La presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso durante su viaje a Israel en 2023.

La presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso durante su viaje a Israel en 2023. Europa Press

Tribunas

La derecha española no siempre se ha llevado tan bien con Israel

Hace cuarenta años, Israel no era un aliado natural. España miraba al mundo árabe con cálculo diplomático, no había relaciones con Jerusalén y la población judía era muy pequeña.

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Pedro Sánchez ha tocado a rebato con Gaza y la izquierda, la del PSOE y la de la izquierda del PSOE, ha acudido a la llamada en la política, en los medios, en los centros educativos y en la calle.

Cuatro semanas de monotema en tertulias, redes sociales, periódicos, televisiones, colegios, universidades y eventos de todo tipo. No existe hoy conflicto con más sobreexposición que el que protagonizan israelíes y palestinos.

Y este último mes, el asunto ha desbordado.

Una cortina de humo perfecta.

Obligados a posicionarse sin tener mucha idea del tema, líderes de la derecha como Feijoóo o Juanma Moreno, han sido tibios e incluso muy críticos con Israel. En cambio, otros como Isabel Díaz Ayuso y Santiago Abascal han sido contundentes en su apoyo a Israel.

España no es un reflejo de sus medios y de sus redes sociales. El interés por Gaza es un tema impuesto, y la mayoría de los españoles no sabe de qué va la película.

Y es normal que así sea: es un conflicto muy complicado, lleno de códigos que nadie entiende, sesgado y endemoniadamente enrevesado.

Sin embargo, a nivel sociológico, es obvio que estar del lado de Israel suele ser de derechas y estar con los palestinos, de izquierdas.

Pero esto no ha sido así siempre.

El expresidente Adolfo Suárez y el expresidente de la Autoridad Palestina, Yaser Arafat, en La Moncloa, en septiembre de 1979.

El expresidente Adolfo Suárez y el expresidente de la Autoridad Palestina, Yaser Arafat, en La Moncloa, en septiembre de 1979. Efe

No esperen encontrar lo mismo en otros conflictos como el de Nagorno-Karabaj, el de la guerra civil de Sudán, o, en su momento, el de la guerra civil siria. Los tres conflictos, cuantitativa y cualitativamente, mucho más devastadores que el de Gaza.

Como indica David Brooks, clásico columnista de cuota conservadora en el New York Times, si el conflicto entre israelíes y palestinos es tan longevo es porque es una guerra de narrativas y está muy polarizado.

Y en esto, en España somos expertos.

En nuestro país hemos sabido, desde hace mucho, absorber esa polarización e integrarla en nuestro debate interno.

Pero hace cuarenta años, para la derecha sociológica española, Israel no era un aliado naturall. Durante la Transición, España miraba al mundo árabe con una mezcla de prudencia diplomática y cálculo energético. No había relaciones con Israel, y la población judía en España era muy pequeña.

Ya entonces la derecha estaba dividida con este asunto.

Adolfo Suárez invitó a Arafat en 1979 (en la época en que Arafat se paseaba con una pistola al cinto, reivindicaba atentados como el de las Olimpiadas de Múnich en 1972 y su OLP secuestraba aviones por toda Europa).

La leyenda cuenta que el único líder político que no le dio la mano a Arafat en su visita oficial fue Manuel Fraga Iribarne, aduciendo que él no estrechaba la mano de asesinos.

Unos años antes, estando vivo Franco, en 1973, muchos dirigentes del régimen montaron en cólera cuando Santiago Bernabéu invitó al líder israelí Moshe Dayan a un partido de baloncesto entre el Real Madrid y el Maccabi Tel Aviv, regalándole, al finalizar el encuentro, un pin de oro y brillantes del equipo.

En este contexto, no es casualidad que España fuese el último país de Europa occidental en formalizar vínculos con Israel. Ocurrió en enero de 1986, con Felipe González encabezando el Gobierno, tras unas negociaciones discretas en La Haya.

Sin embargo, desde la invitación de Suárez a Arafat, y hasta que José María Aznar creó una asociación llamada Friends of Israel Initiative en 2010, pasaron treinta y un años.

"La izquierda, que, hasta mitad de los años sesenta era marcadamente proIsrael, adoptó la causa palestina como una de sus grandes banderas"

También pasó un plazo de tiempo similar desde que Felipe González visitó el Muro de las lamentaciones en 1986 (hoy su voz se alza contra los crímenes de Hamas) y organizó la Conferencia de paz de Madrid en 1991, hasta que Zapatero lució un pañuelo palestino durante la guerra entre Israel y Hezbolá, en 2006.

