En los últimos días de la precampaña, Pedro Sánchez se esforzó por sentar el marco en el que quería hacer discurrir la disputa electoral, con la vivienda como principal reclamo para sus votantes y como eje central de la campaña. El Gobierno se apresuró a agilizar la Ley de Vivienda, prometió entregar decenas de miles de inmuebles para alquiler social y aprobó un aval hipotecario a través del ICO para jóvenes, apurando sus últimos meses a cargo del presupuesto.

Pero poco ha durado el foco de la pugna política puesto sobre la vivienda y el resto de partidas con las que Sánchez ha querido desplegar un último riego de espléndido gasto público. Desde el momento en que trascendió que Bildu ha incluido a 44 etarras en sus listas para las elecciones autonómicas, municipales y forales en el País Vasco y Navarra, la campaña ha quedado totalmente eclipsada por esta cuestión.

El PSOE ha intentado pasar de puntillas por este escabroso asunto. Un puñado de ministras lanzaron algunos vagos reproches. Y Sánchez, a quien el inicio de la campaña en la medianoche del viernes cogió aún en Washington, opinó que la candidatura de criminales con delitos de sangre "es legal pero no decente".

Más allá de ese escueto pronunciamiento, el PSOE ha intentado cerrar el debate sobre sus relaciones con Bildu. De hecho, durante su primer mitin de campaña ayer en Sevilla, el presidente del Gobierno evitó referirse a la polémica, en un estruendoso silencio (aunque mucho más grave ha sido el apoyo explícito a la lista de terroristas de Podemos y Yolanda Díaz).

Pero el PP no ha dejado pasar la ocasión de usar a Bildu como arma arrojadiza contra Sánchez. Alberto Núñez Feijóo replicó ayer a las palabras del presidente desde la Casa Blanca, oponiendo que "lo indecente es que tú, Sánchez, pactes con ellos, que gobiernes con ellos y sometas el futuro de España a ellos".

El presidente del PP arrancó así la campaña para el 28-M ligando al PSOE con Bildu, recordando lo evidente: que Sánchez ha hecho descansar la gobernabilidad del país en un partido integrado, en parte, por exmiembros de ETA.

Consciente de que, como advirtió Cuca Gamarra, "si el PSOE coge aire será difícil acabar con el sanchismo" (o sea, si los candidatos autonómicos y municipales resisten relativamente bien), el PP no ha querido desaprovechar la ocasión de tensionar los equilibrios entre el presidente del Gobierno y quienes tienen capacidad para amortiguar su declive en las urnas.

De modo que Feijóo asumió ayer la estrategia de intentar enfrentar a Sánchez con sus candidatos autonómicos, aprovechando y azuzando el rechazo de los barones críticos a la política de alianzas del secretario general.

No en vano, Guillermo Fernández Vara ya ha mostrado su "repugnancia" ante el hecho de que Bildu vaya a presentar, incluso, a dos etarras como candidatos en los pueblos en los que asesinaron a sus víctimas. Y Javier Lambán ha pedido a la dirección de su partido "romper cualquier relación con Bildu". Y a su vez, Feijóo ha instado a los barones a romper con Sánchez.

No es probable que Sánchez vaya a prescindir del partido abertzale como socio preferente. Pero lo que está claro es que el incendio político por las listas de Bildu ha servido para poner a la defensiva al sector crítico del PSOE. Y, con indepedencia de cuánto escale la incomodidad en el partido, esto ya supone un importante trastorno para la campaña y una ruptura del guion inicial de Sánchez.

Con sólo un día de campaña, el PP podría haber recuperado la iniciativa al desquitarse del gol que reconoció haber encajado a manos del PSOE, cuando la torpeza en la gestión de la crisis de Doñana le dio munición gratis al Gobierno. Los populares se lanzan así de lleno a la caza de los socialistas desencantados y a espolear la movilización del centro-derecha.

Lo que ya no puede negarse es que, cuando los candidatos de Navarra y País Vasco interfieren en los actos de Toledo, Logroño o Valladolid, vinculando los gobiernos municipales y autonómicos a las alianzas del presidente de la nación, las elecciones del 28-M se plantean abiertamente como una mera primera vuelta de las generales.