Pablo, Esther e Inma han trabajado como camareros en distintos establecimientos.

Pablo, Esther e Inma han trabajado como camareros en distintos establecimientos. E.E.

Reportajes

Los jóvenes ya no quieren ser camareros aunque haya trabajo: "No tienes vida ni cotizas lo debido"

Destacan que lo mejor de su experiencia es el compañerismo, "porque se pasa mucho tiempo juntos", y lo peor, las condiciones laborales o la clientela.

14 marzo, 2024 02:22

Esther e Inma empezaron a trabajar en la hostelería con 17 años; Pablo, con 18. Los tres han dejado hoy el sector y cuentan a EL ESPAÑOL los motivos por los que lo han abandonado para dedicarse profesionalmente a otros sectores. Lo negativo es conocido. Un muy escaso tiempo libre que les queda fuera del trabajo, pocas horas cotizadas o sueldos bajos, excepto Pablo o Alicia (nombre ficticio). Pablo trabajó tres meses en un local como camarero y lo hizo "para ganar dinero y pagarme mis cosas".  Los dos tenían claro que lo suyo no era dedicarse a ello más allá de algo puntual.

Inma Torrejón tiene 35 años y ser camarera, para ella, "era absolutamente vocacional. Me encantaba, me apasiona". Tanto, que en cuanto pudo abrió su propio negocio, pero no le fue bien y tuvo que volver a coger la bandeja. Hace un año decidió dejarlo "porque tenía cero vida: la hostelería no está pagada. A mí me han llegado a pagar a 5 euros la hora", indica a EL ESPAÑOL. ¿Lo peor? "Los jefes, la cantidad de horas. Cómo me pagaban, y lo que me han pagado".

-En España faltan miles de camareros y los jóvenes, que eran los que en primer término se iniciaban en la profesión, ya no quieren serlo.

-Lo entiendo perfectamente. Quien empieza o lo hace por necesidad, o porque le gusta, como me pasaba a mí. Los empresarios de hostelería no buscan experiencia: buscan una persona que simplemente trabaje y los amoldan a una forma de trabajar.

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Ahora trabaja en una panadería pastelería, "y no tiene nada que ver. Tengo mi sueldo, trabajo mis ocho horas, y si tengo que echar más horas, que a veces hasta las pido por porque me hace falta, me las pagan, como pasa en la hostelería de los hoteles. Ahí es sin duda el mejor lugar para trabajar como camarero". 

Dos camareros en la plaza Real de Barcelona, en una imagen de archivo.

Dos camareros en la plaza Real de Barcelona, en una imagen de archivo. David Zorrakino Europa Press

Alicia tiene 18 años y no quiere mostrar su imagen para este reportaje, "porque no sé si en un futuro tendré que volver a trabajar como camarera", explica. Ha trabajado como tal en restaurantes de moda, de los que suben los influencers a Instagram, y también en hoteles de cinco estrellas en una localidad costera andaluza, en temporada de verano. Todo, mientras se prepara unas oposiciones.

"Al acabar el verano le dije a mi madre que ya no trabajaba más de camarera. Pero no por los jefes. En mi caso, lo peor han sido los clientes: hay una absoluta falta de empatía hacia nuestra labor". 

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El caso de Pablo Bonilla (18) es similar al de Alicia. Como profesional de la hostelería no trabajó en restaurantes, sino en una cafetería que por la noche se transformaba en bar de copas con espectáculos. "Mi experiencia no fue mala para nada. Lo mejor, que hicimos un buen grupo de compañeros. Además, que yo siempre tuve claro que era un trabajo estrictamente provisional, porque me estoy preparando para ingresar en las Fuerzas Armadas". 

En su caso, lo que sí notaba era el distinto ambiente según la franja horaria. "El trabajo cambiaba de la tarde a la noche. Las tardes eran tranquilas, y las noches más movidas, debido al consumo de copas. Ahí era cuando pasaban las cosas más raras". 

Comer de pie

Esther Martín comenzó con 17 años a trabajar de camarera. Lleva un año fuera del sector también trabajando en una panadería. "Estaba quemadísima. Los derechos laborales, en la hostelería, se los pasan por el forro", ilustra. ¿Su sueldo? "Entre 900 y 1.000 euros trabajando entre 10 y 12 horas estando de alta por cuatro, con lo que he cotizado la mitad de los años que he trabajado. Vacaciones, nada".

En su último trabajo, "en una pizzería, tenía que comer de pie sin tener pausa, e incluso me tenía que llevar la comida de mi casa. Ni de comer nos daban". Como Pablo, Esther indica que lo mejor de ser camarero es "el compañerismo. Se pasan muchas horas juntos y se convierte en la familia que no ves"

Porque para ella, lo peor, "ha sido perderme la infancia de mi hija... eso no me lo devuelve a mí nadie. Recuerdo volver de trabajar y verla ya andando. Me harté de llorar. Me la cuidaban mis padres... y la niña, hoy, pues ha decidido vivir con los abuelos porque es que yo no la he criado, no he tenido tiempo de estar con ella. Me ve más como una amiga que como a una madre".

Empezó a trabajar en la hostelería "por necesidad. Luego, mi marido se quedó en paro y me vi atrapada, porque mi sueldo era el único que entraba en casa. Hace un año me salió mi trabajo actual y no perdí la oportunidad: trabajo 8 horas, cotizo 8 horas y mi sueldo es de 1.200 euros. Me tiré muchos años trabajando de camarera y me creí que de ahí no se salía. ¿Quién quiere ser camarero hoy día? Yo no cojo una bandeja más en mi vida", ultima.