado nunca. Cree en el poder curativo del agua porque lo ha visto muchas veces. "A mi hermano lo mordió un perro cuando era pequeño, se enfermó de rabia y el agua lo curó". Sin embargo, un vecino cuenta que ese mismo hermano falleció hacía unos meses, a los 60 años de edad y que sus alaridos de dolor se escuchaban en medio valle.

Con las manos todavía teñidas de rojo de haber sacado unas sandías del huerto me muestra una libreta amarilleada por el paso del tiempo y llena de borrones: "Esta es una de las libretas que Antoñica Izquierdo escribió mientras estuvo en la cárcel, aquí está toda la verdad. La tomaron por loca, pero ella vino a decir lo mismo que Jesucristo, pero la encerraron en Mazorra". Por lo visto, ella escribió, o malescribió, una gran cantidad de libretas como esa que contenían una especie de guía espiritual, pero también sus delirios y visiones apocalípticas.

Vista del paisaje de la Sierra del Rosario, en Cuba, donde vive la comunidad de Los Acuáticos.

Vista del paisaje de la Sierra del Rosario, en Cuba, donde vive la comunidad de Los Acuáticos. Núria López Torres

Los interrogantes del futuro

Los acuáticos son gente tranquila que viven según sus creencias y que no ejercen presión sobre otros miembros del grupo que deciden ser más flexibles en cuanto a las normas de la comunidad. En las últimas décadas, el número de seguidores del culto al agua se ha visto radicalmente reducido, quedando mermado a una mínima expresión de lo que fue en su día.

No existe un único motivo pero las duras condiciones de vida en las que viven las gentes del Valle de Machuca, los cambios generacionales y la penetración de la globalización han influido para que cada vez más jóvenes acuáticos decidan emigrar hacia pueblos o ciudades donde tengan mayores oportunidades alejándose de la dureza que supone vivir aislados. Otros jóvenes, si bien se mantienen arraigados a su tierra, deciden flexibilizar las normas y vivir acorde al siglo XXI.

Leandra Rodríguez, de 22 años y nieta de Jesús Rodríguez, ella no ha ido nunca a la escuela pero tiene claro que llevará a sus hijos al colegio. Tiene un niño de 4 años y una hija de 3. Ambos los ha tenido en el hospital y usa la electricidad en su casa. Su prima Joana, de 14 años, ha ido a la escuela hasta cuarto grado y sabe leer y escribir. Confiesa que le gusta dibujar y leer, aunque no tiene libros en casa porque su abuelo, Jesús Rodríguez, con el que vive, no se lo permite.

Jóvenes como Joana se encuentran a caballo entre la curiosidad que despierta la aventura del conocimiento del mundo exterior y la vida tradicional de su familia. Con el interrogante de saber si Joana y otros niños como ella optaran por continuar el camino de la tradición familiar o seguirán los pasos que les marca su curiosidad.

Miembros de la comunidad de 'Los Acuáticos', durante la entrevista con EL ESPAÑOL.

Miembros de la comunidad de 'Los Acuáticos', durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Núria López Torres E. E.

Sara enciende cada noche su radio mientras hace las últimas tareas, escucha sones, salsas, merengues, bachatas y hasta rancheras. Esta mujer curtida por el sol y de brazos fibrosos, canta unas veces y tararea otras. Todos esos acordes salen del aparato radiofónico mientras su vecina, que sí pertenece a los acuáticos, le cuenta los chismes del día. En el silencio imponente de la noche cerrada esas ondas radiofónicas se abren camino en un lugar donde no llega ninguna señal de móvil, ni la televisión pública cubana, y donde sólo hay un único teléfono fijo en todo el valle.

Dos veces en semana un gran camión ruso Kamaz, tipo todoterreno 6x6 de 225 caballos, comunica el valle con el mundo exterior. Sin embargo, con mucha frecuencia, el camión no tiene combustible para hacer el recorrido o está averiado, con lo que esa comunicación se hace imposible, pero a pesar de la gran dificultad en la accesibilidad, no ha frenado la llegada de la globalización que cada vez tiene más capacidad para penetrar en comunidades aisladas. Muchas familias que dejaron el valle hace tiempo siguen visitando a sus familiares en él, llevando consigo noticias e ideas del mundo moderno.

Los acuáticos acabarán desapareciendo y se diluirán en la historia más reciente de Cuba como una hoja de papel en el agua. Una comunidad que apenas ha sido documentada y de la que existe muy poca información. Lo que queda por saber es hasta cuánto esta pequeña congregación de apenas 170 almas conservará su forma de vida, aislados en su valle protector y, sobretodo, cómo enfrentarán el mundo exterior esos jóvenes que no han recibido ningún tipo de educación.