Mi noche de fiesta con Jordi Cuixart en el primer festival sin distancia de seguridad.

Mi noche de fiesta con Jordi Cuixart en el primer festival sin distancia de seguridad.

Reportajes REPORTAJE

Mi noche de fiesta con Jordi Cuixart en el primer festival sin distancia de seguridad

“Oye, ¿ese que pega botes a lo loco no es el de Òmnium Cultural?”. Era la pregunta más repetida entre los asistentes. Y sí, ese era Cuixart.

4 julio, 2021 02:12

No nos lo hubiéramos creído si nos lo hubieran dicho hace un año: 10.000 personas juntas bailando en un festival de verano. Sin distancia de seguridad, con muy pocas mascarillas… y con Jordi Cuixart pegando botes en un concierto de techno.

Pero ya está aquí: la nueva normalidad era esto. La Vida. Con mayúscula, porque así se llama el gigantesco banco de pruebas que trae la esperanza del ocio a nuestro país. Vida Festival. Una especie de Primavera Sound para familias (muchos niños de todas las edades entre el público) que se ha convertido en el primer festival de verano sin distancia de seguridad.

Un experimento que se celebra en Vilanova i la Geltrú (Barcelona) justo la semana más delicada para nuestro país en cuestión de incremento de la Covid-19. Porque un concierto de reguetón en Mallorca, repleto de estudiantes, ha provocado un macrobrote y ha hecho que suba la incidencia en toda España. 

Caos para empezar 

En el Vida estaban preparados. O eso parecía a priori: habían montado una superestructura de tests de antígenos en la entrada. 80 personas haciendo pruebas a destajo. Todo ello combinado con una app para el móvil donde se acreditaba el negativo. Un plan que venía a aportar seguridad y agilizar el proceso de entrada. 

Craso error: falló la tecnología el primer día. Los códigos QR no funcionaban y se produjeron colas kilométricas para abrir boca. Como colofón, los tests se acabaron en torno a las diez de la noche y fueron no pocos los que se tuvieron que dar la vuelta y no pudieron entrar. Cabreo general.

Eso pasó el jueves, el primero de los tres días de programa. El viernes decidieron que, los experimentos, con gaseosa. Prescindieron de la tecnología y fue todo rodado: “Ya podéis desinstalar esa app, que no vale para nada”, advertía una de las chicas del staff que daba paso a la zona de los tests. Allí dentro, cerca de un centenar de personas introducían bastoncillos en la nariz de la gente a marchas forzadas.

El balance, óptimo: cerca de una veintena de casos positivos, a los que se les reembolsó el dinero de la entrada antes de ser enviados cada uno a su casa. El resto, con el DNI en una mano, la entrada en la otra y el test de antígenos negativo en la boca. Así íbamos entrando al recinto: una enorme finca rural en torno a una vieja masía de Vilanova. 

Dentro, gente de todas las edades: muchos jóvenes dispuestos a desbocarse por primera vez en más de un año. O no tan jóvenes con sus hijos, que para eso el festival está dotado de diversas actividades infantiles. O gente mayor con el único propósito de divertirse y recuperar el tiempo perdido. Entre ellos, un rostro muy conocido: Jordi Cuixart.

¿Ese es Cuixart?

“Oye, ¿ese que pega botes a lo loco no es el de Òmnium Cultural?”. Era la pregunta más repetida entre los asistentes. Y sí, ese era Cuixart. Se le vio desatado, especialmente en el concierto del jerezano Bronquio, un popular DJ de techno/trap/urban/trance/hip hop y todos los estilos similares que a uno se le ocurran. 

Cuixart los bailó todos. Acompañado de su pareja y unos amigos, danzaba e interactuaba con la gente sin quitarse la sonrisa en ningún momento. Su confinamiento forzoso ha sido más largo que el del resto de la población. Sus ganas de desquitarse y reventar, también. Y se eso se nota.

“Jordi, fem un selfie?”, le pregunto cuando se marcha del concierto de Bronquio, en dirección al de la argentina Nathy Peluso. Cuixart no rehuye. Se le ve feliz en libertad, se presta a todas. Pone muecas en las fotos y no se quita la sonrisa. No se entretiene con la gente, pero nota el apoyo popular y no le niega la foto a nadie. Y lo da todo durante la actuación, que nunca se sabe dónde estaremos mañana. 

Porque sólo unas horas antes había dado su primera conferencia tras el indulto. Fue en la Universidad Pompeu Fabra, donde se marcó un Unamuno, rememorando el “como decíamos ayer…”. Y es que su discurso sigue siendo idéntico al que defendía antes de ser encarcelado. En la facultad advirtió que lo volverán a hacer: “Catalunya no dejará nunca de votar: Lo siento mucho por usted [en referencia a Pedro Sánchez]. Que sepa que desde la lucha no violenta seguiremos, seguiremos presionando para que nos escuchen y votaremos tantas veces como haga falta”. 

El coche fantástico 

Y tras la conferencia en Barcelona, caminito al festival de Vilanova; a los antígenos, los conciertos, la fiesta y todo lo demás. El plato fuerte del menú era el concierto de Ladilla Rusa, que cerró con su tema “Coches del pasado”. En su videoclip participa Michael Miralles y su réplica del “coche fantástico”, que se dio a conocer tras esta entrevista concedida a EL ESPAÑOL.

Fue ahí cuando más gente se reunió, cuando más contacto hubo y menos mascarillas se vieron. Teóricamente no hay peligro: todos los asistentes pasamos la prueba antes de entrar. En el transcurso de los días podremos comprobar si el experimento salió bien, si hay que lamentar otro macrobrote como el que ha confinado (y denostado públicamente) a varios centenares de estudiantes por esto mismo: por pegarse una fiesta de las de toda la vida, de las de antes de 2020

Se olían las ganas. De algunos más que de otros: Cuixart el primero. Por la mañana anunció que “ho tornarem a fer”. Por la noche, por si acaso, bailó como si no hubiera un mañana en este gigantesco experimento que es el Vida. Hoy acaba el festival; hoy se vuelven a juntar 10.000 personas sin distancia. Hoy se vuelve a esperar a Jordi Cuixart en primera línea de conciertos. Nos lo dicen el verano pasado y no se lo cree nadie.