Gaspar Llamazares pasea por las calles de Madrid, este jueves por la tarde.

Gaspar Llamazares pasea por las calles de Madrid, este jueves por la tarde. Rafael Bastante E.E.

Reportajes

El regreso de Gaspar Llamazares: "La moción de censura va a por Feijóo, no a por el Gobierno"

El ex coordinador federal de IU vuelve: será el hombre de Yolanda Díaz en Oviedo. "La cultura de izquierdas ha funcionado en el Gobierno desde que se fue Pablo Iglesias", asegura a EL ESPAÑOL. 

4 marzo, 2023 02:32

Le sorprende a Gaspar Llamazares (Logroño, 1957) el bullicio recuperado de Madrid. La nota como antes de la pandemia, llenas las calles afluentes a la Gran Vía. Alguien dijo que la ciudad es un vergel de anécdotas, cada vez más parecida a la ciudad automática que veía Camba en Nueva York. Pocos jóvenes reconocen ya al ex coordinador federal de Izquierda Unida, sepultado por el polvo digital de una sociedad que vive a 64x, consciente de los cambios en la política del Foro que frecuentó 15 años como diputado no hace tanto.

Llamazares vuelve, si bien a unas lides menos intensas: será el hombre de Yolanda Díaz en Oviedo, su candidato emancipado de Podemos en la capital asturiana. Su discurso sosegado es casi una extravagancia en este lado del tablero: el populismo es una de sus grandes obsesiones. El detector de Llamazares palpita cuando habla de Vox, pero también del Podemos iniciático que tantas dudas le sembraba. "Después de haber sido Gobierno, el populismo no funciona", avisa a navegantas.

Porque recuerda que no le convenció nada aquello de rodear el Congreso. Esas pulsiones trumpistas y bolsonaristas que atisban en los votantes de Vox quienes entonces se manifestaron. También recuerda a ese Pablo Iglesias con ínfulas que asesoraba a Cayo Lara, su sucesor al frente del partido. Con el actual, Alberto Garzón, ministro de Consumo, intercambió la tradicional escaramuza verbal cuando abandonó contrariado Izquierda Unida, en enero de 2019. Revela que se han intercambiado algún mensaje estos días, pero no una conversación telefónica.

Gaspar Llamazares conversa con EL ESPAÑOL en una céntrica cafetería madrileña, este jueves.

Gaspar Llamazares conversa con EL ESPAÑOL en una céntrica cafetería madrileña, este jueves. Rafael Bastante E.E.

Pero quien de verdad convence a Llamazares es Yolanda Díaz, un liderazgo político que no esperaba y ahora ansía ver fermentar en un proyecto sólido. Intentará contribuir a Sumar desde Asturias, un lugar donde considera que "se ha mantenido la identidad de la izquierda, a diferencia de otros sitios". Sea cual sea el resultado que obtenga en un tradicional feudo del PP como es Oviedo, Llamazares se compromete a ejercer su labor de concejal toda la legislatura.

—Comprendo, por lo que me dice, que es el entorno de Yolanda Díaz quien se ha puesto en contacto con usted y que será su hombre, por así decirlo, en Oviedo.

—Sí, es gente de su entorno, de lo que podemos considerar Izquierda Unida, más Izquierda Asturiana, y una serie de organizaciones políticas y de independientes que están comprometidos con la recomposición de la izquierda que representa Sumar. Es decir, una recomposición de la izquierda sin exclusiones, sin polarización, sin crispación; sino en torno a la propuesta, la construcción, las reformas y el diálogo.

—Me reitera usted el concepto de moderación, un término ajeno a Podemos. Precisamente se mostró muy crítico en la disolución de IU en esas siglas.

—Sí, me mostré crítico, pero han pasado cosas, ¿no? Cosas que nos han dado la razón en algunos aspectos y en otros nos las han quitado. En ese sentido, yo creo que si algo puede presentar la izquierda en estas elecciones es un balance de trabajo. Hay que hacer balance de los que hemos hecho durante este periodo autonómico y municipal para realizar una propuesta de modelo para las ciudades, en este caso para los ayuntamientos.

[Gaspar Llamazares vuelve a la política: candidato con Izquierda Unida a la Alcaldía de Oviedo

—¿Cómo ve la situación?

—Es un momento crítico, de transición, de ruptura, en muchas cuestiones, como la crisis climática. También de transición debido a las catástrofes que hemos sufrido y que repercuten todavía en la vida de la gente, como son la pandemia o la guerra. Y un momento de ruptura o de transformación de la política, situada en una disyuntiva: la de las reformas y la participación democrática frente a lo que yo considero la agitación populista, prácticamente monopolizada -no hay más que ver la moción de censura- por la ultraderecha. Apuntarse en estos momentos a una posición populista es apuntarse a la ultraderecha.

—Yolanda Díaz es una vieja conocida suya, coincidieron en Izquierda Unida durante muchos años. ¿Imaginó usted que alcanzaría tales cotas de liderazgo?

