
MIlicianos de Hamás con uno de los cadáveres entregados a Israel.
¿Por qué los búnkeres en Gaza no protegen a los civiles palestinos?
Con sus 41 km. de largo y 10 km. de ancho, Gaza cuenta con casi 500 km. de túneles laberínticos, toda una ciudad subterránea, apodada el metro de Gaza.
Europa se rearma, pero no sólo con arsenales militares. También con la habilitación apresurada de refugios para su población civil.
Los medios de comunicación se han hecho eco recientemente de la gran preocupación de las cancillerías europeas ante las amenazas del enfurecido y expansionista gobierno de Putin por el despliegue de recursos hostiles en sus fronteras.
Hay que ponerse en la piel de Estonia, Polonia y todo país colindante al escenario del abismo. Porque el temor que aflige a sus ciudadanos es incluso mayor que el producido por la memoria histórica de los españoles ante el recuerdo de la Guerra Civil. Al menos en lo relativo al número de víctimas y las muchas décadas de opresión.

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, en Moscú, Rusia, el 16 de junio de 2025. Reuters
La experiencia del comunismo depredador ha llevado incluso a que, en estos países, las alternativas políticas de extrema izquierda sean residuales.
Suecia, Finlandia y tantos otros instruyen ya a su población civil.
Alemania, con más de ochenta millones de habitantes, sólo posee refugios para el 5% de su población, según sus analistas. Una calamidad, porque en la esencia de la democracia se encuentra el deber de proteger a sus ciudadanos.
Esa es una obligación ineludible que todo país auténticamente democrático asume con responsabilidad ante los nuevos desafíos geopolíticos. Algo que conocen sobradamente bien los israelíes, a tenor del número de refugios para su población.
Todo pacifismo responsable, y no sólo en esas áreas geográficas, obliga al rearme y a la protección, así como a la solidaridad comprometida en el marco de la OTAN y de la Unión Europea.
Sin embargo, no todos los subterráneos construidos, en algunos casos a expensas de la edificación de hospitales, escuelas, viviendas e infraestructuras urbanas, poseen esta noble finalidad democrática.

Un militante de Hamás en la última entrega de rehenes israelíes en Gaza. Reuters
Gaza se ha convertido en el ejemplo más ilustrativo, y por supuesto mediático, de todo el planeta. Con sus 41 km. de largo y 10 km. de ancho, cuenta con casi 500 km. de túneles laberínticos, toda una ciudad subterránea, apodada el metro de Gaza.
Durante nuestra Guerra Civil y durante la II Guerra Mundial, el metro se convirtió en el refugio antiaéreo de la población. Por el contrario, en Gaza, el acceso está prohibido.
La ya contrastada ausencia de humanidad de las bandas criminales que imperan a sus anchas en Gaza es la tarjeta de presentación de aquellos que se autoproclaman defensores de los palestinos. Una forma muy particular de defensa de una causa justa.
Cabe preguntarse por qué esta acción deliberadamente genocida no es titular todos los días en los medios y las redes sociales, o por qué no forma parte de los eslóganes de los foros académicos y de las tertulias cotidianas desde las que se arengan en ocasiones los discursos de odio, al manipular el análisis sobre la identidad y el número de los actores involucrados en este insoportable drama humano.
Ni la muerte tiene un único responsable ni la causa de la muerte posee una única motivación.
Pero la actitud genocida de Hamás no se detiene sólo aquí.
Los accesos salientes de las madrigueras de estos criminales irrumpen en las viviendas de la población, en sus hospitales, sus mezquitas y sus escuelas, convirtiendo su subsuelo en un centro de mando militar desde el que atacar al “invasor israelí” durante su búsqueda de rehenes.
Hamás no sólo se camufla entre edificios civiles. Además, al salir a la superficie, sus activistas lo hacen simulando ser civiles, sin distinciones posibles que les signifiquen como milicia armada.
"¡Y pensar que por el coste de cada uno de estos túneles se podrían haber construido ochenta y seis viviendas, siete mezquitas, seis escuelas o diecinueve centros de salud!"
Los uniformes militares de estos robustos y bien nutridos liberadores, como el mundo ha tenido ocasión de presenciar, son usados exclusivamente para los honores de guerra en sus mediáticos espectáculos de intercambio de indefensos ciudadanos israelíes secuestrados.
Los casos son abrumadoramente numerosos, pero quizá el más ejemplar sea el de Mohammed Sinwar, el jefe militar de Hamás, neutralizado debajo de un hospital financiado por la Unión Europea.
Sin olvidar además, entre otros actos genocidas, el hurto de la ayuda alimenticia dirigida a combatir el hambre de los civiles de Gaza.
¡Y pensar que por el coste de cada uno de estos túneles se podrían haber construido ochenta y seis viviendas, siete mezquitas, seis escuelas o diecinueve centros de salud, según los cálculos económicos de algunos expertos!
Esto es genocidio, pues el propósito real de Hamás es el exterminio del mayor número posible de población civil inocente.
Las muertes en Gaza no son únicamente daños colaterales por intercambio de fuego.
*** Alfredo Hidalgo Lavié es profesor de la UNED.