Alberto Casero, a la derecha, en un acto del PP.

Alberto Casero, a la derecha, en un acto del PP. PP

Reportajes REFORMA LABORAL

Alberto Casero, el hijo de pastores con despacho en Génova al que "nunca se le dio bien la tecnología"

Criado como hijo de empleados de una finca en Trujillo, el "fontanero número uno de Génova" dio la aprobación de la reforma laboral al PSOE.

5 febrero, 2022 04:09
Luis Casal Rafa Martí

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La historia [política] de España siempre se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como comedia. En marzo de 2021, el PP de Murcia convenció a tres futuros tránsfugas de Ciudadanos para romper la disciplina de voto y debilitar al PSOE. Un año después, la operación se ha repetido en el Congreso de los Diputados con dos parlamentarios de UPN, amotinados contra Pedro Sánchez para dinamitar la reforma laboral. Detrás de las dos rebeliones estaba un extremeño de aspecto afable y bonachón, de sonrisa fácil y verbo tambaleante. La primera resultó en tragedia para los socialistas. La segunda, en bochorno y feliz comedia.

Ese día, Alberto Casero (Trujillo, Cáceres, 1978) se encontraba indispuesto. En las fotos de la jornada se le vio derrotado, sudoroso, protestando en la tercera fila de la bancada popular. Horas antes, era el hombre más buscado del país. Nadie sabía dónde estaba, ni en su propio partido: si en su casa convaleciente por una gastroenteritis, o en Génova trabajando en las elecciones de Castilla y León. Sea como fuere, no estaba a lo que tenía que estar. 

Allá donde estuviese, Casero se equivocó en tres votaciones telemáticas del Congreso, algo más habitual de lo que parece entre sus señorías. En este caso, el diputado del PP se lió y votó “sí” a la reforma laboral y “no” a tramitarla como proyecto de ley, justo al revés de lo que el PP le pidió. El error, irónicamente, echó por tierra la argucia de UPN, permitió al Gobierno aprobar una reforma llamada al fracaso y a Yolanda Díaz rescatar su -futura- carrera política. Casi nada.

Pablo Casado y Alberto Casero.

Pablo Casado y Alberto Casero.

Aun así, la comedia socialista del 3 de febrero no se explica sin entender qué significa Casero para la política española. Aunque poco conocido fuera de Extremadura, el diputado ‘popular’ no es un parlamentario cualquiera, sino una figura de peso dentro de Génova. 

Desde 2017 forma parte del Comité Ejecutivo Nacional del PP, actualmente como secretario de Organización, y es el hombre de confianza de Teodoro García Egea, secretario general del partido. Por sus manos han pasado algunas de las operaciones más cruciales y secretas de la política territorial en los últimos años, desde la fallida moción de censura en Murcia hasta la opa hostil para absorber a los tránsfugas de Ciudadanos. Quiso la ironía española que él, el encargado de amañar las votaciones, fuera a equivocarse en una de las más importantes de la legislatura.

El hijo de Cecilio y Carmen

Alberto Casero nació en Trujillo el 15 de noviembre de 1978. Se crió, hasta los siete años, en el seno de una familia de pastores que trabajaban como encargados de la finca ganadera El Tozuelo. También vivían allí. La finca está situada a 15 kilómetros del pueblo cacereño, adonde se trasladaron más tarde sus padres Cecilio y Carmen, junto al pequeño Alberto y su hermana menor, también Carmen de nombre. Se mudaron a un piso pequeño en un humilde bloque situado a dos manzanas del ayuntamiento.

La familia de Casero es originaria de otro pueblo, La Cumbre, situado a 9 kilómetros de Trujillo. Un vecino de esta última localidad dice a este periódico, en conversación telefónica con este periódico, que “sus padres siempre han sido muy discretos y nunca se han mezclado con la política”. Su hermana Carmen, por su parte, trabaja en la actualidad como administrativa en el Registro de la Propiedad de Cáceres.

En Trujillo, Casero estudió en el colegio de monjas del Sagrado Corazón, donde era un alumno aventajado y mostró, según el vecino y al contrario de lo que muchos puedan pensar, “una mente brillante”

A pesar de haberse criado entre reses y en el campo -lo conoce bien-, ese es un mundo que a Casero nunca le gustó. Sus intereses discurrieron pronto por la literatura, el arte y la poesía. “Su vocación frustrada, de hecho, es la Historia. De no haber sido político, él siempre ha dicho que se hubiese dedicado a la Historia del Arte”, dice al respecto uno de sus colaboradores que prefiere guardar el anonimato.

En su casa no abundaban los libros, con lo que Casero aprendió a leer con las monjas y, según el colaborador, “a través de los periódicos”. En la actualidad, de hecho, la lectura es una de sus grandes aficiones. Por su parte, fuentes del PP en Génova cuentan a EL ESPAÑOL que no hay día que no llegue a la sede de los ‘populares’ una caja de la Casa del Libro a nombre de Casero con la última novela. “Tiene un síndrome de diógenes cultural con los libros, acumula cajas y cajas”, aseguran las mismas fuentes, que describen su despacho como una “biblioteca”.

