El presidente ucraniano, Volodymyr Zelenski, se reúne con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, el pasado 19 de septiembre, tras la Asamblea General de la ONU, en Nueva York.

El presidente ucraniano, Volodymyr Zelenski, se reúne con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, el pasado 19 de septiembre, tras la Asamblea General de la ONU, en Nueva York. Oficina de Prensa del Gobierno israelí

LA TRIBUNA

¿Qué tienen en común Ucrania y la guerra en Gaza?

El ataque de Hamás demuestra que Irán y Rusia quieren iniciar una gran guerra en Oriente Medio y están provocando a Israel para desestabilizar también a Occidente.

7 noviembre, 2023 02:31

El 7 de octubre, militantes del grupo terrorista Hamás perpetraron un ataque sin precedentes contra Israel. Lanzaron miles de misiles, se infiltraron en ciudades e instalaciones militares israelíes, tomaron rehenes y mataron a cientos de civiles. Israel no había experimentado una masacre de esta escala desde hacía medio siglo.

El objetivo de este ataque híbrido es desestabilizar Oriente Medio, restableciendo un estado de guerra de todos contra todos. Esto es similar a la invasión rusa de Ucrania, cuando Putin pretendía intimidar y desestabilizar toda Europa Central.

¿Por qué ha sucedido esto justo ahora? En busca de respuestas a esta pregunta, vale la pena recordar la historia. El Estado de Israel fue creado por judíos que sobrevivieron al Holocausto. A pesar de las guerras con los países vecinos, que tienen más población y otros recursos, los israelíes han preservado la condición de Estado y logrado construir el único sistema democrático multipartidista de Oriente Medio. Este régimen tiene sus defectos, como la corrupción y los conflictos internos, pero es bastante estable.

El presidente ruso, Vladímir Putin, saluda al presidente iraní, Ebrahim Raisi.

El presidente ruso, Vladímir Putin, saluda al presidente iraní, Ebrahim Raisi. Reuters

En Israel se valora la vida y la inteligencia humana. Sus fronteras están abiertas a cualquiera que quiera convertirse en israelí. Muchas personas que quieren trasladarse a esa parte del mundo, más protegida y próspera, se han aprovechado de esto. Y continúan haciéndolo.

Israel se formó teniendo en cuenta la constante amenaza externa, por lo que el país puede convertirse fácil y rápidamente en un campamento militar (esto, de hecho, es lo que sucedió inmediatamente después del ataque del 7 de octubre) y, después de la victoria, seguir siendo una democracia.

Israel podría convertirse en un valioso aliado y miembro de la OTAN. Sin embargo, para la mayoría de los países de la Alianza, incluido Estados Unidos, el petróleo, las inversiones, la venta de armas y títulos de deuda a las monarquías del golfo Pérsico eran más importantes que la cooperación con el Estado judío. Así era hace 50 años y así es ahora.

Por lo tanto, Israel cuenta consigo mismo, con las capacidades de lobby de la diáspora judía en el mundo, así como con las armas nucleares, que disuaden a los enemigos (Irán y los Estados árabes) de una agresión directa.

El éxito inicial del actual intento de desestabilizar a Israel, y con él a todo el Oriente Medio, es el resultado de una serie de errores cometidos por los dirigentes políticos israelíes.

En primer lugar, durante los últimos diez años, el Gobierno israelí ha estado apostando por el desarrollo de relaciones con Moscú, a pesar de que el Kremlin apoyaba a los enemigos acérrimos del Estado judío: el régimen de Assad en Siria, Irán y Hamás.

"Los errores del pasado pueden arrastrar a Israel y a Occidente a una sangrienta guerra desde las estepas ucranianas hasta el desierto del Sinaí"

Buscando preservar las relaciones con Rusia, Israel rechazó la posibilidad de brindar asistencia armada a Ucrania, a pesar de que el fortalecimiento de Ucrania habría disuadido la agresión rusa e impedido a Putin pensar en aventuras en otras partes del mundo, particularmente en Oriente Medio. Fue un error de cálculo estratégico que hizo perder tiempo a Israel y lo hizo más vulnerable.

En segundo lugar, las autoridades israelíes han hecho que la seguridad de su país dependa de la política partidista de Estados Unidos. Particularmente dañino fue el intento de aprovechar el narcisismo de Donald Trump y negociar el reconocimiento de la capital en Jerusalén y la anexión de los Altos del Golán. Esta medida destruyó puentes de confianza con las fuerzas palestinas moderadas y contribuyó al aumento de la popularidad de grupos terroristas como Hamás y la Yihad Islámica, así como de la dictadura iraní.

En tercer lugar, casi treinta años después de los acuerdos de Oslo, destinados a resolver el conflicto palestino-israelí, la sociedad israelí aún no tiene una posición unificada sobre la futura coexistencia con los palestinos.

Después del asesinato del primer ministro Isaac Rabin en 1995, Israel nunca ha tenido un líder que uniera a la sociedad con su autoridad, que no coqueteara con los radicales y que tuviera suficiente determinación e inteligencia para impedir la formación de coaliciones terroristas antiisraelíes.