En la derecha política y sociológica, el acercamiento positivo hacia Israel ha sido progresivo. Y las razones son varias.

La primera, está en nuestro ADN. Si la izquierda se posiciona tanto a favor de los palestinos, quienes está enfrente "deben de ser los míos".

La izquierda, que, hasta mitad de los sesenta era marcadamente pro-Israel (sólo hay que leer a Jean Paul Sartre), adoptó la causa palestina como una de sus grandes banderas.

La estética del movimiento propalestino y sus círculos (extrema izquierda asamblearia, protopodemita y borroka) ayudaron bastante a posicionarse al contrario.

El expresidente Zapatero con un pañuelo palestino en 2006.

El expresidente Zapatero con un pañuelo palestino en 2006.

La segunda razón es la afinidad civilizatoria. Especialmente, tras el 11-S y la segunda intifada (2000-2004), tras el nacimiento del Estado Islámico (2013), o tras las olas de ataques terroristas islamistas por toda Europa (2015-2020), una gran parte de la derecha sociológica se dio cuenta que tenía más en común con Israel que con sus enemigos.

Que Israel era un país occidental que estaba luchando contra el islamismo, y que estaba ganando.

Que, además, se erigía como un país con una democracia aceptable en un océano de dictaduras. En una economía innovadora y emprendedora de primer orden, en contraposición con vecinos corruptos y democráticamente atrasados.

Un faro occidental en medio de la oscuridad medieval de los regímenes que lo rodeaban.

Asimismo, la izquierda estaba con movimientos altermundistas, y comprendía (cuando no justificaba) el terrorismo islamista. Mientras tanto, Israel estaba con el Pentágono.

No es casualidad que la creciente simpatía hacia los Estados Unidos por parte de la derecha sociológica, históricamente muy antiamericana, vaya acompañado de una creciente simpatía hacia Israel.

La tercera es el kilómetro sentimental.

Como escribió hace años David Gistau, los españoles no habíamos empatizado con la sociedad israelí. No sabíamos que eran como nosotros y que tenían problemas similares a los nuestros: iban al cine, tenían Twitter, vivían de alquiler, se casaban y se divorciaban.

No eran una bestia subida en un tanque aplastando niños palestinos.

Las visitas de muchos periodistas (especialmente de medios de derechas) a Israel y los congresos, eventos e intercambios empresariales, culturales y turísticos entre ambos países (la mayoría promovidos por organizaciones judías españolas que intensificaron esta actividad después de la segunda intifada) abrieron los ojos a una realidad al margen de las bombas y de la sangre.

"La derecha española, en su mayoría liberal en lo económico, se iluminó ante el milagro económico de Israel"

Tel Aviv se parecía mucho a la Barcelona de antaño. Israel respetaba los santos lugares cristianos y se podían visitar en Jerusalén gracias a la protección de sus soldados. El Likud y el PP, o Yesh Atid y Ciudadanos, eran partidos naturalmente parecidos.

La derecha española, en su mayoría liberal en lo económico, se iluminó ante el milagro económico de Israel.

Adicionalmente, la sociedad israelí ha virado a la derecha en los últimos treinta años: el partido laborista israelí, hegemónico hasta el siglo XXI en Israel, es hoy testimonial.

Por ello, no es casualidad tampoco que, en la derecha postAznar, tanto Pablo Casado como Albert Rivera usaran a Israel como ejemplo de modelo de crecimiento económico y productivo.

No es tampoco casualidad que la voz más firme de apoyo a Israel, dentro del PP, sea Isabel Díaz Ayuso, que visitó Israel en el pasado siendo una joven promesa de su formación política.

Y mucho menos lo es que Santiago Abascal, que visitó las zonas arrasadas por los terroristas de Hamas el 7 de octubre, se haya reunido con Netanyahu para darle todo su apoyo y solidaridad. De hecho, Vox es el único partido político que prácticamente desde su fundación tiene en su programa el apoyo sin fisuras a Israel.

Es cierto que una parte de la derecha alternativa (la llamada derechita punki), muy presente en las redes sociales, muestra una gran aversión a todo lo que sea judío mezclando leyenda rosa, odio a todo lo anglosajón y antiliberalismo. Sus posturas en política exterior se podrían copiar del programa de cualquier partido comunista o nazi europeo.

Pero sigue siendo una parte minoritaria de la derecha española.

No siempre ser de derechas en España significó estar del lado de Israel. Y el cambio sociológico en España es evidente. 

*** Elías Cohen es profesor de relaciones internacionales de la Universidad Francisco de Vitoria.