Reportajes

La brutal paliza a Sandra, la frutera gallega, por vender peras y tomates catalanes en su tienda

Un hombre de 70 años la agredió por tener productos de Lérida en la frutería. La mujer denunció. 

24 octubre, 2019 13:48

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Sandra Castro nunca ha ocultado el origen de su fruta. De hecho, siempre ha presumido de ello. No le gusta esconderse. Quiere que sus clientes sepan de dónde viene lo que comen. Por eso, a la entrada de la frutería, tiene cajas donde indica el precio y el origen de cada variedad. Sin duda, en estos tiempos, en los que las naranjas vienen de Sudáfrica o las patatas de Marruecos, debería apreciarse. Pero, ya saben, hay gente para todo.

Y un hombre de unos 70 años, este miércoles, agredió a Sandra por tener peras de Lérida. Sí, como lo leen. Entró en la tienda y le exigió a la frutera que quitara las peras que provenían de Cataluña. Ella se negó y le pidió que se marchara, pero el cliente no quiso hacerlo. De hecho, se comportó como si fuera un ultra.

Primero, el hombre le hizo un corte de mangas a la frutera. Y ella, ante su actitud, reaccionó enfocándole con la cámara de su móvil y amenazándole con echarle una foto y denunciarlo por su comportamiento. ¿Y qué hizo él? Se revolvió, le quitó el teléfono y le dio dos puñetazos en la cara causándole lesiones cerca de la nariz.

Sandra, ante el desagradable incidente, empezó a gritar y a pedir ayuda. Eran las dos de la tarde y había gente por la calle. En la vía donde se encuentra la frutería, en Marqués de Montejos, siempre hay personas. Y, un chico, al escucharla, se acercó y le pidió al hombre que le devolviera el móvil.

El agresor entregó el teléfono e intentó defenderse diciendo que él no había hecho nada. Pero estaba claro que no era así. Mientras él se excusaba, Sandra sangraba delante del chico. Después, se marchó de allí sin darse cuenta de que la frutera lo había fotografiado.

La frutera, más tarde, después de ser atendida en un centro médico, denunció al hombre y aportó como prueba la fotografía que le había hecho el hombre. Pero lo de menos, reconoce en conversación con La Voz de Asturias, no fueron los puñetazos, sino el escándalo que se formó alrededor de su frutería, un lugar tranquilo habitualmente, donde no hay problemas.