Ahora es importante no permitir que los errores del pasado arrastren a Israel, y con él a todo el mundo civilizado, a una larga y sangrienta guerra que se extenderá desde las estepas ucranianas hasta el desierto del Sinaí y las tierras altas iraníes.

En este momento crucial, se escuchan voces que proponen resolver la crisis actual y evitar una guerra importante mediante una solución de compromiso de "una Palestina, dos Estados".

"Los invasores rusos, como los terroristas de Hamás, dispararon, secuestraron y torturaron a civiles sólo porque eran ucranianos"

Esto recuerda a los acuerdos de Minsk de 2015 y a las negociaciones para la solución del conflicto en el este de Ucrania que tuvieron lugar después de su firma. Alemania, Francia y Estados Unidos, junto con Rusia, presionaron a Kiev, promoviendo la fórmula "paz a cambio de territorio". A Ucrania se le ofreció reconocer la anexión rusa de Crimea y la ocupación de partes de las regiones de Donetsk y Lugansk a cambio de la promesa de Rusia de no interferir en los asuntos internos y no amenazar la soberanía del Estado ucraniano.

Sin embargo, esta fórmula, inaceptable para Ucrania, resultó ser un disfraz conveniente para que Rusia se preparara para una agresión a gran escala que comenzó en febrero de 2022. La Crimea ocupada, al igual que la Franja de Gaza, fue utilizada para ataques sorpresa. Los invasores rusos, como los militantes de Hamás, dispararon, secuestraron y torturaron a civiles sólo porque eran ucranianos. Los misiles y las bombas rusos han destruido edificios residenciales, han alcanzado hospitales y escuelas y asesinado a cientos de personas.

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Se puede suponer que la fórmula de "dos Estados" en Palestina tiene el mismo propósito. Israel se verá obligado a vivir junto a un homólogo de los talibanes. Mientras tanto, Irán seguirá armando al régimen terrorista y los Estados árabes hostiles a Israel lo financiarán.

Ahora Israel, al igual que Ucrania, ha repelido la primera ola de ataques. Pero ni Rusia ni Hamás están renunciando a su objetivo de destruir el pueblo (y su Estado) al que tanto odian.

La situación actual, tanto en Israel como en Ucrania, se parece a una corrida de toros. El mundo occidental observa el espectáculo y apoya al torero, pero no ve al toro como una amenaza seria para sí mismo. Al torero en la arena le ayuda toda una cuadrilla de matadores y picadores, distrayendo y agotando al toro. Pero Israel y Ucrania se ven obligados a lidiar solos con sus enemigos peligrosos, fuertes e insidiosos.

"Occidente tendrá menos oportunidades de ayudar a Ucrania e Israel frente a Rusia e Irán, y tarde o temprano la guerra se trasladará a Europa"

Estos enemigos, además, se ayudan entre sí. No hay duda de que Moscú y Teherán cooperan estrechamente, especialmente en el ámbito militar. Al mismo tiempo, ambos regímenes tienen estrechas relaciones con China, que les suministra tecnologías robadas a Occidente. Gracias a estas tecnologías, Irán y Rusia pueden producir, apuntar y lanzar misiles en los barrios civiles de Kiev y Tel Aviv.

Las acciones de Hamás, Irán y Rusia tienen mucho en común. No sólo están arraigadas en el fundamentalismo religioso e ideológico, sino que sus objetivos también son los mismos.

Los Estados más agresivos y armados se beneficiarán del retorno de la guerra como medio "normal" de la política internacional. Bajo la apariencia del chantaje nuclear, Rusia, China e Irán podrán extender su influencia a continentes enteros y dictar su voluntad a sus vecinos más débiles. Y sus aliados y satélites, como Bielorrusia, el régimen de Assad en Siria o Corea del Norte, podrán utilizar libremente el terror y la violencia.

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El ataque de Hamás es la primera evidencia visible de que Irán y Rusia quieren iniciar una gran guerra en Oriente Medio. Y están provocando a Israel, sabiendo que esto desestabilizará económicamente a Occidente. Después de todo, una guerra así conducirá inevitablemente a un alza de los precios del petróleo y aumentará la inflación, lo que provocará el descontento público y hará crecer la popularidad de los populistas de izquierda y derecha en Europa.

Con el pretexto de las protestas, Rusia e Irán pueden activar las redes de sus agentes, provocando disturbios basados en enemistad étnica o religiosa, manifestaciones contra los inmigrantes, etcétera. Así es como desacreditan el sistema del orden público y llevan a los Estados civilizados a una crisis aún más profunda.

Si este plan funciona, Occidente tendrá menos oportunidades de ayudar a Ucrania e Israel frente a las políticas agresivas de Rusia e Irán. Y esto significa que, tarde o temprano, la guerra se trasladará a Europa.

Y entonces, a diferencia de las corridas de toros, no habrá ninguna barrera que proteja a los europeos de la agresión.

*** Petro Burkovskiy es director ejecutivo de la Fundación Iniciativas Democráticas Ilko Kucheriv.

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