Agotada la intriga ocasionada por un fallo informático, que demoró el resultado definitivo del referéndum por unas horas, se materializó la voluntad de la mayoría. Villanueva de la Serena y Don Benito, dos municipios extremeños colindantes, pasarán a ser uno. Y de su fusión surgirá un nuevo nombre (todavía por determinar), la segunda ciudad más rica de la región (sólo superada por Badajoz) y la tercera con más habitantes (60.000, por delante de la capital autonómica, Mérida).

Que el matrimonio se consumara requería de un apoyo igual o superior al 66% en cada pueblo. Y, aun con disparidad en los respaldos (el 90% de los villanovenses dijo sí, por el 66,2% de los dombenitenses), los votantes lo han hecho posible, concretando el triunfo de la unión sobre la división y descollando como ejemplo nacional.

En un país con una pulsión casi patológica por la parcelación y el enfrentamiento, apolillado por los nacionalismos y obsesionado por diagnosticar exiguas diferencias culturales que imposibiliten la convivencia con el vecino, dos pueblos han apostado por la senda antagónica de la cordura y la concordia. Todo ello tras arrancar un heroico consenso entre los representantes de PSOE, PP, Unidas Podemos y Ciudadanos.

Resulta evidente que, además de un alto contenido simbólico, la fusión aguarda un enorme valor práctico. El nuevo municipio concentrará más del 11% del PIB, según las previsiones de la Universidad de Extremadura; racionalizará gastos y adelgazará muy sensiblemente su estructura administrativa, que constituye la principal partida presupuestaria del 84% de los ayuntamientos españoles; y accederá a fondos europeos adicionales que contemplan beneficios para aquellas poblaciones con más de 50.000 habitantes.

Interés general

Seguirá la ciudad naciente el modelo de otros países de la UE, donde asumieron las fusiones como la solución más efectiva a sus desequilibrios económicos. Grecia, tras el rescate de 2010, inició un plan que redujo sus municipios de casi 1.000 a algo más de 300. Italia no sólo promovió la unión de pueblos, también de provincias. Llegaron a eliminar 36.

¿Por qué no aplicar políticas similares en España, donde el 84% de los municipios tiene menos de 5.000 habitantes? ¿A quién beneficia que una de cada dos localidades tenga menos de 500? ¿Por qué no fomentar las uniones, reducir la burocracia, evitar los gastos innecesarios y mejorar la financiación y la calidad de los servicios?

Villanueva de la Serena y Don Benito, espoleados por el ímpetu y la capacidad de persuasión de sus alcaldes, han completado la primera gran fusión en España. Con ella han mostrado el camino a seguir al resto. Primero, por certificar la posibilidad de la fraternidad y el acuerdo. Segundo, por velar por un proceso que prioriza el interés general sobre cualquier otro. El tiempo dirá si el ejemplo cunde en el resto del país. Sería lo deseable.