
Myriam Doce, de Ferrol a Colombia con Maluma: “Sé que voy a morir viviendo de la danza”
Myriam Doce, de Ferrol a Colombia con Maluma: “Sé que voy a morir viviendo de la danza”
En plena pandemia, la joven ferrolana Myriam Doce decidió cambiar su vida:dejar atrás la estabilidad y apostar por su sueño de dedicarse al baile profesional. Cinco años después ha compartido escenario con artistas como Luis Fonsi, Justin Quiles o Maluma, convirtiendo su intuición en una carrera imparable
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El 2020 obligó a medio mundo a detenerse, pero para la ferrolana Myriam Doce fue el año en el que encontró el impulso que necesitaba para transformar su vida y cumplir su sueño:
convertirse en bailarina profesional.
“El ser humano vive en automático y sin darte cuenta vives la vida que te dicen que tienes que tener: un trabajo estable, dinero, tu coche…” reflexiona Myriam, “pero llegó la pandemia y no tenía nada, estaba en casa y, ¿Qué me quedaba? Bailar”.
Bailar, pero esta vez no como profesora, sino única y exclusivamente para ella, entendiendo que eso era lo que más necesitaba. Así fue cómo tomó una decisión que lo cambiaría todo: inscribirse en un curso profesional de danza en Barcelona.
Lo que empezó como una intuición se convirtió, sin saberlo, en el inicio de una carrera profesional imparable que la llevaría a recorrer los escenarios de todo el país, hasta llegar a los estadios más grandes de Colombia, acompañando a Maluma en su gira internacional. “En cuanto me llegó la primera oportunidad de subirme a un escenario, sabía que mi vida era ahí”, describe la joven ferrolana.
Giras en el Reggaeton Beach Festival, el Suave Fest, el concurso de baile de la televisión catalana Eufòria, o compartir escenario con artistas como Luis Fonsi, Justin Quiles o el DJ e influencer Luc Loren son solo algunos de los trabajos que Myriam Doce acumula a sus espaldas con tan solo 25 años, fruto del talento, disciplina y- sobre todo- trabajo mental.
‘Confía’. Esa es la palabra que la joven tiene tatuada y se repite cada día, al pertenecer a una profesión que se caracteriza por la falta de estabilidad, como ocurre muchas veces en las profesiones artísticas.
“¿Y si me dedico a otra cosa?” es un pensamiento que Myriam asume que tendrá siempre “porque cuando tienes una oportunidad nunca sabes si va a ser la última”, explica Doce, “pero tienes que confiar en que no será así y que si tú te lo trabajas, todo llega…y yo, gracias a Dios, no me canso de comprobarlo”.
La incertidumbre constante, los ingresos variables y esa limitación autoimpuesta de no “soñar a lo grande” son factores que disuaden a muchos jóvenes con vocación artística de intentar vivir de su arte. Para Myriam, ese freno no es otra cosa que miedo. Miedo a arriesgar. Y, según la joven, es justo de ese miedo de donde puede nacer la oportunidad.
“Yo llegué a Barcelona con cien euros en la cuenta y sin casa donde vivir, pero sabía que tenía que venir”, recuerda. Hoy, ya instalada en Madrid y sin proyectos concretos, repite con la misma convicción: “Sé que van a llegar cosas. No tengo dudas. Confío en que va a ser así”.
La confianza en uno mismo es clave. No solo para bailar mejor o perseguir metas, sino para afrontar los muchos “noes” de una industria que suele depender de audiciones o castings. Castings que, en muchos casos, no se deciden tanto por el talento, sino por el perfil que se busca en ese momento.
“En algunos sitios quieren un bailarín más alto, más bajo…” explica Myriam, “hay que ser fuerte mentalmente y tener en la cabeza que no eres tú el que no vale, es el perfil, es la industria, es lo que es”.
