El 62,5% de los españoles, incluido una cuarta parte de los PSOE, cree que la situación política empeorará en 2024, según el último sondeo del año realizado por EL ESPAÑOL. Un 48,4% cree que la situación económica será también peor en 2024. 

Y aunque es cierto que el optimismo y el pesimismo parecen repartirse de forma diferente en función de las simpatías políticas de los encuestados (los más optimistas son los votantes de PSOE y Sumar; los más pesimistas, los de PP y Vox), también lo es que el sondeo arroja algunos detalles que el Gobierno debería considerar inquietantes. 

El primero de esos detalles es que, junto con los votantes de derechas, las más pesimistas en el terreno económico son las mujeres, sostén demoscópico habitual de la izquierda, pero muy particularmente del PSOE.

Políticamente, el pesimismo es transversal y sin apenas diferencias entre hombres y mujeres. Sólo un 15,8% de los españoles cree que la situación mejorará en 2024. 

La segunda es que los más optimistas entre los encuestados, al menos en el terreno económico, son los jóvenes. Es decir, el sector demoscópico más distanciado de la política y el que suele engrosar las filas del abstencionismo.

Y lo cierto es que hay motivos para ese pesimismo. Pero también lo hay para el optimismo. 

La batalla entre los Poderes Ejecutivo y Legislativo y el Poder Judicial, cuyas consecuencias han pagado en buena parte el Consejo General del Poder Judicial y la magistratura, ha sido sin duda alguna el peor de los síntomas que ha mostrado una democracia, la surgida del pacto de la Transición, que unos definen como agotada y otros defienden como plenamente válida y capaz de afrontar los retos del futuro. 

Económicamente, en 2023, el Producto Interior Bruto (PIB) español mostró una clara desaceleración, pasando del 5,8% del 2022 al 2,3% de 2023. Para 2024 se prevé un crecimiento incluso menor, de apenas el 2%. 

Es cierto que la inflación se ha contenido por debajo del 4%. Pero si sus efectos en la economía de los españoles no han sido tan graves como se preveía no ha sido por la buena marcha de la economía, sino por el escudo social del Gobierno, que ha incluido rebajas y bonificaciones en electricidad, alimentos y transporte, y que ha amortiguado el impacto de la crisis a corto plazo al coste de un aumento de la deuda a largo. 

Lo ha hecho, también, a coste de un aumento de la carga fiscal que soportan los asalariados, los autónomos y las empresas españolas, y de un aumento de la inseguridad jurídica. 

Pero existen también motivos para el optimismo. Porque este será un año de elecciones de excepcional importancia, tanto en España como en el escenario internacional. 

En Galicia, el sondeo de EL ESPAÑOL arroja una victoria por mayoría absoluta para Alfonso Rueda, que consolidaría un bloque autonómico mayoritariamente en manos del PP como contrapeso institucional al bloque del Gobierno y sus socios parlamentarios. 

Las posteriores elecciones europeas supondrán también una oportunidad para que los españoles digan lo que piensan acerca de la acción de Gobierno y del precio pagado por Pedro Sánchez a cambio de su investidura.

Las elecciones vascas y las catalanas también podrían suponer un cambio de escenario, especialmente si el PSOE se ve obligado a escoger entre PNV y EH Bildu en el País Vasco y si el PSC no logra gobernar en Cataluña, algo que demostraría el fracaso de la política de apaciguamiento del independentismo defendida por el presidente del Gobierno. 

Las elecciones más importantes en el escenario internacional serán sin duda las americanas, que podrían devolver a Donald Trump a la Casa Blanca. Algo que supondría el fin de la ayuda estadounidense a Ucrania, la victoria de Rusia en el campo de batalla, la anexión de buena parte del territorio ucraniano y, sobre todo, un extraordinariamente peligroso mensaje aislacionista que sería sin duda aprovechado no sólo por el Kremlin, sino también por China, Irán y otros enemigos de las democracias liberales occidentales.

Las perspectivas para 2024 dependen, en fin, del cristal con el que se miren. Pero si algo parece estar claro es que este será un año en el que todos deberemos asumir la responsabilidad de nuestro propio destino. Los españoles, decidiendo en las urnas qué país queremos. Y la UE, asumiendo la posibilidad de que Estados Unidos deje de ser el policía del mundo y los europeos debamos asumir nuestra propia defensa