Marina, la futura jueza de 24 años que se saca las oposiciones con la filosofía cholista de partido a partido

Marina, la futura jueza de 24 años que se saca las oposiciones con la filosofía cholista de "partido a partido" EL ESPAÑOL

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Marina Bueno, la futura jueza vallisoletana de 24 años que se convertirá en la más joven de España

Se ha sacado en menos de dos años unas oposiciones que, de media, se tarda más de cuatro en preparar. La pandemia se ha convertido en una "aliada".

9 enero, 2022 02:54

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El 15 de octubre Marina Bueno, vallisoletana de 24 años, llegaba al Tribunal Supremo tranquila, consciente de que estaba todo lo preparada que podía estar, como si no fuese uno de los días más importantes de su vida. Al fin y al cabo, en su mente ya había vivido ese momento muchas veces: “Cuando de pequeños nos preguntan qué queremos ser de mayores todos dicen profesiones pintorescas, pero yo siempre había querido ser jueza”, cuenta a EL ESPAÑOL.

Eran las 15:30 h. cuando llegó su turno (la convocatoria es a las 15:00 h.). Apenas había comido una ensalada (“tampoco se tiene mucho apetito”) y, aunque confiaba en el trabajo realizado, no sabía que una hora más tarde saldría de allí convertida en una de las futuras juezas más jóvenes de España.

Las oposiciones a Jueces y Fiscales (el proceso es el mismo y la decisión de ir por uno u otro camino se realiza una vez superado) tienen un aura de dificultad que bien confirman las estadísticas: el tiempo de media para aprobarlas está en casi cuatro años y medio, con una edad media de 29 años. Según datos de Cinco Días, tan solo son superadas por las oposiciones a Notarías (cinco años y medio) y a Registrador de la propiedad (cinco años y siete meses), donde las plazas ofertadas son menos, pero también disminuye la competencia.

Marina, sin embargo, únicamente necesitó dos años para la proeza. Y es que el mero hecho de conseguirlo ya es un éxito: “La gente que se lo saca después de muchos años es un esfuerzo también tremendo, demuestra fortaleza anímica, espiritual…” apunta. Su caso, si brillante, no deja de ser una anomalía. “Es una renuncia muy fuerte, empiezas a dudar de todo… pero no quiero hablar de esto porque no quiero sonar sobrada”, dice Marina, que tan solo habla desde su experiencia. Tan solo hace falta hablar con ella un rato para percibir algunas de las características que se asocian a los jueces: mesura, claridad, precaución, seriedad.

Manuel Marchena, presidente de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo

Manuel Marchena, presidente de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo

Un largo viaje

La excepcional rapidez con la que Marina ha superado este proceso de selección no quita que haya sido un largo y agotador camino para llegar hasta aquí. Hija de un abogado y con la ilusión desde niña de llegar a jueza (“aunque, como es un objetivo difícil de conseguir, la prudencia hace que ni siquiera lo hubiese verbalizado mucho con mi entorno”), la decisión de ir a la Facultad de Derecho nunca se dudó.

No fue tanto así con el siguiente paso: “Tenía muy clara la oposición cuando terminé la carrera, pero dudar es sano…” recuerda Marina. Entre los otros escenarios que barajó estaba, cómo no (desprende un amor y respeto casi reverencial por la figura paterna y su oficio), la abogacía. No obstante, aclara que “nunca hablamos de una forma real de ser abogada porque no tengo vocación real” y siempre se sintió apoyada en su deseo de ser jueza.

Marina comenzó la preparación a finales de septiembre de 2019. Llegó a sus preparadores gracias a su padre, que fue quien se los recomendó. Para Marina, el criterio de su padre siempre ha sido muy acertado y "esta vez lo ha vuelto a demostrar”. Sin duda, su padre ha podido ser un factor de suerte que ha ayudado, aunque no decisivo: según el estudio de la Asociación Judicial Francisco de Vitoria, uno de cada tres nuevos jueces no tiene padres con estudios superiores.

¿Qué hace falta?

La oposición consta de tres pruebas teóricas: un tipo test que hace de criba (aprueban solo 1.200 de los más de 5.000 aspirantes) y dos exámenes orales. En total, el temario está compuesto por 328 temas. Solo el desglose ya asusta: 94 de Derecho Civil, 64 de Penal, 59 de Procesal Civil, 40 de Procesal Penal, 28 de Administrativo y Laboral, 27 de Constitucional, y 16 de Mercantil. Casi nada. Entonces ¿cómo se afronta la preparación de un examen de estas dimensiones? ¿Existe algún truco?

