Reportajes

Del rockero de la Falange a la familia de 'riveritas': el esperpento del traslado de Primo de Rivera

La concentración a las puertas del cementerio de San Isidro terminó con incidentes. Prometen nuevos actos de homenaje esta misma semana.

24 abril, 2023 22:06

“¿Viste ayer al Atleti? Nada, que no hay manera, y ni un penalti les pitan”. Últimamente hay tanto día histórico que es difícil mantener el mismo nivel de conversaciones a la altura. La espera de un coche fúnebre que ni siquiera ha salido de la Sierra y que pasará fugaz horas después es tan larga que los debates de primera hora de la mañana no resisten la intensidad de la ocasión, son tan banales como los de cualquier lunes en la oficina. “Vivimos un momento único -clama, al fin, Juan, tirantes con la bandera de España-, es la quinta vez que entierran a Primo de Rivera”. No será tan único si se ha repetido en cuatro ocasiones, pero tampoco será la última persona en reclamar la excepcionalidad del acontecimiento.

El hombre, de 73 años, es falangista tan de la primera hora que le hicieron el carné nada más nacer. “Mi padre era falangista, fue secretario del movimiento en Toledo y yo, claro, pues falangista de toda la vida”. Literal. “Así que, como falangista y español, vengo a rendir homenaje al Jefe, al Ausente, al Capitán de Juventudes”, declama, y le ponemos las mayúsculas por cómo remarca él la primera sílaba de cada palabra.

Ha venido con su amigo Javier, que se declara “franquista, piñarista [de Blas Piñar] y monárquico” y con un señor con sombrero que no entra en explicaciones. Sus razones para asistir al cementerio de San Isidro van cargadas de sentimiento, pero cuando se dan la vuelta siguen hablando del tiempo. Porque no es normal este calor en esta época.

Ignacio Menéndez, falangista

Ignacio Menéndez, falangista I.M.

Acaban de dar las 11, Primo de Rivera sigue sin salir de Cuelgamuros y ya hay que buscar una sombra para resguardarse. Allí, aprovechando los árboles, hay una familia numerosa que parece pasar el día de excursión. Los niños, tres, idénticos, van todos perfectamente peinados. Polo azul clarito, pelazo, pantalón de pinzas y bocadillo en mano para cada uno. La madre sujeta un carrito con una cuarta criatura. “¿Por qué no hablamos con el periodista?”, le pregunta un crío a su padre, también con polo, aunque de un azul más intenso. “Porque nunca dicen la verdad”, le responde. La verdad es que era día de colegio en Madrid y ellos estaban a otras cosas. 

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“Mira, ahí va el rockero, éste no se pierde una”, advierte un cámara de televisión. La separación de clases llega a ser cómica. En la acera del cementerio están los periodistas; en la de enfrente, al lado de un parque, los manifestantes; y, en medio, la mediana de la carretera, como una tierra a conquistar por los falangistas. Incomprensiblemente, porque ni tiene bancos ni vegetación, como sí hay en su trinchera. “Yo soy Julio, yo estoy aquí para repartir, para hablar ya están los portavoces”, dice el rockero, con gafas de sol, tupé, brazalete de España y una estética de viejo motero. Un caramelo para las cámaras.  

No dice mucho, pero advierte de lo que va a venir. Según iba avanzando la mañana, han ido aparecido los primeros cabezas rapadas con tatuajes fascistas en el cogote. También un grupo de chavales con camisetas falangistas y pintas de salir de copas por Ponzano, que vuelven a advertir de que el “periodista escribirá después lo que le salga de los huevos”. Ignacio Menéndez, camisa azul, bigotes retorcidos a lo Dalí y un clásico del movimiento, advierte de que “es un acto ignominioso, los socialistas lo fusilaron y los mismos socialistas lo van a desenterrar”. “Hay que luchar contra los vivos, no contra los muertos”, dice. Vientos de guerra.

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Un caballo de Troya

Manifestantes con flores para Primo de Rivera

Manifestantes con flores para Primo de Rivera I.M.