Una industria que, eso sí, empieza a abrirse a nuevas formas y cuerpos. “Ahora se aceptan más los cuerpos distintos, los perfiles exóticos... hay más diversidad”, afirma. Aunque reconoce que todavía queda mucho trabajo por hacer y que no todos los géneros evolucionan al mismo ritmo.
El salto internacional de Myriam llegó de forma inesperada y no exenta de obstáculos. “Un día me metieron en un grupo de WhatsApp y el nombre era ‘Maluma baby’. Yo no sabía para qué era, solo sabía que estaba disponible y dije que sí”. Pronto se enteró de que iba a bailar con el artista colombiano en los 40 Music Awards, en el Palau Sant Jordi de
Barcelona. “Llego a los ensayos y me dicen: tienes 30 segundos con él, tú sola. Yo no sabía ni qué decir. Para mí, esa ya era la oportunidad más grande de mi vida”. Poco después se abrió el casting para la gira internacional de Maluma. Myriam se presentó y “todo apuntaba a que sí, pero fue un no. Me llevé un chasco terrible, lo pasé fatal. Creía que me tocaba”. Aun así, algo en ella no se rendía. “Tenía esa sensación de que esto no había terminado”. Y así fue.
Un día, recibió la llamada: formaría parte del conjunto de bailarines del cantante en los estadios más importantes de su gira en Colombia.
Pero lo más duro aún estaba por llegar. La joven se rompió un hueso del pie a dos semanas de empezar con los ensayos. En urgencias le dijeron que estaría tres meses inmovilizada, con bota walker y pinchándose heparina a diario.
Volvió a Galicia, pidió la baja médica y empezó una carrera contrarreloj con fisioterapia. “El hueso no podía sanarlo, pero sí el resto. No podía caminar, ni entrenar, ni ponerme de pie. Pero yo decía: me voy a ir sea como sea”. Poco a poco, el miedo se fue transformando en confianza. “Empecé a entrenar en casa, a ponerme tacones, a correr por el pasillo. Me dije: el pie roto se queda aquí, yo me voy con el pie nuevo. Y así fue, literalmente”.
Finalmente, voló a Colombia y cumplió el sueño: pisar algunos de los escenarios más grandes del país natal de Maluma, donde el artista es una figura de culto. “Era un escenario 360, tan grande y yo tan pequeñita, no paraba de pensar: qué pronto estoy viviendo esto”, recuerda Myriam con emoción, echando la vista atrás a sus inicios en Barcelona, en los que estaba convencida de que tras el curso volvería a Ferrol a abrir su escuela.
Pronto y a la vez tarde. Una dicotomía a la que Myriam Doce se enfrenta a diario porque, a pesar de que cada uno tiene sus tiempos, “influye mucho donde naces”. En Madrid o Barcelona hay más opciones de formación como bailarina, al igual que más oferta laboral. El entorno que rodea a la profesión es determinante porque “sino es muy difícil crecer, te están poniendo barreras”, comenta la joven, agradecida enormemente a figuras como la de David Freire- en A Coruña- y a Iria Veiga- en Santiago- que “están trayendo muchas cosas a Galicia que a mí me hubiese gustado cuando estudiaba ahí”.
Cuando se le pregunta por los sueños que le quedan por cumplir, Myriam lo tiene claro: “Mi único sueño es poder vivir de esto toda la vida, de cualquier forma. Si eso es así, yo seré feliz. Y mientras yo sea feliz, estaré soñando”. Aunque es consciente de que el baile no es para siempre-al menos no en el mismo formato-, también sabe que “esta profesión da muchas vueltas” y que existen mil caminos: abrir una escuela, dirigir, enseñar… “La danza la enfoco en todos los ámbitos que tiene, y sé que me voy a morir viviendo de la danza”, sentencia.
Por ahora y mientras el cuerpo aguante, seguirá recorriendo el mundo con su baile y Ferrol, su casa, siempre será ese lugar al que volver, “esa cosa que es solo tuya”.