A pesar de sus intereses culturales y artísticos, Casero se matriculó a los 18 años en Ciencias Políticas en la Universidad de Extremadura en Cáceres. En tercero de carrera, sin embargo, abandonó esos estudios para comenzar Derecho, licenciatura de la que finalmente se graduó. En sus años universitarios frecuentaba clubes de debate y eso fue lo que reforzó el interés por la política en alguien que nunca había tenido contacto con los asuntos públicos.

Alberto Casero en una reunión con sus vecinos en 2009.

Alberto Casero en una reunión con sus vecinos en 2009.

Carrera política

Intentar encontrar rastro de Alberto Casero antes de su histórico error puede convertirse en una auténtica quimera. Como hombre poco dado a los focos, fuentes de Génova lo definen como alguien que “no es un gran parlamentario, pero sí es un compañero leal e inteligente, de los que brillan más dentro del partido que delante de las cámaras”. Su trayectoria, más rodeado de políticos que de periodistas, así lo avala. 

Entró en las Nuevas Generaciones del PP de Trujillo en 1997, con Aznar en el Gobierno y el PSOE en el Ayuntamiento. Quince años después, se convertiría en el primer alcalde popular en arrebatarle el gobierno local a los socialistas, cargo que mantuvo hasta 2019, cuando dio el salto a Madrid como miembro del Congreso.

En su etapa en las Nuevas Generaciones de Extremadura ya entró en contacto con un joven Pablo Casado que entonces era el presidente nacional de las juventudes ‘populares’. Su afinidad, de hecho, llevó a Casado a ofrecerle la Secretaría General, cargo que rechazó para desarrollar su carrera en la comunidad.

Entretanto, Casero había destacado como uno de esos políticos tan indispensables en los despachos y negociaciones como irrelevantes en las ruedas de prensa. Un hombre de partido, presidente del PP provincial en 2001 y secretario general de Cáceres en 2007. En esos años se convirtió también en un parlamentario precoz, el más joven en firmar un acta de diputado en la Asamblea de Extremadura (2003). También fue Senador entre 2011 y 2015, cargo que compaginó con la alcaldía de Trujillo.

Aun así, el verdadero valor siempre estuvo de puertas adentro. Fue, por ejemplo, jefe de gabinete del presidente del PP extremeño Carlos Floriano, con quien comenzó a fraguar su perfil de ‘fontanero’ en las filas de los ‘populares’.

Alcalde carismático

Casero volvió con fuerza a Trujillo como concejal en 2007, al tiempo que mantenía su escaño en el parlamento extremeño. Nunca dejó de residir en el pueblo, situado a media hora de Cáceres, donde tenía hasta entonces sus principales obligaciones. En las municipales de aquel año, Casero se quedó a las puertas de la alcaldía por un solo regidor. En 2011, sin embargo, accedió al consistorio por una aplastante mayoría de nueve concejales frente a los tres del PSOE. Izquierda Unida sacó uno.

A pesar de ser alcalde y de haberse comprado un piso en el pueblo, Casero nunca dejó de vivir con sus padres. Parecería irrelevante si no fuera por el carácter de un hombre poco echado para adelante, que no tiene carnet de conducir, que siempre se las ha apañado para que le lleven de un lado a otro y que no es ducho con la tecnología. Su colaborador dice al respecto que “nunca se le ha dado bien la tecnología”, una falta de pericia que nunca pareció importar hasta el pasado 3 de febrero.

Cuando Casero entró en la alcaldía, no reformó el despacho que le dejó en herencia su predecesor socialista en el cargo. De hecho, no se llevaba bien con el papeleo ni con los ordenadores, y pasaba todo el tiempo que podía en la calle. Eso sí, según el residente en el municipio, su compromiso con el pueblo era “absoluto”, hasta el nivel de saberse el nombre de todos sus vecinos y hasta el número exacto de días que les quedaban de paro a quienes no tenían empleo. "Era muy carismático", añade.

Casero junto a Carlos Floriano, de quien fue jefe de gabinete.

Casero junto a Carlos Floriano, de quien fue jefe de gabinete. PP

“Llegó a la alcaldía con un paro de unas 1.000 personas y lo redujo a la mitad. Siempre estaba buscando puestos de trabajo para los trujillanos, y podía recibir entre 15 y 20 personas al día, desde nobles a vagabundos”, explica el vecino. La página negra de aquellos años está en que fue investigado por prevaricación en contratos públicos, aunque nunca llegó a estar imputado.

