Es una gran noticia que el Ministerio de la Presidencia haya iniciado el procedimiento para declarar Lugares de Memoria doce inmuebles y monumentos vinculados al liberalismo, situados en Cádiz, Asturias, Sevilla, Málaga, Almería, Granada y Logroño. Siguiendo lo dispuesto en la Ley de Memoria Democrática, el departamento de Félix Bolaños les concederá el estatus de "espacios de transmisión del recuerdo y promoción de la convivencia y la cultura democrática".

De entre los espacios que serán declarados Lugar de Memoria, destacan el Real Teatro de las Cortes, en San Fernando, que albergó en 1810 las primeras Cortes Constituyentes de España. También el Oratorio de San Felipe Neri, donde se juró la Constitución de Cádiz de 1812 (y donde Feijóo rubricó el pasado enero su Plan de Calidad Institucional), o la Casa Palacio de Espartero en Logroño.

En cuanto a los inmuebles conmemorativos edificados a lo largo de los siglos XIX y XX, como el monolito a la Constitución, el busto del general Riego o el monumento a Torrijos, cabe decir que resulta un poco redundante el reconocimiento a estatuas que fueron a su vez construidas con posteridad para rendir homenaje a los mayores referentes liberales. Si bien esta es una disquisición historiográfica menor que no empece para subrayar lo atinado de esta iniciativa.

Porque en un tiempo en el que la política está contaminada por los populismos, los nacionalismos y los extremismos, resulta más necesario que nunca evocar la memoria del precoz liberalismo español, y de "quienes dieron su vida por intentar restablecer la Constitución de 1812 y la libertad en España".

La memoria liberal es indisociable de la unidad nacional y de los valores constitucionales, que hoy, como en los primeros compases de la España que se levantó contra el sistema de privilegios del Antiguo Régimen, vuelven a estar amenazados.

El régimen constitucional que empezó su andadura con las Cortes de Cádiz es el auténtico germen de la España democrática moderna. Y especialmente el Trienio Liberal, de cuyo final celebramos el bicentenario este año. Un pequeño oasis de gobierno constitucional que acabó siendo abolido para restaurar el absolutismo de Fernando VII, iniciándose una década ominosa de persecución de los liberales a los que ahora el Gobierno quiere homenajear.

La identidad nacional se va forjando en espacios físicos a los que se asocia un recuerdo que va dejando poso en el imaginario colectivo. Por eso, que un país marque sus Lugares de la Memoria es una forma de reconstruir un relato común en el que todas las sensibilidades democráticas actuales pueden verse reconocidas.

De ahí que sea un gran acierto conmemorar la España liberal, tan proscrita por el franquismo. Y un movimiento adecuado por parte de Bolaños, cuya Ley de Memoria Democrática, no sin motivos, ha sido señalada por adoptar una política de reconocimiento histórico parcial de acontecimientos más recientes.

Y es que la memoria de la España liberal, como una celebración de los inicios del parlamentarismo y del Estado de derecho en nuestro país, no es una memoria divisiva, como lo suele ser la que tiene por objeto la Guerra Civil y el franquismo. Bolaños da así una nueva muestra de un espíritu conciliador que ya escenificó con su participación en el homenaje a Melquíades Álvarez el pasado junio.

No obstante, crear significantes como estos genera obligaciones morales e intelectuales. Que el Gobierno rinda homenaje a la memoria del liberalismo también le compromete, porque estos lugares simbolizan unos valores que contradicen los de sus socios de investidura y de Gobierno, con los que ahora aspira a revalidar su mayoría parlamentaria.

En Moncloa no pueden olvidar que en las Cortes de Cádiz se proclama y ratifica la unidad de la nación española frente a quienes defendían los derechos señoriales de los antiguos reinos. En las tres guerras carlistas que asolaron España se dirimió esta pugna entre los modernizadores que quisieron reconocer las libertades igualitarias de todos los ciudadanos y los foralistas y absolutistas del austracismo irredento.

Un carlismo, de hecho, que está en el origen de los actuales nacionalismos periféricos. Casualidad o no, el cuartel general de los carlistas catalanes se encontraba en Amer, localidad de nacimiento de Carles Puigdemont, que ahora tiene la llave de la gobernabilidad post-23J. El PNV al que Pedro Sánchez y Feijóo intentan hoy cortejar, por su parte, continúa teniendo el lema reaccionario "Dios y las Leyes Viejas".

El Gobierno está obligado a tener muy en cuenta qué principios está elogiando al declarar estos espacios emblemáticos Lugar de la Memoria, y ser consecuente con ellos. Cuando están en marcha las negociaciones para recabar los votos de los separatistas, la decisión del Gobierno de honrar los valores liberales debería servir a modo de dique de contención adicional frente a quienes querrán hacer valer sus escaños a cambio de gravosos peajes para nuestro orden constitucional.