En este afán tan nuestro por autodefinirnos, por resumir en una palabra, una foto o un estado quiénes somos, qué nos hace; en este empeño tan new age de ponernos una etiquetita en la solapa y decir "mírame, este es mi verdadero yo"; varios diccionarios y fundaciones han anunciado la palabra que define este 2023. 

Aunque no estuviésemos al borde de nuestros asientos, esperando con ansia su anuncio, con la palabra del año pasa un poco como con el horóscopo: acudimos a él, entre risas e incredulidad, para acabar encontrando pedacitos de nosotros mismos escondidos entre sus líneas inventadas.

Una forma de entender quiénes somos a través de cómo nos explican los demás. 

Rizz es la palabra del año 2023 seleccionada por Oxford University Press. Es conmovedor que hayan escogido como palabra del año un término popularizado por Tom Holland y que se usa para referirse a una persona con carisma. Puestos a definirnos, al menos que no sea con una obviedad.

Merriam-Webster ha elegido authentic. Cambridge Dictionary se ha decantado por hallucinate.

Pero según la Fundéu, el término que define la conversación pública, esa palabra notable y significativa de los últimos 365 días, esa palabra que podría encapsular quienes hemos sido en este último año, es polarización. Un término que en 2016 podía ser llamativo y novedoso, pero que en 2023 resulta ya un poquito demodé. Y también algo decepcionante.

Carles Puigdemont y Pedro Sánchez en Bruselas.

Carles Puigdemont y Pedro Sánchez en Bruselas. Europa Press

Pocas personas quedan sobre la faz de la tierra a quienes les extrañe esta definición del presente. No es la palabra del año. Es la palabra de la última década.

Además, polarización no encaja del todo con nuestro 2023. Considerando las circunstancias concretas y los problemas aún más concretos del último año, resulta un término muy etéreo, incluso demasiado abstracto.

Porque si algo ha dominado la conversación pública en 2023 han sido conceptos tan precisos como amnistía, guerra, crisis humanitaria o anticonstitucionalismo. También hipocresía. Descalificación. Engaño.

Tal vez mentira le hubiese sentado mejor al 2023. Es más de su talla. 

Pero puestos a reducir doce meses a una simple palabra, hubiese sido mejor decantarse por una que nos sacase del sopor continuo de este último año, que todos pensábamos que no podía ir a peor y he aquí Pamplona. Cómo no estar polarizados, si nos obligan a vagar entre hacer el avestruz y meter la cabeza en el suelo durante los próximos diez años, o coger un mechero y prender fuego al globo terráqueo. 

Puede que 2024 se vaya a convertir en el año que marque el punto de no retorno. Puede que estemos al borde de una ruptura sin precedentes y sin porvenir. Pero también estamos al inicio de un nuevo año, con ese olor tan particular de las nuevas oportunidades. De nuevos descubrimientos y amores. De nuevas lecturas y nuevos encuentros. Y, por supuesto, de enfados y perdones. 

Pero también de nuevas opciones. De nuevas decisiones y, ante todo, de nuevas soluciones. Porque estamos a las puertas de ese algo fresco e indefinido. A punto de poner la primera pisada en esta tierra sin explorar.

La cuestión es ¿cuál nos gustaría que fuese la palabra escogida por la Fundéu para 2024? ¿Cómo nos gustaría que nos definiesen el año que viene? 

Me vienen unas cuantas opciones a la cabeza que, en definitiva, se resumen en una.

Querido 2024, ya que verdad se nos puede complicar un poco, que valentía sea tu palabra.