Ernest Urtasun, la infanta Cristina, Lorenzo Caprile y Lita Trujillo.

Ernest Urtasun, la infanta Cristina, Lorenzo Caprile y Lita Trujillo. Guillermo Serrano Amat

BESTIARIO

La infanta se divorcia, Urtasun el descolonizador y los corsés de Caprile

La infanta Cristina, Ernest Urtasun, Lorenzo Caprile y Lita Trujillo; la autora comenta lo más destacado de la semana a través de sus protagonistas.

28 enero, 2024 02:34

Cristina de Borbón y Grecia

La infanta Cristina.

La infanta Cristina. Guillermo Serrano Amat

Los exduques de Palma han partido peras. Lo que desunió el matrimonio lo ha unido el divorcio. Ha sido un proceso largo y artesanal, pero efectivo. No ha trascendido la fecha de la firma, pero se sabe que tuvo lugar en Barcelona, días antes de la celebración del cumpleaños del Rey emérito en Abu Dabi.

Hablando de la hija mediana de los reyes eméritos, nos vienen a la memoria las imágenes de aquella boda celebrada en la catedral de Barcelona el 4 de octubre de 1997, veinticuatro años antes de que la pareja de Cristina e Iñaki anunciara la ruptura de la convivencia.

Cristina de Borbón (Madrid, junio 1965) estaba radiante aquella mañana, pero no podía ocultar bajo su gesto dulce el rasgo de timidez que siempre la ha caracterizado. Su sonrisa indicaba que estaba feliz, y en su rostro se reflejaba cierto ensimismamiento. Todo el mundo la miraba a ella y los que no la miraban a ella, miraban su vestido, (confeccionado en seda valenciana, tres metros de cola, manga francesa, escote barco, velo de encaje y adornos inspirados en el modernismo catalán). El traje fue llevado en un furgón blindado. Actualmente, el vestido está expuesto en el palacio real de Aranjuez.

El número de invitados al enlace superó el millar. La ciudad estaba engalanada como nunca, y grupos de muchachas repartían claveles entre el público. Y como todas las bodas deslumbrantes, la de la infanta Cristina recibió halagos en todo el mundo. Años después, Meghan Markle se casaría en el Reino Unido con un vestido que, en opinión de los expertos, era calcadito al de la infanta. Sólo Armani le puso pegas.

El divorcio se ha firmado en secreto, pero ninguno de los hijos estuvo presente en el acto. Eso sí: ellos dieron el consentimiento a las medidas que les afectan. Un amigo asistía en calidad de apoderado. La propiedad de Bidart, en la que solían pasar muchos veranos, seguirá perteneciendo a la infanta Cristina, aunque Iñaki podrá hacer uso de ella cuando los hijos estén de vacaciones en la localidad francesa. En Bidart, Iñaki Urdangarin se sentirá el rey del mambo, pero no recibirá pensión alguna. La vida ya no sigue igual, pensará Ainoa.

Ernest Urtasun

Ernest Urtasun.

Ernest Urtasun. Guillermo Serrano Amat

Los cambios en los consejos de ministros traen mal fario. Yo aún no me he aprendido el nombre de los nuevos. Sin embargo, no se me despinta el rostro del chico más guapo del Gobierno, que no es Pedro Sánchez, el "tumbao", por mucho que se empeñen. Estoy pensando en Ernest Urtasun (enero, 1982), un joven activista de la izquierda catalana, residente hasta hace poco en Barcelona, barrio de Sant Gervasi y formado en el liceo francés, como los hijos de Urdangarin y la infanta Cristina.

El día que lo vi por primera vez supe que tenía los ojos claros y la sonrisa amable. Se había incorporado al nuevo gobierno tras su paso por Bruselas como eurodiputado. Supongo que le hizo ilusión entrar en el Gobierno. A los pocos días echó la primera parrafada pero y no le lució

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El ministro más guapo es diplomático en excedencia, ha formado parte de todas las plataformas verdes (y eso que hay ciento y la madre), ejerce de portavoz de Sumar y si no recuerdo mal, tiene el despacho en la madrileña plaza del Rey, como en su día lo tuvieron Carmen Alborch y Javier Solana.

