El anuncio ayer miércoles de que el Banco Nacional de Suiza y la Autoridad Supervisora de los Mercados Financieros garantizarán la liquidez de Credit Suisse, que amenazaba con caer a lo largo de las próximas horas, debería ser suficiente para acabar con el miedo a un posible contagio en cadena del sector bancario y financiero europeo. 

Pero las dificultades por las que pasa Credit Suisse, un banco con 167 años de historia, son reales y la prueba de que ni siquiera las entidades más emblemáticas y aparentemente sólidas son inmunes a la mala gestión de sus responsables. 

Hay que señalar que la crisis de Credit Suisse no tiene relación con la del Silicon Valley Bank americano más allá del factor psicológico. Pero la coincidencia de ambos derrumbes había generado el miedo a una crisis del sector bancario internacional.

Los motivos de las dificultades de ambos bancos, sin embargo, son muy diferentes y un atento análisis de ellos debería despejar cualquier duda acerca de la salud de la banca europea. 

El Silicon Valley Bank ha pagado la imprudencia de haber financiado con préstamos masivos a empresas tecnológicas de dudosa rentabilidad.

En el caso de Credit Suisse, la desconfianza de accionistas y clientes se ha labrado durante más de una década gracias a decisiones empresariales desastrosas y escándalos de todo tipo. Y fruto de todo ello es la caída de un 96,5% en su cotización desde los niveles anteriores a la crisis financiera de 2008. A ello se ha sumado la negativa del Saudi National Bank a inyectar más dinero en la entidad suiza. 

Sí es cierto que el peso relativo de Credit Suisse en el sector bancario europeo es mucho mayor que el del Silicon Valley Bank en el americano y que la fuerza del Banco Central Suizo no es la de la Reserva Federal estadounidense. 

El riesgo de contagio, por tanto, era real

Pero es un riesgo más psicológico que real. Prueba de ello es que la crisis de Credit Suisse le ha costado casi 10.500 millones a la banca española en un solo día, a pesar de que su exposición a la banca suiza es casi nula.

Sí conviene, en cambio, conocer qué entidades y en qué medida están expuestas a Credit Suisse. 

Si Credit Suisse ha cometido irregularidades, y esa es una posibilidad con la que hay que contar sin duda alguna, deberá pagar por ellas. Pero para que eso suceda hay que dejar trabajar a los reguladores antes de tomar decisiones que podrían acabar degenerando en una profecía autocumplida. 

La situación de la banca española y europea, en fin, no es la misma que en 2008. Hoy, los controles y la regulación son mucho mayores, lo que ha derivado en un refuerzo de la solvencia de los bancos de la zona UE. La salud del sector financiero europeo es, por lo tanto, indudable. Pero eso no lo convierte en inmune a una epidemia de pánico

Recomendaba Warren Buffett invertir únicamente en negocios tan sólidos que ni siquiera un incompetente al mando pudiera evitar que siguieran ganando dinero. Es evidente que ese no ha sido el caso del Credit Suisse, un banco que ha dilapidado en poco más de una década el prestigio acumulado a lo largo de más de siglo y medio de historia. 

Pero la salud del sector bancario europeo, con contadas excepciones (algunas pequeñas zonas de Italia y alguna que otra región alemana), es lo suficientemente sólida como para que la intervención del Banco Central Suizo sea más que suficiente para evitar un contagio de la crisis.