Poli Díaz y Lola, en Callao.

Poli Díaz y Lola, en Callao.

Reportajes

La tormentosa relación de Lola con su novio Poli Díaz: "No te mato porque te quiero mucho"

El histórico boxeador fue detenido el pasado viernes por presuntos malos tratos a su expareja, considerada "en riesgo extremo" por la jueza.

30 junio, 2021 01:39

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En Palomeras, un conocido vecindario de Puente de Vallecas, un agente de policía cierra la puerta de la comisaría. Dentro, entre papeles, pasillos y despachos, una lona esconde un viejo retrato, firmado en una esquina, de un joven boxeador de peso ligero. La foto, de algo más de un metro cuadrado, rinde homenaje al que hace no tanto tiempo se había erigido, sobre el ring y fuera de él, como uno de los héroes del barrio: Poli Díaz, El Potro de Vallecas.

Hoy queda poco de aquel hombre. Lo que resta de él también descansa entre policías, pero en una prisión a 2.000 km de distancia. Fue detenido el pasado miércoles tras agredir a su pareja, Lola, en la casa que ambos compartían en el barrio de Zárate (Las Palmas). Ella apareció desnuda, en medio de la calle, ensangrentada y con síntomas de asfixia, y él fue fue apresado sin ofrecer resistencia. "No te mato porque te quiero mucho", le dijo, según recoge el auto de la jueza.

Ese fue el colofón, el último asalto de una relación tan intensa como conflictiva que puso a ambos contra las cuerdas durante los últimos tres años. Ahora, ya con 53 a la espalda, El Potro besa la lona por última vez en su carrera, esta vez para no levantarse. Ella, la auténtica víctima, se encuentra “en riesgo extremo” a ojos de la Justicia.

Poli Díaz detenido por la Policía Nacional

Poli Díaz detenido por la Policía Nacional EFE

Caída y remontada

Lola, que en realidad se llama Dolores Isabel R.S., es canaria, pero conoció a Poli en Madrid, hace unos tres años, mucho después de colgar los guantes. En el ring, allá por los años 90, El Potro había sido siete veces campeón de España y ocho de Europa, pero fuera de él se había equivocado demasiado. Fruto de ello acabó en quiebra, en una infravivienda, encadenando pasantías y en combate eterno contra las drogas. Para ella tampoco había sido fácil.

“Suele contar que fue vedette, chica de compañía de lujo y que acabó como auxiliar de enfermería, pero en esa época estaba enganchada”, cuenta a EL ESPAÑOL una fuente del entorno de la pareja, que la conoce desde hace años. “En la familia de Poli no estaban demasiado contentos con ella, creían que era una mala influencia, pero eso no justifica que él la pegara”, resuelve.

Poli Díaz, en su promoción para el último combate de su carrera.

Poli Díaz, en su promoción para el último combate de su carrera. UGC

En realidad, no todo fue mal desde el principio. La propia Lola, en su declaración judicial, así lo ha recordado. Al conocerse vivían tranquilos y alejados, en un poblado chabolista entre Villaverde y Vallecas, luchando por salir la droga y las adicciones, pero sin dinero. Se mudaron a Canarias, a la tierra natal de ella, para seguir intentándolo. Y apareció una oportunidad. 

Se trataba de Unlimited Global Challengers, promotora y representante de algunos de los mejores deportistas de contacto de España. Le pusieron sobre la mesa una propuesta: que El Potro se subiera una vez más a las cuerdas, en Madrid, en un combate de exhibición. Le vistieron de traje, le cortaron el pelo y le pusieron a régimen. De la noche a la mañana, Poli Díaz salió del ostracismo.

Volvió a Madrid solo, a un hotel de Gran Vía alquilado exclusivamente para él, y se puso a entrenar. En un par de meses, a sus más de 50 años, El Potro de Vallecas había recuperado el peso ideal, los talones vertiginosos y el crochet que le había llevado a la gloria. También había olvidado las drogas, pero no a Lola.

“Ella empezó a insistirle para que fuera con ella, pero no podía porque estaba muy centrado en el entrenamiento. Entonces fue ella la que fue a Madrid con él”, recuerda el amigo de la pareja. “A partir de ahí todo se fue de madre”.

Versiones enfrentadas

En el hotel, señala la misma persona, empezaron a quejarse: “Todo estaba manga por hombro, decían que había droga en las habitaciones y escuchaban discusiones día sí y día también. Poli perdió la forma y le obligó a mudarse con ella a Canarias de vuelta”, revela. “Le tenía totalmente sometido, le amenazaba y le pegaba, y le devolvió a las drogas y el alcohol”.

“Esa mujer no le hace ningún bien a Poli. No es buena para él. Es una persona conflictiva que no le aporta nada”, recordaba a La Razón una vecina de la pareja hace un mes, cuando el púgil fue detenido por no presentarse al juzgado. “Él no es una persona fácil, pero ella tampoco: y juntos son imposibles”, complementa el amigo a este periódico.

Poli Díaz, durante un combate

Poli Díaz, durante un combate VIACOM

No obstante, estas dos versiones contrastan con la expuesta por la propia Lola en el juzgado, estos días. Según reveló a la magistrada, la víctima de violencia machista aseguró que, a partir del primer año de relación, fue Poli el que cambió hasta volverse “extremadamente violento, tanto desde el punto de vista físico como psicológico”. 

El auto, al que ha tenido acceso este diario, recoge declaraciones en las que le acusa de malos tratos habituales como tirarle del pelo, darle bofetones con la mano abierta y agarrarla del cuello. Controlaba sus cuentas, no le dejaba pintarse ni arreglarse, la encerraba con llave y la insultaba y amenazaba constantemente: “No te mato porque te quiero mucho”, “vas a ser la próxima muerta”, “si me denuncias te mato” ó “yo no me voy a quedar con las manos quietas” son algunas de las frases que recoge el juzgado.

Poli vs El Potro

“Poli es un santo, pero el Potro es un hijoputa”, recuerda su amigo a raíz de las últimas noticias, con el exboxeador ya entre rejas. El primero se movía en el ring y acertaba el crochet, ese golpe fulminante que le llevó a tantas glorias; el segundo prefería las fiestas, y no acertaba con nada

Poli Díaz, dicen los que le conocen, se forjó entre sudor, ladrillos, sacos de cemento, cuatro cuerdas y doce asaltos; también en los deseos de una España, la de finales de los ochenta, que quiso convertir en héroe a un adolescente de uno setenta. El Potro, “el hijoputa”, apareció más tarde, después del último round, y prefería la cocaína al sudor, el dinero antes que los títulos y el sonido de la fiesta antes que el de la campana. 

“Lo que decanta quién gana son las drogas y las malas influencias”, asalta. Ring ring.