Mientras, una mujer con camisa azul y su camarada de pelo rojo insisten en que tienen que ir a depositar unas flores a la nueva tumba de Primo de Rivera. Las autoridades han cerrado el camposanto para evitar incidentes, y así se lo repiten los agentes una y otra vez. Aunque ellas no cesan en su empeño. Cruzan a la mediana, provocan que las echen, se sacan unas fotos, fracasan en su intento de convertirse en caballo de Troya, pero consiguen caldear los ánimos.

Comienzan los primeros cánticos: “José Antonio, presente”. Ondea una bandera rojigualda que aboga por la unidad de España y, de repente, salen las pancartas con el rostro del fundador de la Falange. Las levantan los jovencitos con aires rebeldes, que ya tienen una función. 

Varios manifestantes esperan los restos de Primo de Rivera

Varios manifestantes esperan los restos de Primo de Rivera Europa Press

La de los portavoces ha sido enfrentarse varias veces con la Policía. Al abogado Martín Sáenz Ynestrillas, famoso en los círculos de ultraderecha, ya lo han llevado los agentes a un lado para explicarle que no va a entrar al cementerio por mucho que se empeñen. Pero entonces pasa el coche fúnebre, sin detenerse, como en Bienvenido Mister Marshall. Y los de la pancarta, que ya llevan el brazo en alto desde hace un rato, se lanzan a la carga. La Policía los contiene sin sacar mucho la porra. Llueven algunos palos, a uno le destrozan la camiseta, pero hay un ejercicio notable de contención. “Yo soy más español que tú”, le grita un agente a un manifestante. 

Observándolo todo está Jesús Muñoz, miembro de Falange y autodenominado organizador del acto. “Si tenemos en cuenta el contexto, no ha sido para nada violento. Si nosotros profanáramos tumbas y viniésemos aquí a restregarlo, habría sangre de verdad. Llevamos 40 años recibiendo palos, así que no pasa nada”, reconoce. Sus quejas se elevan a la familia Primo de Rivera, a quienes considera "unos traidores" por haber reclamado al Gobierno que trasladaran ya los restos de José Antonio al cementerio de San Isidro, donde reposan varios de los miembros del clan.

El falangista Jesús Muñoz

El falangista Jesús Muñoz I.M.

Aprovechando que se han abierto las hostilidades, los manifestantes se han lanzado a un clásico: "Periodistas, terroristas". Entretanto, uno de sus correligionarios acude a saludar a Jesús. “Perdona que no me haya puesto en primera línea, que vengo del fisio y estoy machacado”, se excusa. El tipo debe medir dos metros y levantar unas cuantas pesas. 

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Despedida con el ‘Cara al sol’

Al final se llevan detenidas a tres personas, entre ellas a Sáenz de Ynestrillas, a quien liberar endorfinas no le ha hecho bajar de revoluciones. Los falangistas ahora cantan sus proclamas a la cara de los agentes, que siguen aguantando estoicos. “La verdad es que son profesionales, lo han organizado bien”, reconoce uno de los manifestantes, como el que valora a su enemigo en la lucha. 

Juan, 73 años en la Falange (izquierda) y sus dos compañeros

Juan, 73 años en la Falange (izquierda) y sus dos compañeros I.M.

Son casi las 3 de la tarde, el sol aprieta de lo lindo y ha quedado claro que nadie va a entrar al cementerio. Quedan unas pocas decenas, los más puretas. Va siendo hora de marcharse. “Lo único que han conseguido es que los falangistas tengamos a nuestro jefe más cerca que nunca. Ahora lo vamos homenajear en San Isidro las veces que nos apetezca, sin tener que pasar por la humillación de entrar a escondidas en el Valle de los Caídos”, proclama uno de ellos, erigido en la voz del pueblo desde un altillo, frente a un parque infantil. Prometen que esta semana regresarán con menos ruido. “Volverán banderas victoriosas al paso alegre de la paz”, canta el resto desde abajo, con el brazo en alto y las gotas de sudor resbalando por la frente.