De izquierda a derecha: Luis Argüello, Juan José Omella y Jesús Sanz

De izquierda a derecha: Luis Argüello, Juan José Omella y Jesús Sanz

Reportajes

La Iglesia, dividida por la amnistía, ataca al Gobierno: “Se venden por un plato de lentejas"

Obispos conservadores rechazan amnistiar a los independentistas y colocan en una posición delicada al presidente de la Conferencia Episcopal, Juan José Omella, tolerante con este sector del catalanismo.

7 noviembre, 2023 02:41

Al igual que pasó con parte de la Iglesia vasca durante los años de ETA, las tensiones entre un sector del clero catalán y ciertos obispos españoles afloraron en la época del 'procés'. El 1 de octubre de 2017 algunos sacerdotes llegaron incluso a transportar urnas en sus coches para facilitar que se celebrara el referéndum ilegal que cuestionaba la independencia de Cataluña. Cerca de 300 religiosos firmaron una carta a favor de la consulta, que los obispos catalanes no llegaron a suscribir, pero cuyas demandas algunos terminaron haciendo suyas. Se abrió entonces una brecha con parte de la Iglesia española que nunca ha estado cerrada y que ahora, a las puertas de la amnistía, vuelve a supurar

Durante los últimos días varios altos cargos de la jerarquía eclesiástica española se han pronunciado públicamente en contra de la ley que tiene previsto aprobar el Gobierno para olvidar política y penalmente los efectos del ‘procés’. El más tajante ha sido el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, quien tuiteó que “los que delinquieron grave y violentamente contra la convivencia destruyendo un Estado de derecho, determinan con su moneda de cambio el futuro de un pueblo. Cómplices que venden lo ajeno por un plato de lentejas para seguir en el poder”. 

Sanz es el rostro más visible y mediático del sector ultraconservador de la Iglesia española. Deja pasar pocas polémicas para irrumpir en el debate público. La última vez ocurrió con el ‘caso Rubiales’, cuando calificó lo ocurrido como “noticias amañadas para distraer la atención, eclipsar las vergüenzas y manejar bajo cuerda pretensiones y apaños a cualquier precio y con la habitual mentira como arma política”. Suele dejar su impronta política en cuestiones como el feminismo, el cambio climático entendido como un invento “ideológico” o la unidad de España. 

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Otro de los habituales en este terreno es el obispo vasco José Ignacio Munilla, actual titular de la diócesis de Orihuela-Alicante, quien también se pronunció en un programa de la emisora católica Radio María. “Es profundamente inmoral que unos políticos amnistíen a otros a cambio de recibir sus votos para seguir gobernando”, dijo. El obispo de Huelva, Santiago Gómez, también emitió este lunes una carta en contra de los nacionalismos.

El arzobispo de Valladolid, Jesús Sanz, con el papa Francisco en 2014

El arzobispo de Valladolid, Jesús Sanz, con el papa Francisco en 2014 Arzobispado de Oviedo

Sanz o Munilla suelen actuar como arietes del sector conservador, como lo hacía en tiempos de Rouco Varela el cardenal Antonio Cañizares. Digamos que son los críticos habituales. Pero probablemente las declaraciones más representativas son las de Luis Argüello, ex secretario general de la Conferencia Episcopal Española (CEE), actual arzobispo de Valladolid y uno de los principales candidatos a ser el próximo jefe de los obispos. “La amnistía podría ser valiosa si fuera recíproca y los amnistiados renunciaran a un proceso ilegal y unilateral, si fuera fruto de un acuerdo con mayoría cualificada, si no amparase la violencia contra las personas. Si no es así, amenaza la convivencia a la que dice servir”, tuiteó Argüello este domingo. 

Elecciones en la CEE

Toda esta marejada se enmarca dentro de un contexto interno. Dentro de unos meses, en 2024, la Conferencia Episcopal debe elegir un nuevo presidente. El mandato actual de Juan José Omella, arzobispo de Barcelona y hombre de absoluta confianza del papa Francisco caduca y por su edad (77 años) no podrá repetir en el cargo. Se abrirán entonces las viejas disputas entre los sectores más aperturistas -la línea más cercana a Francisco que ha gobernado la Iglesia española en los últimos años- y los conservadores, que todavía manejan las estructuras internas de la CEE.

Luis Argüello ha ocupado el cargo de secretario general durante cuatro años -dimitió en 2022-, en ese tiempo ha sido el portavoz ante los medios y fuentes internas aseguran que ha hecho un “buen trabajo”. “Desde luego que está en todas las quinielas para ser el próximo presidente”, insisten estas mismas fuentes. 

Argüello mantuvo buenas relaciones con el Gobierno del PSOE, fue criticado incluso por los más conservadores por mostrar una posición favorable a la acogida de refugiados y conserva una relación fluida con el Papa. Sus declaraciones políticas, por tanto, se interpretan desde diferentes ángulos. Por un lado, ahora no habla como portavoz de la CEE sino como ‘simple’ arzobispo de Valladolid, por lo que goza de más libertad. Y, por otro, se podría estar posicionando para ganarse el favor de los conservadores, que siguen estando bien organizados. 

En los últimos tiempos Argüello se ha acercado a posturas ultraconservadoras, como demuestra el hecho de que haya impartido clases en el Instituto de Ciencias Sociales, Económicas y Políticas, dirigido por personas del entorno de Vox y apoyado por la ultra francesa Marion Maréchal Le Pen.

