
El blindado del Ejército español 8x8 Dragón de Tess Defence en Feindef.
¿Qué es esto del 5% de gasto en Defensa?
No es serio ni responsable plantear un debate, como si se tratara de alternativas no compatibles entre sí, entre el Estado del bienestar y la defensa de la paz.
Hace pocos meses, Javier Solana me dijo: “Lo primero que hay que entender es que la paz es un bien público global”.

Javier Solana.
Igual que la seguridad social o el sistema universitario son bienes públicos nacionales, la paz es un bien público global.
Y como tal hay que defenderlo, preservarlo y ponerlo en valor.
No hay justicia social, ni educación, ni sanidad pública si no hay paz. No hace falta ni mencionar Gaza. Es terrible el horror que están sufriendo quienes allí viven y desean vivir.
Y también el horror y la vergüenza que sufrimos el conjunto de la humanidad, al observar allí el reflejo y la consecuencia de nuestros propios actos como especie.
El principal problema, en Gaza y en otros sitios del mundo que sufren situaciones similares, no es la universidad o el transporte público, que también. El principal problema es la violencia, la guerra y el hambre.
Lo primero que hay que hacer es garantizar la paz y la seguridad.
No es serio ni responsable plantear un debate, como si se tratara de alternativas no compatibles entre sí, entre el Estado del bienestar y la defensa de la paz. No son objetivos contradictorios. No hay que sacrificar uno para conseguir el otro. Al revés, se necesitan y se complementan.
No se trata de elegir entre escudos y escuelas o entre soldados y maestros. Sin paz no hay escuelas, ni hospitales, ni bienestar.
Y para que haya estado del bienestar hace falta paz.
"La prioridad, para quienes están comprometidos con el futuro de la especie humana, debe ser defender y fomentar ese bien público global que es la paz"
Creo que plantear esa disyuntiva entre paz y Estado del bienestar es un grave error que sólo genera populismo y demagogia (dos de los principales enemigos de la democracia).
Y frente al populismo, lo que hace falta es transparencia, rendición de cuentas y pedagogía. Nunca populismo ni radicalidad.
Así que seamos claros. La prioridad, para quienes están comprometidos con el futuro de la especie humana, debe ser defender y fomentar ese bien público global que es la paz.
Y esto requiere trabajar en dos caminos:
1. Las relaciones internacionales
Son esenciales para generar convivencia y confianza entre los países y actores globales. No se trata únicamente de las relaciones diplomáticas y de la pertenencia y colaboración en organismos supranacionales. También la existencia e intensidad de las relaciones comerciales genera especiales vínculos e intereses comunes que producen anticuerpos frente a la violencia y las guerras.
Políticas arancelarias agresivas y de confrontación tienen importantes y evidentes contraindicaciones en materia económica. Pero también las tienen en términos de convivencia y estabilidad internacional.
La prosperidad compartida es clave para la paz.
2. La disuasión en materia de seguridad
Otro de los pilares en los que se basa la paz es la capacidad de responder y la intención de hacerlo por parte de un país o de un actor internacional cuando sufra un ataque.
En esto consiste la disuasión y en esto se concreta la política de Defensa nacional y su contribución a la paz como bien público global.
Como hemos visto, no se trata de “gastar”, sino de invertir en un bien público global como es la paz.
Es preciso que exista un escenario de disuasión suficientemente potente y creíble como para evitar que se tomen decisiones de agresión por parte de ningún actor con capacidad para hacerlo.
Esto requiere tener los medios y la intención de utilizarlos. Las dos cosas.
Los medios en términos de defensa se denominan “capacidades” y son el conjunto de las habilidades, conocimientos y recursos humanos, materiales, de inteligencia y de planificación y operatividad.
Requieren una importante inversión pública en personal, adquisición de materiales, mantenimiento de infraestructuras, despliegues de unidades, etcétera.
Hoy en día, treinta y dos países, incluida España desde hace más de cuarenta años, coordinan y ejecutan su estrategia de defensa y disuasión a través de la OTAN.