—No, no lo podía imaginar. Yo creo que era una gran dirigente, que supo hacer las cosas bien en un momento crítico en Galicia y que ha sabido representar la corriente del 15-M de una manera plural. Eso le ha permitido tener la imagen que hoy tiene y, por supuesto, también su acción en el Gobierno. Pero no, en aquellos momentos no pensaba siquiera que nosotros fuéramos a tener alguna vez responsabilidad de Gobierno. Tuvo que pasar lo que pasó en el 15-M y tuvo que pasar lo que pasó en la moción de censura. Si alguien preveía esos acontecimientos, demuestra una capacidad más profética que política. 

—Pero dentro de la izquierda a la izquierda del PSOE hay mucha diferencia entre Yolanda Díaz y las lideresas de Podemos, Irene Montero y Ione Belarra. Consta que la relación entre ellas ha sido muy difícil, con la comunicación prácticamente rota en muchos momentos. ¿El talante de Montero difiere con su forma de hacer política?

—Son de otra cultura distinta, pero sus principales logros no están en su cultura populista, sino en su cultura de izquierdas. En el momento en el que se presentó la disyuntiva de quedarse entre la cultura populista o la de izquierdas, Pablo Iglesias tomó la decisión de presentarse a las elecciones madrileñas y dejar la Vicepresidencia del Gobierno. A partir de ese momento, ha funcionado la cultura de izquierdas, del diálogo, de la negociación política, de los cambios mediante reformas, con mejor o peor fortuna. Es lo que ha funcionado durante este tiempo, con algunas interrupciones o sobreactuaciones de carácter populista, pero ha prevalecido el hilo rojo de la tradición de la izquierda.

Gaspar Llamazares, este jueves en Madrid, durante su entrevista con EL ESPAÑOL.

Gaspar Llamazares, este jueves en Madrid, durante su entrevista con EL ESPAÑOL. Rafael Bastante E.E.

Es verdad que en estos momentos, esa disyuntiva de la que hablaba, que se había resuelto con la salidad voluntaria de Pablo, de nuevo vuelve a plantearse en forma de campaña electoral. Yo creo que se equivoca aquel que piense que esta campaña electoral se puede ganar con el agravio, con la teoría de la conspiración o con el populismo. Después de haber sido Gobierno, eso no funciona. Eso le funciona ahora a la ultraderecha.

—¿Y no cree que Vox está empleando los mismos ingredientes populistas que utilizó Podemos para alcanzar ese resultado?

—Sí, para objetivos totalmente distintos comparte algunos métodos. El populismo es una estrategia de acceso al poder, mucho más que una ideología cerrada, por la cual se impugna la política como una casta y el periodo político como régimen. Eso es lo que, de alguna manera, hizo Podemos para, luego, optar por la estrategia de la izquierda. Y es lo que está haciendo la ultraderecha. No sólamente en España, sino en toda Europa, buscando réditos electorales. Ahora, además, cuenta con el final de las líneas rojas, de esos cordones sanitarios que intentaban evitar su acceso a los gobiernos. Ha terminado con el gobierno de Castilla y León, pero también en Italia o Suecia, y por parte del Partido Popular Europeo. 

—¿Qué posibilidades le ve a Pedro Sánchez de revalidar la Presidencia del Gobierno?

—Es muy pronto todavía para decirlo, pero posibilidades hay. No creo que haya cambiado ya irreversiblemente el ciclo político. Hay que consolidar aquellos aspectos que han ido bien durante la legislatura: la estabilidad política, la política económica, los cambios sociales... Yo creo que eso ha ido bien, y si eso se consolida hay posibilidades. Si cambia el ciclo político lo hará por aspectos identitarios, porque toma un papel prioritario la cuestión nacional, tanto española como catalana, u otras cuestiones como la identidad de género. Una cosa es el avance de los derechos civiles y otra la polarización en torno a algunas medidas concretas. Eso es lo que hay que intentar hacer bien. Pero el ciclo político no está decidido, porque no se está produciendo, además, un flujo izquierda-derecha, sino una desmovilización en una parte del electorado de izquierdas. Un año, 10 meses, en política es una eternidad, sobre todo en la sociedad de las catástrofes.

—Se refiere usted cuando habla de esas "medidas concretas" a, por ejemplo, los efectos adversos en la aplicación de la Ley del sólo sí es sí. Irene Montero sigue enrocada en su posición de que los jueces son machistas. ¿Comprende esa reacción?

—Es una ley muy importante en la que dos tercios de ella no tienen nada que ver con el Código Penal. Es decir, son medidas de protección de las víctimas, y lo que tiene que ver con el Código Penal ha sido una contradicción insalvable. Si la ley se gesta a raíz de una sentencia incomprensible sobre La Manada, lo que no puede ocurrir es que, como consecuencia de esa ley, se produzcan rebajas de las penas. Y eso es lo que no entiende buena parte de la ciudadanía por mucho que se atribuya al conservadurismo del Poder Judicial, con el que hay que contar. 