Luis Argüello durante su época como secretario general de la CEE

Luis Argüello durante su época como secretario general de la CEE Efe

Disputas con el clero catalán

Argüello fue sustituido hace un año como secretario general de la CEE por el también conservador César García Magán, obispo auxiliar de Toledo. En los últimos meses los periodistas han tratado de preguntar a Magán por la posición de los obispos ante la negociación con los independentistas y la posible amnistía. Y a finales de septiembre, cuando los acercamientos a Carles Puigdemont aún no eran tan evidentes, García Magán afirmó que “en este país hubo una amnistía en el cambio de régimen”, pero ahora “no estamos ante una situación excepcional que requiera herramientas excepcionales”. 

Esta oposición tan medida, con una respuesta tan de Iglesia, fue enmendada por el clero catalán. La llamada Conferencia Episcopal Tarraconense, que aglutina a las diez diócesis de Cataluña, emitió un comunicado en el que defendía que como “pastores de una Iglesia que es afortunadamente plural debemos mantener una neutralidad edificante y respetuosa”. La respuesta era igualmente quirúrgica, mucho más moderada que hace unos años, cuando algunos se posicionaban claramente del lado de los independentistas, pero venían a pedir a la Iglesia española “neutralidad”. Es decir, abandonar las injerencias. 

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Esa fue la línea seguida por Juan José Omella cuando fue elegido presidente de la CEE en 2020, al imponerse precisamete al conservador Jesús Sanz. Su cercanía al papa Francisco y sus buenas relaciones con el Gobierno socialista alejaron esa tensión que hubo entre la Iglesia y los ejecutivos del PSOE durante el mandato de Rouco Varela -cuyo último mandato como jefe de los obispos hasta 2014- y que ya se había desinflamado con la presidencia en la CEE de Ricardo Blázquez, quien estuvo en el cargo entre Rouco y Omella. 

Este último, que ejerce también como arzobispo de Barcelona, nació en Cretas (Teruel), pero en los últimos años ha hecho carrera en Cataluña y ha ejercido de puente -en ese papel diplomático que tanto le gusta a la Iglesia- entre el clero catalán y el del resto de España. No obstante, por su cargo, forma parte de la Conferencia Episcopal Tarraconense, de la que también son miembros religiosos independentistas, por lo que le toca hacer equilibrismos a la hora de desempeñar su función. La propia existencia de la Conferencia Episcopal Tarraconense es una anomalía, ya que la única Conferencia Episcopal que existe en España con competencias reales es la CEE, de modo que la agrupación tarraconense es tan sólo una forma de mantener una estructura más sólida del catolicismo catalán

El amigo de Junqueras

Omella, por tanto, debe navegar en medio de estas aguas. Aunque, en ocasiones, su postura tolerante con los sectores independentistas también le ha granjeado críticas. Llegó a Barcelona en 2015 y, como buen hombre de Iglesia, se preocupó por mantener buenas relaciones con el poder político, en manos del independentismo. Trabó una estrecha amistad con Oriol Junqueras, líder de ERC, de conocidas convicciones católicas, por lo que en 2017 los republicanos trataron de utilizarlo como mediador con el Gobierno de Mariano Rajoy tras la celebración del 1-O.

El presidente de la CEE, Juan José Omella, con el papa Francisco en el Vaticano

El presidente de la CEE, Juan José Omella, con el papa Francisco en el Vaticano Arzobispado de Barcelona

Ni fructificó entonces esa mediación, ni es previsible que vaya a existir en estos momentos, por más que su nombre haya vuelto a aparecer ahora que el independentismo vuelve a hablar de la figura de un relator. Omella, eso sí, forzó que la Conferencia Episcopal se posicionara “como los obispos catalanes", a favor "del diálogo”, en relación a los indultos a los condenados del 'procés'. Unas declaraciones que venían marcadas por el arzobispo de Barcelona, pero que, curiosamente, pronunció como portavoz Luis Argüello, el mismo que ahora se posiciona en contra de la amnistía. 

Desde la CEE aseguran a EL ESPAÑOL que en referencia a la amnistía “no ha habido un debate y, por tanto, no hay una postura”. Es decir, que los obispos críticos hablan a título propio. Todo este debate coincide con la visita al Vaticano del presidente de la Generalitat de Cataluña, Pere Aragonés, quien se reunió este lunes con el Papa, con quien dijo hablar de la “necesidad de diálogo y negociación”. “El camino siempre es hablar entre diferentes para poder llegar a acuerdos”, añadió Aragonés. 

El Vaticano nunca se pronuncia ante este tipo de visitas privadas, y esta vez tampoco fue una excepción. Sin embargo, Francisco, que se mantiene informado sobre España fundamentalmente por los informes que le remite la Secretaria de Estado vaticana y la Conferencia Episcopal Española, ha lamentado más de una vez las divisiones existentes y crispación política española. “Iré a España cuando haya paz”, dijo en una ocasión cuando le preguntaron si pensaba viajar a nuestro país. En cuanto a la reunión con Pere Aragonés, ambas partes insisten en que se solicitó en junio, cuando aún no se habían celebrado siquiera las elecciones del 23-J que han dejado un futuro Gobierno de Pedro Sánchez en manos de los independentistas.