En sus horas libres, el alcalde Casero era un asiduo a los bares. En concreto, al Bizcocho Plaza y al extinto local de productos ‘gourmet’ conocido como Gastrobar Deleite. “Es un gran amante de las sobremesas, le gusta beber y comer, por decirlo de una forma poco grosera”, dicen, por su parte fuentes ‘populares’.

Por otro lado, no fallaba nunca a su cita con el Festival de Teatro Clásico de Mérida y promover la cultura estaba entre sus principales obsesiones. Colocó a Trujillo en la ruta de los pueblos más bonitos de España, en la red de Castillos nacional, en la ruta gastronómica “Sabores de España” e impulsó el Festival Internacional de Música de Trujillo.

Al frente del consistorio, según cuentan fuentes del PP de Extremadura, abandonó su círculo de amistades más cercano. Sus nuevos amigos pasaron a ser el equipo de gobierno, entre los que se encontraban los concejales de su “núcleo duro”, Juan Jesús Martín (Obras), Consuelo Soriano (Cultura), David Pablos (Parques y Jardines) y Julio Bravo (exteniente de alcalde entre 2011-2015), así como el periodista Alejandro Cancho, que colaboró de forma directa en su gabinete de diputado.

También en sus dos legislaturas como alcalde bajó el ritmo de viajes, afición que practicaba siempre que podía. Casero nunca ha veraneado en un lugar fijo, al contrario que sus padres, que solían pasar las vacaciones en la provincia de Huelva. “Conoce medio mundo, tiene una gran pasión por Latinoamérica, por los lazos obvios de Trujillo con la conquista”, dice el colaborador.

El ‘fontanero’ de Teodoro

No fue hasta el Congreso del PP de 2018 en el que Pablo Casado saldría como ganador que las habilidades de Casero pasarían a ser reconocidas en la política nacional del partido. El diputado y alcalde extremeño fue el artífice en la sombra de la campaña del PP en Extremadura para que Casado saliese elegido como nuevo presidente. Y aquello fue un favor que el líder ‘popular’ le pagó llevándolo a las listas del Congreso de los Diputados y como secretario de Organización del PP.

Porque ya desde Nuevas Generaciones, Casero empezó a destacar como una de esas personas a las que uno quiere en su equipo de trabajo: alguien callado, afable, inteligente y trabajador. Con la Secretaría General, Casado lo rescató de Trujillo para que hiciera lo que mejor sabía: negociar, controlar, quitar y poner líderes regionales.

Así, Casero se trasladó a Madrid en 2019. Primero residió en un apartamento de alquiler cerca de las Cortes. Luego se mudó a un piso, también de alquiler, en la zona de Colón, donde vive solo. No se ha casado ni tiene hijos. Su día a día lo dedica casi exclusivamente al partido: entra a las nueve de la mañana a Génova y no sale hasta las 12. Porque desde aquel congreso, es el hombre de máxima confianza de Teodoro Garcia Egea.

Casero en un acto público en Extremadura.

Casero en un acto público en Extremadura.

Casado lo puso bajo el manto del secretario general, que lo convirtió en su mano derecha. Tanto es así, que a pesar de no ser vicesecretario (en el PP son los cargos más altos, solo por detrás del presidente y el secretario general), Teodoro le dio un “gran despacho de esquina” con vistas a las calles Zurbano y Génova en la planta cuarta de la sede de los ‘populares’, la misma que ocupan los vicesecretarios. El despacho se lo entregó Juan Carlos Vera, que hacía con Mariano Rajoy las veces que Casero hace con Casado.

En esa misma planta está el despacho de su jefa inmediata Ana Beltrán, vicesecretaria de Organización. Pero lo cierto es que, en la práctica, Casero se salta el escalafón. “Muchas veces va a reuniones a las que, por su cargo, no debería ir. La realidad es que es los ojos y las orejas de Casado y García-Egea”, revelan fuentes del PP a este periódico.

“Él es el fontanero número uno de Génova, es el que quita y pone a todos los cargos en las juntas regionales y locales. Los conoce a todos, no se le escapa ni uno. Por ejemplo, ha estado detrás de las gestoras del partido en Cataluña, de las operaciones contra Ciudadanos en todo el país… Está en todos los saraos”, continúan las mismas fuentes.

Dentro de las diversas fuentes del partido consultadas para este reportaje, algunas lo definen como un hombre de una “gran calidad humana, realmente atento y preocupado por los demás. Otros no dudan en señalarlo como el “matón” de Teodoro, “que va metiendo miedo” en las corporaciones locales del partido por España.

Sea como fuere, el discreto ‘fontanero’ de Génova, amante de los libros y la sobremesa, y poco amigo de la tecnología, fue el personaje político que, contra todo pronóstico, regaló la aprobación de la reforma laboral al PSOE. Un error que ahora los 'populares' tratan de impugnar por todas las vías posibles. Quizás no haya marcha atrás para alguien que nunca quiso destacar y que ahora es la diana y la vergüenza de los suyos, y el colaborador necesario e involuntario de sus rivales.