Gaspar Llamazares pasea por las calles de Madrid, este jueves por la tarde.

Gaspar Llamazares pasea por las calles de Madrid, este jueves por la tarde. Rafael Bastante E.E.

—¿Cree entonces que los jueces son machistas?

—No, no, no. Yo creo que son mayoritariamente conservadores pero no tienen por qué ser machistas. Las sentencias que se están produciendo no son a consecuencia del machismo, sino fundamentalmente como consecuencia de la aplicación de un principio del Código Penal, lo que más favorezca al reo. Es lo que está ocurriendo. Pero que hay una sobreactuación también sobre esas rebajas, porque en realidad nadie se preocupa de la reinserción de los penados, y sin embargo todos sabemos que no tiene que ver con 10 ó 12 años de prisión, sino con las medidas reeducativas que se adopten en la cárcel.

—Cambiando de tercio: ha vuelto a la política, aunque efímeramente, otro ex dirigente de Izquierda Unida: Ramón Tamames. 

—Dios mío de mi vida, ¿cuánto lleva fuera de Izquierda Unida?

—Unos 35 años, pero bueno, la proposición es cierta: estuvo en Izquierda Unida y es uno de los fundadores.

—Sí, ¿pero hace cuánto de eso? ¿Se puede decir que a Ramón Tamames le identifica más haber estado en el PCE que haber sido catedrático de Economía? No lo sé. Yo creo que la intención de Vox está clara: enfrentar al Gobierno actual con la Transición democrática y con la Constitución enarbolando a una persona que participó en aquel proceso. Es muy burdo ese manejo, que se hace vulnerando las previsiones constitucionales sobre la moción de censura. (...). Ha pasado con las últimas mociones de censura: ya no sirven para presentar en sociedad a un líder político, sino para diferenciar a ese líder político de su competidor.

—Es interesante esa lectura.

—Es que parece que la moción de censura la va a tener que defender Feijóo, porque realmente van a por él y no a por el Gobierno, que no va a ser alterado. Se dirigen a la derechita cobarde, aunque uno, viendo esta presentación, no sabe quién es la derechita cobarde. Tengo dudas. Intentar parapetarse detrás de una persona porque jugó un papel en un determinado momento histórico para enfrentar al actual Gobierno con la Constitución y para enfrentar a Vox con el PP... No sé qué es más cobarde.

Gaspar Llamazares durante su entrevista con EL ESPAÑOL, este jueves.

Gaspar Llamazares durante su entrevista con EL ESPAÑOL, este jueves. Rafael Bastante E.E.

—¿Que esperaría de un hipotético gobierno de Alberto Núñez Feijóo con Vox?

—Me basta con mirar a Italia y lo que ha pasado estos días. Lo descarnado de las decisiones políticas. Esas políticas que alejan a los inmigrantes del puerto más seguro y que tienen consecuencias humanas. No creo que sea muy diferente. O basta con mirar a Castilla y León, donde el disparate se ha instalado en el gobierno con una obsesión con las mujeres, con la Memoria Histórica o con los sindicatos, sacándolos de la negociación colectiva. Eso no beneficia en absoluto a los ciudadanos de Castilla y León.

—¿Y cómo valora a Feijóo? Ha hablado usted de moderación, un término que él emplea mucho.

—Yo diría que es un trampantojo de moderación. Intenta aparecer como moderado, pero sus relaciones con la corrupción o con la ultraderecha están por detrás de Casado, que por lo menos hacía gestos, como irse de Génova o romper una moción de censura con la ultraderecha. Feijóo no se permite ni gestos, sino que cuida mucho más la relación con Vox que los propios gestos de moderación.

—Hablando de corrupción: el caso Mediador. El escándalo que ha supuesto la aparición de las informaciones que apuntan a una trama liderada por el Tito Berni, ya ex diputado socialista. ¿Penalizará esto electoralmente al PSOE?

—Todo caso de corrupción es un hecho grave. Y en este caso, que afecta a la sede de la soberanía nacional, al lugar de la palabra que es el Parlamento, peor me lo pones todavía. Es un hecho grave, no me cabe duda, y hay que investigar a fondo y sacar conclusiones que no sólamente tengan que ver con inhabilitar a esa persona, que ya se ha hecho, hacer cirugía con el tumor, sino tomar decisiones preventivas. Por ejemplo, en el Parlamento la iniciativa para regular los lobbies de presión me parece imprescindible en estos momentos. Los diputados deben tener una agenda pública. Un diputado que está en una comisión concreta no debe, por ética y por estética, y a no ser que en el marco de una ley concreta necesite conocer la opinión de ciertos colectivos, tener ese tipo de relación con empresas. Y, mucho menos, que esas empresas te paguen la comida o te lleven de juerga. Es grave.