José Félix Tezanos, el sociólogo oficioso de Moncloa, sigue regalándole a su admirado Pedro Sánchez victorias en las encuestas mes tras mes. El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), en su barómetro de febrero, ha otorgado al PSOE el 32,1% de intención de voto (casi dos puntos más que el mes pasado), por delante de un PP en segunda posición con el 29,8% de los votos.

Ya resulta escasamente creíble que Sánchez haya aumentado en 2,3 puntos su ventaja sobre Alberto Núñez Feijóo cuando la coalición de gobierno atraviesa sus horas más bajas, fracturada e incapaz de reformar una calamitosa ley para atajar la ola de indignación que han levantado los más de 500 delincuentes sexuales beneficiados.

(Ley del sí es sí sobre la que, por cierto, el CIS olvidó muy oportunamente incluir ninguna pregunta en su monográfico de febrero sobra la "violencia sexual").

Pero es que Tezanos es el único encuestador que ha sobrestimado sistemáticamente la suma de escaños del bloque de la izquierda desde que fue nombrado presidente del CIS en junio de 2018. Y el único que ha situado al PSOE por delante del PP en el último año, pese a las tormentas políticas encadenadas por la reforma de la sedición y la malversación. Todos los demás institutos demoscópicos, de las más diversas orientaciones ideológicas, han coincidido en identificar la tendencia inversa, difiriendo solamente en la distancia que el PP le saca al PSOE.

Además, las estimaciones del CIS de Tezanos ni siquiera se deducen de sus propios datos brutos, que sí respaldan lo estimado por el resto de encuestadores. Los expertos consultados por EL ESPAÑOL han puesto negro sobre blanco los errores (intencionados o por negligencia) de la cocina con la que Tezanos interpreta los datos demoscópicos.

Según el método habitual de cálculo de las casas encuestadoras, deben aplicarse unos coeficientes correctores para ajustar la discrepancia entre voto recordado y voto real que el CIS no ha utilizado. De haber aplicado esta fórmula equilibradora al último barómetro, el PP obtendría 5,6 puntos de ventaja sobre el PSOE (el 31,9% de los votos) y sería el auténtico ganador de las elecciones.

Las divergencias constantes del CIS de Tezanos (el único que se ha resistido a ver en la victoria de Juanma Moreno el pasado junio el inicio de un evidente cambio de ciclo político en el que aún estamos inmersos) no permiten llamarse a error y atribuir las desviaciones a la incompetencia de su presidente.

Porque, dando siempre ganador a Sánchez, los pronósticos del organismo público tienen a coincidir misteriosamente con los intereses electorales de Moncloa. Así, más que un barómetro para reflejar las preferencias de los ciudadanos, el CIS es un ajustado predictor de las preferencias del Gobierno.

Antes que un reflejo fidedigno de las opiniones de los españoles, el CIS transparenta las opiniones políticas de su presidente. Unas opiniones que también expone abiertamente en otros foros. El pasado 18 de octubre, Tezanos aseveró que era palpable que Feijóo "no tenía conocimientos en algunos ámbitos", asumiendo un argumentario sospechosamente coincidente con el de la estrategia de campaña del PSOE.

Basta con echar un vistazo a los barómetros del CIS para advertir la formulación capciosa de algunas de las preguntas, orientadas a encauzar las respuestas hacia las opiniones favorables al Gobierno. Este diseño, junto con los interrogantes redactados de forma engañosa o tramposa y los olvidos interesados, evidencian que el instituto público no aspira a reflejar la realidad, sino a modelarla.

La cocina de Tezanos está pensada para reconducir la opinión de los electores en el sentido deseado por el Gobierno. Una suerte de profecía autocumplida a través de la movilización de los electores para cuajar el escenario ideal para Moncloa.

Poco importa que las estimaciones de la cocina de Tezanos no sólo sean inverosímiles para el más elemental sentido común, sino que hayan quedado desacreditados por los resultados de las sucesivas elecciones.

El presidente del CIS nunca ha asumido la más mínima autocrítica, sino que ha ratificado sus estimaciones y asegura que sus barómetros se limitan a reflejar que el efecto Feijóo se ha deshinchado. Y se defiende asegurando que "nunca ha falsificado un dato", como si esta otra forma de retorcimiento demoscópico no fuera igualmente corruptora.

Que nos hayamos acostumbrado a este falseamiento sistemático por parte del principal órgano encuestador no reduce la gravedad del escándalo. Llegados a este nivel de impudicia, se diría que Tezanos cocina sus encuestas con ánimo provocador: cuanto mayor desgaste acusa Sánchez, mejor le va en los sondeos del CIS.

Quienes están a cargo de las instituciones del Estado, según reza el viejo dictum, no sólo deben ser independientes, sino también parecerlo. Y Tezanos, afiliado al PSOE, director de la revista de filiación socialista Temas para el debate y autor de una hagiografía sobre el presidente (presentada el pasado junio en presencia de la plana mayor del Gobierno) ni es independiente, ni se esfuerza en parecerlo.

Es cierto que la querella contra Tezanos presentada por Vox no fue admitida a trámite. Pero en algún momento tendrá que abrirse una investigación parlamentaria que pueda escrutar la mala praxis del CIS en la etapa Tezanos.

Porque no sólo está redundando en un desprestigio de su presidente, sino de la institución en su conjunto y de los que trabajan en ella.