Se llama Ernest, aunque es posible que en Madrid lo llamen Ernesto, que por cierto no le pega nada. Algunos le achican el nombre por el hecho de ser catalán, con lo cual lo dejan reducido a una vocal y cinco consonantes: Ernst. O sea, puro alemán.

Urtasun es de ascendencia navarra. Sus padres militaban en el PSUC, pero como el PSUC ya no se usa, Ernest ejerce de verde que es más casual y así, de paso, se libra de que Trapiello y Muñoz Molina ("Nuevos fantasmas leninistas") le incluyan en la nómina de los comisarios políticos que vuelven a tratar la cultura en función de catecismos ideológicos. Urtasun se lo ha puesto fácil con su anunciada cruzada contra la "descolonización de los museos".

Lorenzo Caprile

Lorenzo Caprile.

Lorenzo Caprile. Guillermo Serrano Amat

No supe quién era la condesa de Vilches hasta que escuché la lección magistral del modista Lorenzo Caprile en el Instituto Cervantes, con Leticia Espinosa de los Monteros al frente del grupo Orellana y sus "españolas por descubrir". Una conferencia digna de pasar a la historia de la elegancia. No cabía un alfiler. Entre el público, la exdiputada y europarlamentaria socialista, Paca Sauquillo; las hermanas Espinosa de los Monteros, tan listas ellas; el exministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo; Piru Urquijo, una socialité en vísperas de boda (casa a una nieta con el alcalde de Madrid), la historiadora María José Rubio, la periodista Mamen Gurruchaga y una Borbón dos Sicilias. Solo faltaban las hermanas Brönte.

El magisterio de Caprile ya me condujo en su día a Isabel II (la "Isabelona", salvada por el corsé en un atentado) y más tarde a "María Cristina me quiere gobernar", una napolitana de ojos azules que dio nombre al color "cristino", versión de azul intenso que en la corte de Isabel II tuvo casi tanto éxito como el azul Borbón, que era el preferido de Isabel. Y el de sus groupies, como la condesa de Vilches (nacida Amalia de Llano y Dotres), que lo vistió para un retrato de Madrazo donde salió muy favorecida. Entonces tenía 32 años y desprendía un halo silente y azul que causaba furor.

No solo el color azul. También el corsé. La prenda data del siglo XVI, pero en el siglo XIX las damas principales lo utilizaban para estilizar su figura. También la duquesa de Vilches. Con los años (y los siglos) los vestidos cambiaron de línea, los escotes pronunciados dejaron de mirar a la corte francesa y las modistas optaron por los hombros al aire. Los corsés se refinaron. Los corpiños, bustiers y ligueros, también.

Lorenzo Caprile fue un maestro de los corsés en los 90. El primero fue por encargo de Carla Royo Villanova y resultó un triunfo. Durante casi veinte años, muchas novias madrileñas le pedían un traje nupcial con corsé. Carla, que el otro día asistió también asistió a la conferencia de Caprile, se abstuvo de contar su experiencia, pero a muchas les faltó tiempo para ir corriendo a la modista y pedirle un corsé de imitación.

En el siglo XIX las prendas interiores gozaban de gran éxito, sobre todo en los cabarets. Los colores preferidos entre las guapas cabareteras eran el rojo y el negro parisino, además del liguero. Hacían estragos en los escenarios. Cierto es que las mujeres se quejaban cada vez más de las apreturas, y no pararon hasta que convencieron a sus costureras de que les aflojaran los corpiños.

Lorenzo Caprile, que tiene un rico anecdotario sobre los atuendos de las señoras, contó el caso de una joven extremeña cuya costurera le había hecho un vestido de novia con corsé incluido. Lo más especial del vestido eran las ballenas para enderezar el talle. La joven se pasó el día soportando los dolores que le causaban las ballenas. Al cabo de las horas, la joven se había herido en un costado por culpa de la ballena y la herida amenazaba con infectarse. La infección fue a más y la joven murió. En la diapositiva que nos enseñó el maestro podía verse en primer plano el mausoleo que le habían construido a la joven para que descansara en paz.

