Imagen del interior de 'La tasca del Langui'.

Imagen del interior de 'La tasca del Langui'. Amparo García

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'El Langui' se reinventa como hostelero: comemos en su restaurante y este es el resultado

El actor y rapero ha abierto La tasca, en Marbella: "No tengo ninguna pretensión en la cocina, nada más que crear un punto de encuentro".

27 agosto, 2022 01:44
San Pedro de Alcántara-Marbella

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Un cartuchito de pescado, unas gildas y un montadito de calamares. Eso sí, hecho con pan antequerano. El hilo conductor de este tridente gastronómico te lleva de Cádiz a Madrid, pasando por Málaga, en un par de bocados. Más de mil kilómetros de distancia que pueden concentrarse de una manera muy sencilla: visitando La tasca de El Langui.

Como el lector habrá podido imaginar, detrás de este establecimiento, situado en el municipio malagueño de San Pedro de Alcántara (Marbella), se encuentra el rapero y actor Juan Manuel Montilla, más conocido como El Langui. El ganador de dos goyas por El truco del manco ha dado un paso más en su carrera creativa, y ahora enfila el camino de la restauración.

“La gastronomía es un arte, aunque no me considero chef ni alto empresario culinario”, explica Montilla en conversación con EL ESPAÑOL. La clave, relata, se encuentra en la similitud que ambos mundos manifiestan: “Cuando preparas un concierto, pones todo el cariño del mundo y los ingredientes que crees que van a hacer que tu obra guste. Con la cocina pasa lo mismo; la gente viene a encontrarse y a pasar el rato con lo que has hecho”.

El Langui, durante el rodaje de Torrente IV.

El Langui, durante el rodaje de Torrente IV. Amparo García

El proyecto de La Tasca no ha sido algo creado de la noche a la mañana, sino que nace tras un largo proceso de análisis y aprendizaje. ¿Dónde comienza esta aventura? Para señalar en la línea temporal un inicio, hay que remontarse a su etapa en Televisión Española y el programa Donde comen dos, un docushow al alimón con Pablo Pineda: “Estuve viajando, conociendo a chefs Michelín, descubriendo ciudades y degustando. Ahí dije que era el momento”, subraya.

Cada sitio nuevo que conocía, ya fuera de vanguardia y típico del lugar, le servía para tomar ideas. Relata que esa inquietud constante fue la que le llevó a engorilarse (envalentonarse, la jerga madrileña no desaparece) y crear este espacio: “En un primer momento iba a montarlo en Madrid, pero con la pandemia me vine a San Pedro de Alcántara, así que decidí ponerlo aquí, apunta. 

Imagen de las patas de las mesas, con la forma típica de las piernas de El Langui.

Imagen de las patas de las mesas, con la forma típica de las piernas de El Langui. Amparo García

El sur de España

La ubicación no ha sido una cuestión aleatoria. El Langui guarda una estrecha relación con el sur, en general, y la Costa del Sol en particular. Su infancia son los recuerdos de un verano en Cádiz: “Bajábamos a los campamentos con el hospital. La capital, Sanlúcar de Barrameda…”. 

Pero esa historia cambió al cumplir los 18 años. La abuela de un amigo del grupo (La peñita al compás) tenía una casa en San Pedro: “Siempre decíamos que cuando tuviéramos todos la mayoría de edad nos vendríamos para acá, porque nos iban a dejar el piso 15 días”. 

Así, cambió los meses de vacaciones en el Pantano de San Juan por Puerto Banús y Marbella. La experiencia fue el origen de muchas de las canciones de su primer disco… y del amor: “Aquí conocí a Rocío, la madre de mis niños. Mi actual pareja también es malagueña, de El Palo (tradicional barrio de pescadores). Decidimos quedarnos; de una forma u otra, el AVE y el avión te ponen en cualquier parte del mundo. La calidad es muy buena. Mola”, apostilla. 

Letrero de 'La tasca del Langui'.

Letrero de 'La tasca del Langui'. Amparo García

-Se crio en el barrio Pan Bendito y ahora abre un restaurante. ¿Estaba escrito el guion desde que era pequeño?

-La tasca tiene mucho de Madrid. De ese ir de cañas o dobles, tomar unas gildas, una tapita y un montadito. Es un concepto implantado en la sociedad española. 

Y todo ello, sin perder de vista las señas de identidad que, a lo largo de su carrera, han convertido a Juan Manuel Montilla en uno de los tipos más queridos por la sociedad (prueba de ello es la media docena de saludos que recibe en los veinte minutos de conversación). 

El activismo a favor de la visibilidad de personas con discapacidad (especialmente parálisis cerebral, como es su caso) también está presente en el bar: las patas de los barriles recrean la forma de sus piernas, ligeramente arqueadas: “Es algo que me gusta y forma parte de mi marca. Me hace diferente. De hecho, la A de mi logotipo también son las piernas. Cuando estuvimos pensando en la decoración, pensé ¿por qué no darle mi forma a las mesas?”.

Esta iniciativa responde a una búsqueda constante del humor, presente en todo momento: “Siempre ha sido un hilo conductor. Reírnos de nosotros mismos; eso lo salva casi todo”. Incluso llega a estar presente en algunos puntos de la carta, aunque como cualquier mago, no permite que se revelen los trucos. Tendrá que ser el cliente el que vaya y lo descubra.

El tapeo

El objetivo de todo aquel que visita La Tasca es pasar un rato agradable en torno a la compañía y la comida. Para ello, El Langui recomienda dejarse llevar por la opinión de los camareros: “Sobre todo en los sitios que dan amor y cariño al negocio. Es la forma de que te enseñen su identidad”, argumenta.

Aun así, presenta su menú ideal, que arranca por un atún en manteca, en escabeche y unas gildas (elaboradas por una empresa familiar de Vallecas que lleva realizándolas 50 años, y sin vinagres añadidos). El siguiente pase consta de unas gambitas cocidas de Huelva, un pulpito flor a la plancha, un cartucho de pescado (“salen como el tiro”) y el mejillón tuneado. La clave está en el pan soplado de tinta de calamar, la emulsión de escabeche y un buen producto.

Detalle de uno de los barriles.

Detalle de uno de los barriles. Amparo García

Con la misma precisión describe la receta de las gambas cristal: “Ponemos la yema de huevo macerada con soja y amontillado”, explica. Con ese nivel de detalle, cualquiera diría que se ha convertido en un auténtico chef; sin embargo, lo niega con rotundidad: “No tengo ninguna pretensión en la cocina, nada más que crear un punto de encuentro para tomar un refrigerio y un buen tapeo”. 

De hecho, insiste en que él sigue con su profesión, preparando un nuevo disco que saldrá a lo largo del año. Se trata de su obra más personal, en la que “toca temas que nunca antes había tocado”, como la espasticidad (tensión muscular), la kriptonita de las personas con parálisis cerebral: “Mucha gente no sabe qué nos pasa, ni por qué ocurren las malformaciones y los dolores. Al escuchar eso piensan que estamos malitos de la cabeza o vete a saber. El mundo está muy espástico”, subraya. 

También ha escrito, dirigido e interpretado el cortometraje Intentando, junto a su hijo Hugo: “Se está llevando varios reconocimientos en distintos festivales”. Con esa trayectoria, no tiene más remedio que constatar que la cocina es su hobbie, aunque matiza: “Cuando hay dinero y negocios, no te relajas tanto. He querido crear este espacio sin volverme loco. Vamos a hacer algo que mole y a ver hasta dónde llega. La gente le da cariño, así que sigamos poniéndole amor”.