El secretario general de la OTAN, Mark Rutte.
Cada país hace dos tipos de aportaciones a la OTAN:
1. Una pequeña asignación económica para los gastos generales administrativos y de gestión de la OTAN.
2. La aportación de capacidades militares nacionales, tanto humanas como materiales, para las diferentes operaciones desplegadas por la OTAN.
No existen ejércitos de la OTAN. Sólo una estructura administrativa y de mando militar.
Pero, a partir de ahí, los Estados miembros no pagan para que la OTAN adquiera material militar ni contrate recursos humanos (soldados), sino que lo aportan de sus propias capacidades nacionales.
"Cada país tendrá mayor o menor posibilidad de aportar a esa planificación de defensa de la OTAN según lo amplia que sea su dedicación presupuestaria nacional a la defensa"
La OTAN, en su proceso de planificación de la defensa, define los objetivos de capacidades (Capabilities Targets) que debe aportar cada país a la OTAN para desarrollar sus diferentes misiones.
Así que los países, como es el caso de España, no aportan euros o dólares (más allá de una pequeña cantidad para gastos generales), sino que su gran aportación son medios materiales y humanos.
"Capacidades” para las misiones.
Cada país tendrá mayor o menor posibilidad de aportar a esa planificación de defensa de la OTAN según lo amplia que sea su dedicación presupuestaria nacional a la defensa.
Y aquí entra el debate que se está produciendo esta semana en la OTAN.
En un escenario de mayor riesgo de crisis internacional y de incertidumbre en materia de seguridad, es de esperar que las necesidades de disuasión requieran en la futura planificación OTAN exigencias mayores a los Estados miembros.
El debate sobre el 2% o el 5% de dedicación del PIB a la inversión nacional en defensa no responde a una necesidad numérica específicamente calculada. De lo que se trata es de comprometer una inversión mayor para que, llegado el caso de una nueva planificación OTAN que requiera de mayores capacidades a los Estados miembros, estos sean capaces de afrontarlo de forma directa.
Hay que tener en cuenta que la inversión en defensa tiene un recorrido temporal muy dilatado.
Por ejemplo, desde que se toma la decisión de adquirir nuevos cazas para el Ejercito del Aire y del Espacio, se puede tardar más de una década hasta tenerlos en servicio y poder ponerlos a disposición de las misiones OTAN.
El debate sobre el 2% o el 5% no es para resolver problemas de hoy. No es que vayan a hacer falta exactamente los euros que suponen un 5% del PIB. Se trata de estar dispuestos y con las capacidades preparadas cuando se discuta una planificación que vaya a requerir de mayores aportaciones por parte de los Estados.
Cabe recordar, por otro lado, que España es uno de los países que aportan mayor número de efectivos a operaciones de la OTAN, aproximadamente tres mil hombres y mujeres.
Es bastante decepcionante ver cómo este debate se pretende politizar en términos simplificados de izquierda y derecha. Se debería tratar como una política de Estado.
Pero, muchas veces, aun existiendo un acuerdo casi total entre partidos, se generan polémicas y diferencias, incluso de forma artificial.
Esta actitud demagógica y populista genera desafección política. Y la desafección política tiene consecuencias importantes en materia de seguridad. Otro día analizaremos esto.
Hay que recordar la importancia que tiene decidir cuál es el papel de Europa y la vocación que los europeos podemos y debemos tener de liderazgo propio también en materia de defensa y seguridad.
Podemos avanzar generando campeones europeos en defensa.
Y, por supuesto, podemos avanzar en cesión de soberanía (y de egos) en materia de defensa común.
No es coherente decir un día “viva Europa” y al día siguiente “viva mi autonomía e independencia”, según convenga.
Con la paz y la seguridad no dejemos ni un milímetro al populismo ni a la demagogia.
*** Juan Lobato es senador, diputado autonómico en la Asamblea de Madrid y diplomado en el LII curso de Defensa Nacional.