Lita Trujillo

Lita Trujillo.

Lita Trujillo. Guillermo Serrano Amat

Nunca le ha gustado que la llamen judía porque las judías se comen, y ella está acostumbrada a comer hamburguesas y pollo frito. Es tan especial como lista. Neurótica también, desquiciada y a pesar de todo, inteligente. Se levanta a las siete de la tarde, momento en el que empieza a ver telediarios y películas.

Brinda en hebreo: ¡Lejaim! No fuma ni bebe. Hija de padre húngaro y madre austriaca, su vida transcurrió entre Israel y Estados Unidos, con algún paréntesis en Francia y el periplo del exilio tras la muerte de Leónidas Trujillo, el dictador dominicano. En Israel forjó su identidad y en EEUU su condición de estrella de cine junto a Joseph Cotten, Steve Mac Queen, Paul Newmany Anthony Quinn. Se casó con Ramphis Trujillo, hijo del dictador, y vivió en Francia, Portugal y España, como en una intermitente romería.

Lita está arruinada, pero a cualquier hora habla por teléfono con Israel y Nueva York. En Madrid nadie la ha visto en la calle en estos últimos años. Y es que durante el día se esconde como los topos y por la noche hace vigilia. Es una exótica.

Sin embargo, desde el día 7 de octubre de 2023 Lita ("Lía" para los suyos) ha perdido el poco sueño que le quedaba. Ese día empezó la guerra de Hamás. A las seis y pico de la mañana, las sirenas de Tel Aviv sonaron con fuerza desmedida y los ciudadanos israelíes fueron presas del miedo. Todavía hoy somos incapaces de ver los videos de la tragedia repetidos durante la noche infernal, cuando muchos jóvenes fueron asesinados como cervatillos y cargados en camionetas con las cabezas colgando.

Qué paradoja, mientras se conmemoraba la fiesta de la paz bajaban regueros de sangre por la carretera y los terroristas no dejaban de disparar entre los coches. Desde Gaza salían los primeros cohetes apuntando al cielo en todas las direcciones. Los kibutz más próximos a la frontera de Gaza fueron arrasados sin contemplaciones. Había más muertos que vivos. La fiesta de la paz se había convertido en la fiesta de la guerra.

[Israel ofrece a Hamás un alto el fuego de dos meses a cambio de liberar a todos los rehenes en Gaza]

Aquellos días, Lita y yo hablamos mucho de Israel, donde permanecen grabados algunos de nuestros recuerdos. Lita evocaba episodios de una biografía (la suya) reconstruida a trompicones: "Me llamo Lía Menszelecky y soy hebrea. Nací hace 5.784 años en esta tierra y siempre me he considerado sabra".

Hace unos años hice un viaje inolvidable con Lita en busca de sus raíces, dormidas en algún rincón de su memoria. Nos alojamos en el American Colony de Jerusalén y fuimos al desierto de Judea con unos amigos. Sentadas sobre una amplia concha de algodón almorzamos platos típicos de la tierra: humus, berenjenas, queso y aceitunas. Caía un sol abrasador y no había una puta sombra donde protegerse. Arropadas por la desnudez desértica del aire, dormimos un rato y regresamos al hotel. Una vez allí coincidimos con un compañero que ya no está entre nosotros.

Años después, Lita (Lía) me recuerda los desayunos bíblicos del American Colony, que para siempre serán los desayunos de mi vida. Los gorriones se esparcían por las mesas del patio recogiendo las migas de los croissants.

Volveré a Israel, y volveré al American Colony y a los Altos del Golán donde creíamos que se acababa el mundo. Entonces no estaba Netanyahu, Ahora, en cambio, sale todos los días en el telediario prometiendo una guerra más hostil y mortífera. En mala hora.

Laoconte Sánchez.

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