Emmanuel Macron pudo respirar aliviado, y toda Europa con él, cuando el pasado 24 de abril revalidó la presidencia frente a la ultraderechista Marine Le Pen. Pero las elecciones legislativas, cuya primera vuelta se celebró ayer domingo, pueden acabar arrojando un escenario político que le complique mucho la presidencia.

Con la segunda vuelta del próximo domingo se cerrará el proceso de renovación de la política francesa para los cinco años venideros. En el sistema semipresidencial francés existe la posibilidad de que la mayoría parlamentaria sea de un color distinto al del presidente de la República. Y la primera vuelta se ha saldado con un empate técnico entre el Ensamble de Macron y la Nueva Unión Popular Ecologista y Socialista (NUPES).

La coalición liderada por el ultraizquierdista Jean-Luc Mélenchon es la principal amenaza a la mayoría en la que Macron pretendía apoyar su labor legislativa. La moderación del líder centrista, que tan efectiva fue frente al temor que infundía la candidatura de Marine Le Pen, ha sido esta vez inoperante frente a la extrema izquierda.

Además, la desafección política entre los franceses está en máximos históricos. Y este es un caldo de cultivo propicio para opciones antisistema como las de Mélenchon.

Tercera vuelta

Las elecciones francesas de 2017 confirmaron el ocaso del eje izquierda-derecha y el hundimiento de los dos partidos tradicionales, el Partido Socialista y los Republicanos. Pero las de 2022 suponen un nuevo realineamiento político.

Las presidenciales inauguraron un panorama tripolar que probablemente se replique en la próxima Asamblea Nacional. Este tripartito de bloques lo forman el centrismo pragmático de Macron, la resucitada extrema izquierda de Mélenchon y la pujante ultraderecha de Le Pen.

Las elecciones presidenciales de hace sólo unas semanas permitieron que el liberalismo desactivara la amenaza del nacionalismo de Le Pen. Pero en las legislativas, la opción Macron se enfrenta al otro extremo del espectro ideológico: el euroescepticismo anticapitalista de Mélenchon.

Lo que no consiguió en las presidenciales la extrema derecha puede lograrlo ahora la extrema izquierda. Algunos sondeos le dan la victoria a los de Mélenchon. Le Monde, por ejemplo, le da un 26,11% a NUPES y un 25,88% a los partidarios de Macron.

Las legislativas van a interpretarse como una tercera ronda de las presidenciales y, por tanto, como un refrendo o un rechazo de sus resultados. Por eso Mélenchon ya ha obtenido una victoria política, mientras que Macron ha salido debilitado. Si Mélenchon gana este domingo, se abrirá la puerta a un escenario de cohabitación con Macron como presidente y el ultraizquierdista como primer ministro.

Abstención y apatía

Preocupa la cifra récord de la abstención. Votó menos gente de la que se quedó en su casa, un 52.48%. El presidencialismo del sistema político de la Quinta República ha agravado la crisis de representación. Y Macron, que creía tener asegurada la victoria en las legislativas, ha contribuido con su escasa implicación en la campaña a una apatía cívica que ha acabado por volvérsele en contra.

Debe precisarse, en cualquier caso, que es poco probable que Macron vaya a tener que transigir con la designación de Mélenchon como primer ministro. Con la traducción del porcentaje de votos a escaños que impone el sistema electoral francés, la coalición del presidente ganaría en segunda vuelta. Las fuerzas presidenciales podrían obtener entre 260 y 300 escaños, y las extremas izquierdas, entre 170 y 220 diputados.

Pero para poder sacar adelante las reformas que le permitan restañar la cohesión social en Francia y frenar la ola populista, Macron afrontará importantes dificultades si no logra una mayoría absoluta en la Asamblea. Tampoco puede olvidar el presidente que bajo sus pies, y pese al castigo electoral de la segunda vuelta, sigue creciendo la Reagrupación Nacional de Le Pen, que ha vuelto a cosechar buenos resultados.

Macron deberá ofrecer a los franceses un proyecto ilusionante que le permita conectar con unas clases populares tentadas de irse hacia los extremos. Si no es capaz de revertir la desafección política y de dar respuesta al malestar social, su reformismo moderado podría verse torpedeado por los populismos a izquierda y derecha.