El cantante de trap Morad junto a niños de su barrio.

El cantante de trap Morad junto a niños de su barrio. Instagram

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Viaje al barrio del rapero Morad: la mitad le ve como un 'cacique', la otra como un 'héroe' contra la Policía

El polémico cantante de trap fue expulsado de La Florida, en L'Hospitalet de Llobregat, por orden judicial tras un enfrentamiento con la policía. 

5 noviembre, 2022 02:44
L'Hospitalet de Llobregat

Las cúpulas del Palacio de Montjuïc se dibujan altas en el horizonte de La Florida. Solo tres kilómetros y medio separan la majestuosidad de ese edificio que corona Barcelona de estos humildes bloques de viviendas de L’Hospitalet de Llobregat. Tres kilómetros que parecen un mundo. Estos edificios se han hecho famosos por ser el telón de fondo de los videoclips de Morad. Desde hace una semana, este polémico cantante de trap sufre el destierro de las calles que le han visto crecer y que impregnan el ADN de su música, del mismo barrio que le idolatra y le repudia a partes iguales.

El pasado 27 de octubre el Juzgado de Instrucción 5 de L'Hospitalet decretó la expulsión de Morad de La Florida por provocar un enfrentamiento entre un grupo de jóvenes y la policía tras la grabación de uno de sus videoclips. “Voy a hacer que arda La Florida”, amenazó Morad a los policías, según recoge el auto judicial. “Les voy a pagar 1.000 euros para que apedreen cada coche de policía que se acerque a los Bloques”. Y La Florida ardió. Una vez más.

Los enfrentamientos entre los jóvenes seguidores de Morad y las autoridades no son nada nuevo. Hace tiempo que los vecinos de La Florida conocen -¿y sufren?- las andanzas de Morad El Khattouti El Horami, el joven cantante que convirtió ser un MDLR -acrónimo de mec de la rue, chico de la calle- en un negocio, una imagen, una seña de identidad forjada con compases de versos urbanos cargados de autotune. Héroe para muchos, villano para otros. Su figura en ningún caso deja indiferente.

El trapero Morad junto a niños de su barrio haciendo una ele con la mano, como símbolo de lealtad.

El trapero Morad junto a niños de su barrio haciendo una ele con la mano, como símbolo de lealtad. Instagram

La expulsión de iure del cantante en realidad llega bastante después de la expulsión de facto. Hay una zona de La Florida donde Morad no es bien recibido “desde hace tiempo”, concretamente, la zona circundante a la Plaza de los Bloques. “Morad por aquí no viene. Tuvo un problema y no pasa ya por los bloques”, explica Melisa, una vecina de 24 años que ha visto crecer al cantante. “Él paraba más abajo. Si viene aquí no hace tanto el paripé. Viene un ratito y se va. No puede quedarse mucho rato. Esto viene de lejos”.

“Cuando él entraba aquí no tenía problemas con nadie pero llegaba la policía y empezaban los problemas. Tiraban piedras a la policía y se metían en los bloques”. Esto, asegura, terminó por hartar a los vecinos. “Se metían todos en los pasillos de los bloques para esconderse de la policía y te amenazaban si decías algo. Él incitaba a pegar a los policías. Desde que no viene aquí estamos mejor”.

“Ha tenido su pasado, su adolescencia complicada”, prosigue Melisa. “Todo el mundo se queda con lo malo de los demás. Ahora está intentando remediar sus problemas ayudando a chavales del barrio”. La filantropía de Morad es algo de sobra conocido en estas calles. El cantante se ha convertido en benefactor de los niños del barrio, por los que siente debilidad. Se los lleva de concierto, les regala ropa por su cumpleaños o les paga el club de fútbol. Gracias a ser imagen de Adidas, la marca deportiva vistió gratis a todos los equipos del club de fútbol La Florida.

En un barrio al que parece que las instituciones hayan dado la espalda, Morad se presenta como un ángel de la guarda. El cantante fue entrevistado por Jordi Évole, se codea con Ozuna y otros gigantes de la música urbana, una canción suya suena en el FIFA 22, más de seis millones de personas le escuchan en Spotify, las entradas de sus conciertos vuelan, tiene 2,3 millones de seguidores en Instagram y una cuenta corriente que supera con creces la de la mayoría de los adultos de La Florida.

Y sin embargo, nunca abandonó el barrio ni a su gente. En su Instagram abundan las fotos haciendo una ele con los dedos, como símbolo de lealtad. Mira sin pensarlo, lo malo me descuido / Yo nunca me olvido de que alguno me ayudó / Soy feliz teniendo mucho', que pocos amigos / Sigo siempre siendo el mismo con en el que no se viró, canta en su canción Aprendí.

“Influye mucho en la adolescencia. Yo veo a los críos que le siguen por aquí, porque mi hijo tiene 11 años y le sigue”, asegura Arancha, vecina de la zona, de 34 años. “Son críos que están creciendo y que ven el ambiente este y todos los altercados que está provocando. Aunque trata de hacerlo de la mejor manera posible, creo que está incentivando al bullicio sin darse cuenta. No diría tanto como delincuencia, pero sí bullicio”.