Marina es muy recelosa de hablar sobre su metodología. “No quiero comparativas, ni entrar en detalles de cuáles eran mis horarios”, dice. Sin embargo, sí arroja un dato: “Estudiaba más de ocho horas al principio y, en fechas cercanas al examen, muchas más de diez horas”. Además, considera que solo no hay que fiarse más que de los preparadores y de los propios criterios: “Yo, por ejemplo, siempre estudiaba del manual y de la ley, no de otros materiales ni de apuntes propios”, asegura.

Tampoco quiere decir cuánto dinero ha gastado en prepararse estas oposiciones. Un reciente informe de la Asociación de Juezas y Jueces para la Democracia estima que, de media, hace falta invertir aproximadamente 24.000 euros para afrontar una preparación de estas características: “548, 25 euros/mes durante los dos primeros años, 400 euros/mes el tercer año y 250 euros/mes el cuarto y quinto año”. Además, Marina entra dentro de ese 98% de recién graduados que necesita la ayuda económica de sus padres para estudiar las oposiciones. En todo caso, varía mucho en función del tiempo que el aspirante tarde y ella lo considera “un coste asumible”.

“Partido a partido”

Marina nunca se puso una fecha límite para aprobar. Como ella misma admite, la mentalidad que la ha llevado al éxito es la del 'Cholo' Simeone: “Hice mía la frase de partido a partido”. Para ella, esta sentencia tan conocida por todos los atléticos hace referencia a “estar muy concienciado en cuál es el objetivo diario más que el final. Para que algo salga bien la clave es centrarse en el día a día”.

Después de pasarse todo el día estudiando, a Marina le gustaba salir a practicar deporte, en especial ir a correr con su padre. Sobre todo en el día libre semanal que tenía (algo que perdería cuando se acercó la fecha del examen).

Además, la pandemia se convirtió en una aliada inesperada al quitarle la vida social que tenía: “Al final sí que fue un verdadero retiro de estar sola con el libro”. Y, cuando no podía ir a un sitio porque tenía que estudiar, “no lo veía como una renuncia sino como una oportunidad para formarme”. Marina reivindica que hay muchas formas de “estar presente y sentirte querido” más allá de ir físicamente con los amigos.  

Por otro lado, Marina tomó la decisión de no tener contacto con más gente que se estuviese preparando las oposiciones: “Sí tengo amigos que lo están haciendo, pero para mí era importante separar las dos cosas porque es una cuestión muy personal y es mejor andar este camino tú solo”. No tener redes sociales es algo que también pudo ayudarla para cumplir esta desconexión a rajatabla.

El hecho de ser un proceso tan selectivo lleva consigo grandes dosis de competitividad que ella prefirió evitar. Donde otros veían rivales, ella afirma ver compañeros, algo que le sirvió el día del examen: “Hubo muy buen ambiente. Como sé que es un esfuerzo brutal, yo quería de corazón que les fuera bien. Pero sí que es verdad que no suele ser así y hay tensión, gente que no se habla…”.

Tribunal Supremo

Tribunal Supremo

Próximo destino: Barcelona

Dos años después de empezar esta aventura tan sacrificada y solitaria, Marina se abrazó emocionada con su familia a las puertas del Tribunal Supremo: había aprobado. Desde ese 15 de octubre no ha parado: “He salido a comer, a cenar, a bailar con todos mis amigos… La excusa se me está empezando a acabar, pero tengo muchísimas ganas de vivir”.

Ahora le toca trasladarse a la Escuela Judicial de Barcelona. Allí espera “ver el derecho desde otra perspectiva y tomar contacto con la realidad social”. Después llegará el turno de las prácticas tuteladas y, si supera todo, finalmente se le adjudicará una plaza. Tiene al alcance de la mano hacer realidad aquello que pensaba desde pequeña: “El derecho sirve como herramienta para solucionar un conflicto”.

Y ¿qué es ser un buen juez? Marina cree que para ser buen juez hacen falta conocimientos jurídicos, un espíritu crítico, perspectiva, conocer cuál es la realidad social del momento, y ser buena persona, algo que ella define así: “No hay que ser benévolo, sino tratar con respeto a los demás con respeto y humildad”.

Le parecería un honor ser la jueza más joven de España, aunque matiza que, en todo caso, es un honor compartido: “Hay más gente de mi promoción que se la han sacado. Sí que es verdad que de haber alguien más joven seguro que ya habría chuleado por el grupo” dice entre orgullosa y emocionada. Y, aunque siente el respeto de todo el mundo, se reivindica: “A gente que ha tardado más tiempo en sacarlo le choca que haya tardado tan poco. Algunos lo achacan a la buena suerte, no sé si con buena o con mala leche”.