La actriz Victoria Abril.

La actriz Victoria Abril.

LA TRIBUNA

Victoria Abril dice tonterías (pero al menos no es su trabajo)

El autor analiza el caso Victoria Abril y defiende la idea de que la culpa de las opiniones absurdas no es de quien las profiere, sin ser un experto, sino de quien las publica. 

3 marzo, 2021 02:40

De todos los comentarios que han anegado los medios de comunicación desde la famosa rueda de prensa de Victoria Abril previa a la entrega de los Premios Feroz, el que más me molesta sin duda es el de “los famosos tienen una responsabilidad y deben tener cuidado con lo que dicen”.

Me parece de una pereza tremebunda. Aún más si el que lo dice presume de analista. ¿Qué premio le estaban dando a Victoria Abril? ¿Epidemióloga del año? Que alguien sea famoso no le convierte inmediatamente en experto en cualquier cosa. Ese es un filtro que, en términos de opinión pública, corresponde a otro gremio.

Esto es, al periodismo.

El caso Victoria Abril no es sino la claudicación del periodismo como dique de contención de los distintos impactos informativos. El problema no es que una actriz a la que siempre le ha encantado ir a la contra dé una opinión disparatada sobre un asunto.

El problema es que esos mismos medios no saben qué hacer con esa opinión. O sí saben: agregarla como un contenido más, a la altura de la opinión de cualquiera que sí sepa de lo que está hablando.

¿Qué público tiene ahora mismo Victoria Abril, más allá del que los medios quieran darle? Ninguno

Así, con el tiempo, se olvida el contexto, se olvida la pregunta y todo se centra en un argumento de autoridad. Lo dijo un famoso, y como en aquel anunciado en televisión que acompañaba los productos de los años 80, se genera una curiosidad entre el público.

El debate, en este caso, no es si lo que dijo Victoria Abril es verdad o falso. Está en si debería haberlo dicho o no. De nuevo, volvemos a la responsabilidad. ¿Por qué no debería haberlo dicho? Porque alguna gente puede creerla y confundirla. Su público.

Ahora bien, ¿qué público tiene ahora mismo Victoria Abril, más allá del que los medios quieran darle? Ninguno. Ya lo siento.

Los artistas siempre han tenido aires de grandeza y es comprensible. Viven de ser especiales, de hacer algo que sólo ellos pueden hacer, y de hacerlo en solitario. Después de muchos años, es muy complicado separar la realidad objetiva de lo que está en tu cabeza. En el fondo, es como si siempre estuvieras ante un auditorio que espera algo de ti.

En una película, ese auditorio sabe muy bien lo que esperar de Victoria Abril. En una rueda de prensa, el mensaje está (o debería estar) filtrado. ¿Por quién? Por los medios que piden responsabilidad, pero que hacen la pregunta y se encargan de hablar durante días sobre la respuesta.

Si el debate se va a establecer en términos morales y con la responsabilidad ajena como eje, es un debate ridículo

Yo, insisto, lo puedo entender si se va a abrir un debate sobre la libertad de expresión o sobre lo propiamente dicho. La unión de los poderes mundiales para conseguir que Victoria Abril se ponga una mascarilla.

Ahora bien, si el debate se va a establecer en términos morales y con la responsabilidad ajena como eje, es un debate ridículo. Porque lo que dijo Victoria Abril fue una chorrada enorme y, con un mínimo de sensatez, no lo habría dicho. No, desde luego, con tal vehemencia. Pero su trabajo no es ser sensata y, hasta cierto punto, la vehemencia siempre ha sido uno de sus activos.

El problema ahí es de quien maneja la información y la reparte. De quien, en vez de contextualizar, pide una repetición en plató de la jugada.

No es una cuestión nueva, ni mucho menos. Cuando, en 1967, le preguntaron a Paul McCartney si tomaba LSD, él dijo que sí, pero que preferiría que no se publicara su respuesta.

Cuando se le acusó de fomentar las drogas entre los jóvenes, contestó: “Yo sólo he contestado una pregunta. Si esa respuesta llega a los titulares es responsabilidad vuestra”.

Victoria Abril no es Paul McCartney. Victoria Abril está encantada de esos titulares y probablemente se sienta la adalid de algo, no se sabe qué. Próximamente, en Cuarto Milenio.

A mí no me parece ni bien ni mal porque no me escandalizo. Pero, si voy a escandalizarme, no me escandalizaré con ella, sino con quien reproduce sin más opiniones de famosos sin molestarse siquiera en distinguir sus campos. El que hace de una cuestión de salud pública un tema de opinión, y luego se molesta por las opiniones dadas. El que exige aquello de lo que él carece.

Lo que me mosquearía a mí sería que llegara Victoria Abril a Madrid y animara a todo el mundo a vacunarse

Hace ya 30 años que Victoria Abril se fue de España y cada vez que vuelve, la historia se repite. Es un juego en el que todo el mundo participa a gusto. La diva suelta su boutade y la prensa se escandaliza. A las pocas horas, se pasa.

Lo que me mosquearía a mí sería que llegara Victoria Abril a Madrid y animara a todo el mundo a vacunarse. Empezaría a pensar que igual sí que hay gato encerrado.

Todo lo demás me parece normal, menos la moralina. La moralina interesada, que es la que está de moda.

Que una actriz o un panadero digan una tontería no puede ser noticia. O sí, pero asumiendo las consecuencias. En misa y repicando, no, por favor. O del virus sólo hablan los que saben o, si decido que ser famoso es una puerta abierta a cualquier pregunta, entonces no me llevo las manos a la cabeza con ninguna respuesta.

El resto es pereza, sin más. “Un famoso dice” y el entrecomillado. Periodismo WikiLeaks con enormes dosis de caspa.

*** Guillermo Ortiz es periodista.

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