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Morad tiene otra cara menos luminosa, algo que las autoridades saben desde hace tiempo. Los hechos que le han desterrado de su barrio se remontan a una noche de mediados de octubre, cuando los vecinos llamaron a la Guardia Urbana para denunciar que había un grupo de personas con la música muy alta, además de trípodes y cámaras. A su llegada, la policía rápidamente reconoció a Morad y su grupo. Por un momento el grupo se dispersó, pero Morad se encaró a los agentes cuando estos fueron a identificar a un conductor que tenía su coche mal aparcado.

“Les voy a pagar 1.000 euros para que apedreen cada coche de policía que se acerque a los Bloques”, dijo a los agentes señalando al grupo de chicos con los que suele relacionarse en el barrio. Y ahí empezó la lluvia de piedras y la quema de contenedores. Así lo recoge el auto judicial que le destierra del barrio. Morad lo niega. “Me habéis quitado medio corazón”, escribió en su cuenta de Instagram. “Mis niños son mi inspiración, mi barrio lo es todo”.

“Él mismo se lo ha ganado”, opina Arancha. “Haya o no haya incitado a los chavales a tomarla con la policía, si la jueza lo ha decretado es por algo. Porque sabe que cuando viene aquí, la lía. Si no es su culpa, es de sus hinchas. Que él esté aquí trae problemas. Tiene mucha gente que lo quiere y le siguen a lo que sea”.

“Se lo tiene merecido”, comparte Melisa. “Al menos una temporadita no le viene mal. Para que esto se calme un poco y valore su zona. Para que piense: 'Coño, si no quiero que me vuelvan a echar, debo cambiar un poco el chip y enseñarle a los adolescentes otro tipo de valores y formas de comportarse'”.

“De espaldas a la ciudad”

La Florida cumplió este año un siglo de vida desde que se construyeran los bloques que lo conforman. Actualmente, es una de los barrios con mayor densidad de población de Europa. Como cualquier barrio obrero de Cataluña, fue en su día poblado por personas procedentes de otras partes de España para trabajar en la industria catalana. Actualmente es un barrio multicultural donde abunda la población sudamericana o marroquí, como el propio Morad.

“Los bloques están de espaldas a la ciudad. Es como si no quisieran que se viera lo que pasa dentro”, considera Wala, una joven miembro de la Asociación de Vecinos y Vecinas de la Florida, que lucha contra el estigma que sufre este barrio de “conflictivo”. “Este barrio fue construido para marginalizar a ciertos sectores”, considera. Por su parte, la presidenta de la Asociación no ha atendido los mensajes de este periódico.

Uno de los bloques de viviendas que conforman La Florida.

Uno de los bloques de viviendas que conforman La Florida. J.S.

Pero, ¿es este estigma inmerecido? ¿Cómo se vive en el barrio de Morad? “Todos los que viven aquí están locos por salir de aquí y encontrar una cloaca en la que caer dentro con tal de no vivir aquí. Vivir aquí es un puto infierno”, considera Miguel, de 89 años, uno de los vecinos más veteranos del barrio. “Llevo más de 60 años aquí, verás si lo conozco. Nos hemos acostumbrado ya, pero vivimos mal. Día y noche y año tras año. El cuerpo se ha acostumbrado ya”, lamenta. “Vienen los chavales por la noche y lo dejan todo lleno de mierda. Hay ruido, peleas. No te dejan dormir de noche. Está todo podrido. Los parterres desaparecen de la cantidad de basura que llegan a dejar por la noche aquí”.

Hay, en cambio, quien le quita hierro al asunto. “Aquí si no te metes con nadie, nadie se mete contigo”, opina una pareja de dominicanos de mediana edad que prefiere no identificarse. “Nosotros salimos por la mañana a trabajar y volvemos por la noche. Lo que pase entre medias no es cosa nuestra”.

“Escribe ahí que esto está hecho una mierda”, prosigue Miguel. “Y yo te diré que sí. A todo te diré que sí. Los de la Florida siempre hemos tenido mala fama. Pero se iba sobrellevando y no había temor. Ahora sí hay temor”.

“Si no te conocen, aquí no puedes andar con un iPhone. Hay horas en que tienes que ir con cuidado”, opina Melisa. “Depende mucho de las horas y de la zona donde te metas”, que culpa a la administración del abandono de La Florida. “Tienen muy olvidados los bloques, los tienen abandonados como el niño que es rebelde. Esto está desolado”.

“El McDonald's no viene a repartir aquí”, explica Arancha. “Aquaservice tampoco, ni Papa John's. Cuando viene un pedido de Amazon tiene que quedarse alguien vigilando la furgoneta porque si no la abren y la saquean. Eso es así. Mi cuñado trabaja en Amazon y yo tuve que decirle a unos que conozco que abren furgonetas que a él no le tocaran. 'Vale, a este no le abrimos', me dijeron”. Este es el ambiente que han respirado Morad y sus MDLR, lo que ha moldeado el trap de L’Hospitalet hasta convertir a La Florida en el Barrio más mediático de esta semana.

Cuando el sol se empieza a poner sobre las calles de La Florida las plazas se van llenando paulatinamente de corros de chavales. Se suceden las miradas de reojo ante lo desconocido y se respira cierta desconfianza. “No quiero saber nada de eso [de Morad]”, se desentienden varios jóvenes que fuman un porro en la plaza de los Bloques. “Que venga la policía y que haga lo que tenga que hacer”. Las preguntas de este periodista no son bien recibidas y obtienen la callada por respuesta. Finalmente, llega la advertencia de un veinteañero:

—Sigue tu camino, hermano. Va a ser lo mejor.