Después de los numerosos amagos de presentación, Yolanda Díaz ha formalizado por fin el anuncio de su candidatura a la presidencia del Gobierno. La puesta de largo de Sumar ayer en Madrid no pasó de un evento de variedades ditirámbico para arropar a una candidata de proyección sobredimensionada que a día de hoy es prácticamente el único sumando de peso en su suma.

Porque lo que se desprende del sondeo de SocioMétrica para EL ESPAÑOL es que la vicepresidenta segunda no inspira tanta ilusión y esperanza como cree. Su plataforma sólo alcanzaría de momento un 12,5% de intención de voto. Y ello, aunque lograse integrar en sus filas a Podemos y al resto de grupos de la izquierda radical. La ministra de Trabajo unifica el voto de Podemos, Más País y Compromís, los comuns y las Mareas. Sumar aúna, en todo caso, pero no suma. Porque lo que aporta es muy poco.

Además, el presupuesto de esta unificación de la izquierda radical al que Díaz fía su rendimiento en las urnas es justamente el que ayer pasó a antojarse más lejano que nunca.

Únicamente han asistido al acto un par de dirigentes regionales de Podemos de territorios en los que a UP le conviene fusionarse con Sumar, al ser minoritarios con respecto al resto de fuerzas que se integrarán en la candidatura de Díaz. Y de la cuota radical del Gobierno, sólo se fotografiaron con la vicepresidenta Alberto Garzón y el ministro de Universidades, Joan Subirats.

En cambio, no ha acudido finalmente ningún alto cargo morado. La línea oficial impuesta por Ione Belarra (y apuntalada machaconamente en sus medios de intoxicación por su portavoz oficioso, Pablo Iglesias) es que Sumar no es más que una "muleta" del PSOE ("la marca blanca de Pedro Sánchez", según Elías Bendodo). Una filial de los socialistas alineada con estos para imponer sobre Podemos una pinza. Y sin que Yolanda Díaz haya tenido nunca intención alguna de acordar una candidatura con ellos, sino sólo de hacerlos desaparecer.

Ciertamente, el PSOE está interesado en evitar una excesiva fragmentación que pueda penalizar a la izquierda y comprometer la reedición de la coalición. Por eso, en los días anteriores al lanzamiento de esta plataforma electoral, e inquietos ante la posibilidad de que Díaz no sume, el PSOE ha abandonado su neutralidad, pasando a tomar partido en la reestructuración del espacio a su izquierda. 

Félix Bolaños y otros dirigentes socialistas han animado a Sumar y a Unidas Podemos a confluir en una única fuerza política lo antes posible. Que Sánchez apuesta por Yolanda, rostro amable del podemismo, antes que por Belarra resultó evidente también cuando el presidente optó por cederle espacio en la moción de censura para promocionar su perfil y adelantar una suerte de ticket presidencial para las generales.

Tampoco se puede negar que, como sostuvieron dirigentes de Podemos a este periódico, ayer se reunieron en Madrid "casi todos los que se consideran víctimas de Pablo Iglesias". Entre quienes han mostrado su apoyo, acudido al acto o se han integrado en la plataforma están los principales líderes izquierdistas distanciados de Podemos en los últimos tiempos, como Joan Baldoví, Íñigo Errejón, Alberto Rodríguez o Enrique Santiago 

Pero la fractura en el espacio a la izquierda del PSOE, consumada ayer en el polideportivo Magariños de Madrid, se explica por algo más simple que por la supuesta traición de Díaz a su alma mater y su aducida docilidad respecto a Sánchez.

Sencillamente, Podemos no quiere quedar relegado a un segundo plano en la candidatura de la vicepresidenta. Y por eso reclama el compromiso por escrito de que las listas electorales se realicen mediante primarias abiertas. Algo a lo que Díaz se niega, "cansada de tutelas" y temerosa de que puedan controlarle las listas.

Por eso la única manifestación de los morados en el día de la postulación de la vicepresidenta como "primera presidenta de España", la de Juan Carlos Monedero, se empleó para recordarle a la candidata que es ministra de Unidas Podemos.

El ideólogo de los morados, en cualquier caso, ha alumbrado una expresión afortunada para sintetizar el fracaso de Sumar a la hora de llegar a una foto de familia de la izquierda radical: la "foto truncada" que empaña el triunfalismo ilusionante de Díaz.

Puede que las elecciones del 28-M cambien la relación de fuerzas y devuelvan a Sumar y a Podemos a la mesa de negociación. Aún tienen tiempo para presentarse juntos a las generales. Pero, por lo pronto, lo único cierto es el paradójico hecho de que un partido que se llama Sumar tiene el efecto inmediato de dividir. Lo que, en términos electorales, significará después restar.